En todos los argumentos en torno a la reforma petrolera, un punto esencial no apareció en las diferentes argumentaciones: el papel del energético en la soberanía nacional pero en confrontación con un mercado disputado entre vendedores y compradores.
A lo largo de siete sexenios, México le dio la espalda al papel del petróleo la seguridad nacional asumida como desarrollo y ejercicio de la soberanía frente al exterior. En 1995, ahogado por la crisis bancaria derivada del colapso devaluatorio, el presidente Zedillo le entregó a la Casa Blanca la renta petrolera como aval para el préstamo de casi 50 mil millones de dólares del rescate.
El petróleo significa ingresos directos a las arcas nacionales para financiar el desarrollo y representa un recurso natural metido en guerras de posiciones de consumidores que dominan a buena parte de los productores. La Organización de Países Exportadores de Petróleo nació en 1960 para luchar por los precios, metió al mundo en un colapso en 1973 y perdió el control del mercado en 1981. Hoy, gracias a la estrategia de Arabia Saudita de manejar los precios de exportación en función del mercado, la OPEP sigue siendo clave en el mercado.
La crisis geopolítica en el mundo árabe y ahora el papel de confrontación de Ecuador y Venezuela contra los Estados Unidos a partir del uso del petróleo como factor de negociación, el mundo petrolero ha vuelto a tensarse de manera creciente. Los EU siguen siendo demandantes de petróleo, aunque su estrategia petrolera apunta a una autosuficiencia hacia el 2020. De lograrse, el cártel petrolero perderá eficacia.
De ahí que el petróleo debe ser enfocado en la doble función de la soberanía nacional: como fortaleza interna vía su uso para potenciar el desarrollo y como instrumento geopolítico en un mercado de compradores que quieren estabilidad. No debe olvidarse el hecho de que los EU tienen un plan de contingencia para ocupar los pozos petroleros mexicanos en caso de alguna guerra internacional, como una forma de garantizar el suministro del petróleo que necesita.
Por tanto, la reforma energética debería ir más allá del sindicato petrolero o de los precios controlados. En 1938 el genio político del general Lázaro Cárdenas decidió dotar a la nación de la propiedad de la riqueza energética del subsuelo para usarla en el impulso al desarrollo, pero entendió la lógica geopolítica y el momento histórico para la expropiación.
La importancia de la propiedad estatal del petróleo radica en su uso para fortalecer la soberanía. Venezuela ha utilizado el petróleo para construir un frente internacional y Ecuador ha participado en la OPEP para obtener mayores márgenes de soberanía. Por tanto, México estaría ante el desafío de definir una política exterior petrolera que vaya más allá de los precios y logre construir una alianza para el desarrollo con otros productores y consumidores más allá del agotamiento de la OPEOP.
Hasta ahora, México le ha jugado al avestruz ocultando la cabeza debajo de la tierra para ignorar la realidad; fue el error del gobierno de López Portillo en 1981 asumiendo el petróleo como una caja de tomates. El manejo geopolítico del desarrollo podría darle a México un papel más activo en el exterior pero en defensa de la soberanía nacional.
Cárdenas no expropio el petróleo para consentir al sindicato o para subsidiar a los empresarios o para esconderlo de las pasiones comerciales, sino para garantizar la soberanía nacional entendida como desarrollo y geopolítica.