Estado: causas y/o efectos

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El debate sobre la multiplicación de las guardias comunitarias tiene que contextualizarse en la lógica de la causa/efecto. Pero sobre todo, aportar elementos para establecer el fracaso de los gobiernos estatales frente al problema de seguridad como un asunto de fuero común.

Así, el auge de las guardias comunitarias revela la incapacidad estatal y municipal para construir policías confiables, controladas y eficaces. Por ello resulta más importante acumular datos sobre los policías locales que aparecen todos los días en bandas criminales de todo tipo, que condenar algunos esfuerzos comunitarios para la autodefensa.

En el fondo se trata de una vertiente fallida del Estado. Desde su fundación como institución formal en 1651 con el Leviatán de Thomas Hobbes, el Estado ha ido evolucionado como la institución por excelencia. Pero en su configuración original, el Estado tiene la función primordial de mantener la soberanía nacional y de la sociedad ante grupos, organismos u otros Estados.

La ciencia política no ha podido encontrar otra definición de Estado que la original, la que devino inclusive desde los griegos: la institución que ejerce el monopolio de la fuerza para mantener la soberanía nacional. Hay que releer la oración fúnebre de Pericles ante las viudas de la guerra de Peloponeso para encontrar que el Estado guerrero lucha por salvaguardar la democracia.

Por eso el debate sobre las guardias comunitarias debe darse en el contexto central de la configuración del Estado. Si el Estado no cumple con su función primordial de garantizar la seguridad de los ciudadanos, entonces el Estado falla y reduce su autoridad y su hegemonía. Y ante el acoso de la delincuencia, la sociedad pasa a la autodefensa.

Los gobiernos estatales y municipales han sido rebasados por la ineficacia y la multiplicación de bandas criminales. Por ello las guardias comunitarias son el efecto de una causa mayor: la desarticulación de la estructura del Estado con la democratización de la república, la disminución de la república priísta y el fracaso de la oposición antipriísta para construir estructuras de poder alternativas.

Asimismo, las guardias comunitarias serían otro elemento de análisis para el expediente del fin histórico del Estado priísta y la necesidad de transitar hacia la configuración de un nuevo Estado nacional. Antes bastaba el presidencialismo autoritario y el PRI para cohesionar a la república; hoy ya no es suficiente. El viejo Estado con estructuras enmohecidas y rechinantes es incapaz de entender la reconfiguración de la sociedad y sus grupos activos, por lo que paradójicamente las organizaciones y doctrinas de derechos humanos inmovilizan más al Estado y a sus fuerzas de seguridad y protegen la actividad creciente de las bandas del crimen organizado.

Por tanto, el punto de origen radica en la comprensión de que México vive una severa crisis de definición del Estado. Y se advierte en los temores políticos de asentar de nueva cuenta el concepto del Estado como el monopolio de la fuerza y de la represión. La oposición no ha hecho más que paralizar y desarticular al Estado en aras de evitar nuevos autoritarismo, aunque a costa de prácticamente cederle las plazas a los movimientos antisistémicos, a la delincuencia y a la anarquía.

Al final, las guardias y la criminalidad es un efecto de la crisis del Estado, no la causa.

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