La parafernalia mediática ha dado cuenta del progresismo. Con una agenda social incumplida, con un programa populista tipo Hugo Chávez y sustentado en la expectativa de los pobres, el presidente Barack Obama se ha convertido en el prototipo de lo que el escritor Norman Mailer describía, a propósito de John F. Kennedy, un “héroe existencial”.
El discurso político de Obama toca resortes del desánimo social, aunque entregue pocos resultados tangibles. Al iniciar su segundo mandato, con una política económica al borde del abismo y con tasas negativas de empleo, de déficit presupuestal y de deuda pública, Obama orientó sus palabras a temas no de desarrollo ni de crisis sino de apoyo a las minorías sexuales, migrantes y marginados.
Con esa argumentación, Obama corrió por la lateral de la crisis para consolidar su imagen aunque no su liderazgo. Si bien las minorías son importantes en una nación, la sociedad esperaba la redefinición del rumbo económico para salir del hoyo de la crisis. Pero no. Obama prefirió seguir por el camino de la consolidación de una imagen personal. Por eso los análisis de su segunda presidencia insisten en la persona, no en el proyecto. Destaca, así, que importantes figuras progresistas y de izquierda se hayan subido al carro del proyecto imperial estadunidense que sigue vigente…, a pesar de Obama.
Más que estadista, Obama prefirió en perfil de “héroe existencial” porque la existencia anula la esencia. No importa que los EU sigan siendo el imperio depredador, lo que importa es el líder coyuntural. Lo escribió Mailer en sus Crónicas presidenciales a propósito del ánimo que provocaba el carisma mediático de Kennedy:
Era un héroe lo que Norteamérica necesitaba, un héroe que se adaptara a su tiempo, un hombre cuya personalidad pudiera sugerir contradicciones y misterios que alcanzasen los circuitos enajenados del subsuelo, porque sólo un héroe puede cautivar la imaginación secreta de un pueblo y por consiguiente ser provechoso para la vitalidad de una nación; un héroe encarna la fantasía y de este modo permite a cada mentalidad particular la libertad de tomar en consideración su fantasía y hallar el modo de enriquecerla y engrandecerla.
Lo que viene para los EU es el choque de trenes de la realidad: Obama impuso el presupuesto sin recorte de gastos y el déficit seguirá subiendo; quiere más deuda sin comprometer el gasto y más temprano que tarde esa deuda –ha escrito el premio nobel Paul Krugman– se le revertirá al ciudadano. Mantiene vigentes las leyes patrióticas de George W. Bush como una forma de intimidación política de los ciudadanos.
Los temas de las minorías forman parte de la agenda social, pero no de la agenda de la crisis económica que tiene sumido al país en el estancamiento y el desempleo. Pero como las minorías venden más mediáticamente, entonces la crisis se soslaya… hasta la próxima publicación de las cifras macroeconómicas. Controla la venta de armas de asalto, pero deja intocada la Segunda Enmienda y mantiene la política militarista de dominación geopolítica que ha definido la conciencia ciudadana de superioridad de los estadunidenses.
Obama gobierna no para un proyecto sino para su popularidad personal. Pero los gobiernos entregan saldos reales de bienestar o pasarán inevitablemente a la historia por sus negativos. Y Obama comienza a perfilar su lugar en la historia.