Nadia Urbinati (2020), Yo, el pueblo

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Cómo el populismo transforma a la democracia, México, INE/Grano de Sal

Nos encontramos quizás ante uno de los textos más prominentes que haya producido la Ciencia Política contemporánea en los últimos años. Inicialmente publicado en inglés en 2019 por Harvard University Press y traducido al español en 2020 por el sello editorial Grano de Sal y el Instituto Nacional Electoral, este libro permite un acercamiento novedoso al tema del populismo. Si bien la autora no se centra en caracterizar y definir el concepto, sí se preocupa de forma sistemática y analíticamente en revisar qué es lo que el populismo causa a la democracia. Ése es el principal aporte. Es un libro complejo, de carácter teórico, perfectamente escrito, lleno de silogismos y categorías analíticas, pero con un orden estructurado que permite su compresión aún dentro de su complejidad.

Con un doctorado en Ciencia Política en el Instituto Universitario Europeo de Florencia y catedrática de la Universidad de Columbia, Nadia Urbinati afirma que el populismo representa la celebración del desencanto político en las sociedades del siglo XXI. No teme sostener que el populismo es un fenómeno global, que lo mismo ha aparecido en Europa Occidental y, del Este, como en Latinoamérica o Norteamérica. También afirma que no es exclusivo de la derecha o la izquierda, además de que su nacimiento siempre responde a una o varias crisis. El populismo, dice, “obliga a especialistas y ciudadanos a reflexionar sobre lo que salió mal en sus gobiernos. Qué ocurrió para provocar en el pueblo una insatisfacción tan radical y hostil respecto de la democracia de partidos y la sociedad pluralista”. El populismo indica la existencia de una corrupción política sistémica favorecida por la desigualdad económica que, aderezada con una percepción mayoritaria de un mal funcionamiento de la democracia, irrumpe en el espacio público como una opción política viable. Es difícil pensar en un populismo sin un líder y sin una población descontenta, la opción se convierte en una posibilidad real cuando se plantea como la única vía para equilibrar la distribución del poder.

Surge como el deseo de poder de una nueva elite y al hacerlo trasforma a las instituciones y a los procedimientos democráticos en instrumentos, como si fueran propiedad de la mayoría.

Son tres los aportes principales de la propuesta de Urbinati. Uno, la descripción de cómo se configura el escenario político para que irrumpa el populismo. Dos, el análisis sobre cómo el populismo no es un proceso generado fuera de la democracia, sino que existe dentro de ella y le es necesaria para reproducirse; es pues, un parásito de la democracia. Tres, los efectos que causa el populismo en las democracias, cómo las transforma, degrada y trastoca. La conclusión es que la instauración del populismo puede llevar a la política y al Estado a resultados que los ciudadanos y las instituciones democráticas no pueden controlar.

En lo que respecta al primer aporte, la autora configura un escenario complejo y contradictorio en el que varias crisis convergentes posibilitan el florecimiento del populismo. A decir de ella, el escenario se compone, primero, por la integración de una élite rapaz que se enquista en la parte alta del régimen político, organiza la vida pública en beneficio propio y controla los principales accesos al poder. Como segundo ingrediente, sucede un desfonde de los partidos políticos, en especial se diluye su capacidad de representación y agregación de intereses; por ende, la ciudadanía no encuentra en dichas organizaciones canales de representación política. A esto le sigue un proceso continuo y prolongado de adelgazamiento de la clase media, lo que posibilita que una gran mayoría posea muy poca riqueza, mientras que una pequeña minoría concentre la mayor parte. El malestar entonces encuentra su justificación en una o varias crisis; crisis económica, crisis social, crisis de representación, crisis de la política y, en algunos casos, una crisis de identidad nacional. En resumen, existe una minoría que gobierna con abusos a una mayoría apartada de la discusión pública, que al no sentirse representada busca soluciones fáciles o argumentos simples que ofrecen acabar con el estado actual de las cosas.

En cuanto al segundo aporte, el populismo como parásito de la democracia, la autora construye una argumentación sólida. Afirma que el populismo no es el fin de la democracia, sino parte de su evolución. Aunque busque cambiarla como sistema, necesita a la propia democracia para sobrevivir, no obstante, que pueda desfigurarla y cambiarle el rostro al cohabitarla. El populismo llega al poder por medio de la competencia electoral, las elecciones revelan lo que ya existe en la mente de los líderes: el “pueblo bueno quiere gobernarse”; al ganar dichas elecciones, el populismo trata de constitucionalizar una nueva mayoría, la crea como unidad única y busca sustituir a todas las minorías restantes. El parásito comienza a actuar y deforma al principio de mayoría para que éste sirva a una sola mayoría.

Asimismo, el populismo sustituye la concepción de la representación por mandato por la de representación por encarnación, la cual consiste en que el líder populista siente encarnar la voluntad del pueblo y no su representación; él incluso ya no se pertenece a sí mismo, le pertenece al pueblo. El líder sólo es la boca del pueblo, no tiene vida propia, se convierte en una suerte de “ventrílocuo de la política”, lo cual le exime de cualquier rendición de cuentas, pues es el pueblo el único que puede salvarse a sí mismo. Así, el parásito rechaza a la representación electoral como una manera de traducir demandas y puntos de vista divergentes; a toda costa busca empequeñecer a las minorías. Uno de los efectos que produce el constituir esa mayoría y encarnar su representación, es “la revuelta completa contra los cuerpos intermediarios de la política”; es decir, devalúa a todos los intermediarios políticos de las democracias representativas, en especial a los partidos políticos organizados, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y, en última instancia, a los controles institucionales que gravitan y median entre el líder populista y el resto de la ciudadanía. El pueblo se convierte entonces en el “propietario del poder”; y “mediada por el líder” esta relación funda una institución política posesiva.

Cuando llegan al cenit del poder, los líderes populistas se consolidan seleccionando a “la audiencia” y no a la ciudadanía como la única fuente de legitimidad. De esta forma insertan la propaganda como componente esencial de la narrativa de su poder, de sus logros y en contra de sus enemigos; entonces se perfila una predilección por un Estado comunicado en donde la aclamación popular y, en los tiempos actuales, la aclamación digital, permiten ir formando o deformando una opinión positiva, controlada, pero también sesgada a favor del poder constituido. Así, enquistado en el sistema como parásito, “el populismo se convierte en un permanente estado de movilización y campaña electoral”. Finalmente, el populismo reinterpreta a la democracia como un mayoritarismo radical y busca llevarlo hasta sus últimas consecuencias.

Como tercer aporte, la autora aborda los efectos del populismo en las democracias. En este punto destaca que “el populismo no anuncia la crisis de las democracias, sino de su proceso de cambio, que busca desfigurarla, transformar sus procedimientos, sus instituciones e incluso las prácticas de la propia democracia”. El populismo es una mala escuela de la participación política, al infringir los derechos políticos más básicos y excluir sistemáticamente la posibilidad de formar nuevas mayorías. Sin embargo, es a todas luces, parte de la evolución de las democracias. El populismo trata de convencer sobre un estado permanente en donde la lucha, donde la batalla, es en contra del orden establecido anterior. Si bien surge al interior de la democracia representativa, su efecto más pernicioso es que busca construir una noción de pueblo intangible y a conveniencia. A su vez, trata de convencer a éste de que puede ser gobernado sin una clase política, asumiendo el papel de reconstructor de la vida nacional. No se convierte en contrapoder, sino que es el poder. Su principal consecuencia es que deforma las instituciones representativas de las democracias constitucionales, ubicándose como la frontera extrema de la democracia.

Por último, considero que algunas de las reflexiones que deja el texto surgen de ideas quizá no resueltas completamente por la propia autora, pero que una lectura crítica posibilita un debate a futuro, por ejemplo:

  1. No en todas las democracias está sucediendo el fenómeno del populismo, si bien Urbinati al articular su argumento generaliza el hecho de que ahí donde hay populismos, hay democracias, poco se detiene a discutir que no en todas las democracias hay populismos.
  2. Sobre la duración de los fenómenos populistas tampoco se hace cargo, en el texto no se profundiza si el populismo llega para quedarse una vez que se enquista o sí, por el contrario, se puede transitar sobre y con él. El tiempo de llegada y permanencia del populismo es una clave para entender lo que pasó en Estados Unidos, por ejemplo, y qué consecuencias e impactos para la democracia tienen a futuro. Si bien se trata de temas muy actuales de las cuales la autora no tenía aún visibilidad, sería interesante ponerlos en la mesa de discusión.
  3. En el planteamiento que hace Urbinati no se profundiza en una crítica per se del populismo y tampoco se plantea una salida al fenómeno, lo describe, caracteriza y analiza sus consecuencias en las democracias constitucionales, pero no hay muchas pistas sobre cómo salir de él o cuál es el transito evolutivo a posteriori. Al parecer mantiene una actitud analítica, pero también de resignación ante el fenómeno que deambula por varias democracias en el mundo.

Sin duda, el libro de Urbinati es una pieza de análisis indispensable para pensar y reflexionar sobre los nuevos desafíos que viven las democracias en el siglo xxi. Su lectura es obligada tanto para estudiantes de Ciencia Política como para académicos, intelectuales y el público en general, quienes encontrarán en el texto una potente pieza de análisis político sobre el populismo y las consecuencias estructurales que éste puede traer tanto a democracias consolidadas como en vías de consolidación.

El autor es doctor en Ciencia Política. Profesor adscrito al Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel C-1. Contacto: [email protected]