Si la invocación al general Lázaro Cárdenas fue un control anticipado de daños por parte de la iniciativa presidencial de reforma energética, también se colocó como el punto de debate de la modificación a la propiedad total del petróleo para el Estado.
El debate en el Senado será más político que económico, jaloneándose entre todos la figura de Cárdenas: en el PRI porque constituye una de las herencias más importantes del siglo XX, en el PRD por la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas y sobre todo la hegemonía de los ex priístas de la Corriente Democrática que se quedaron en el partido y en el lopezobradorismo porque anda en busca de una bandera para su nuevo partido.
La reforma energética va a tocar el último bastión del proyecto político de la Revolución Mexicana, luego de las reformas salinistas. La invocación a la figura de Cárdenas por parte del presidente Peña Nieto para fundamentar el alcance de su iniciativa de reforma podría llevar a la revisión crítica del ex presidente, uno de los más venerados por la historia y por el PRI.
Lo más importante de la iniciativa es analizar si realmente las reformas van a detonar una nueva fase de crecimiento económico y una de las partes fundamentales que los senadores deberían evaluar sería el efecto social. El presidente de la república dijo que la reforma ayudaría a bajar las tarifas en un escenario donde el petróleo es un factor de recaudación fiscal y no un instrumento de promoción del desarrollo.
La reforma energética y la reforma fiscal tienen el propósito de aumentar los ingresos del Estado ante una situación de estancamiento productivo y de pobreza social que requieren de la acción directa del Estado para dinamizar el modelo de desarrollo y atacar realmente la pobreza con bienestar y no con programas asistencialistas. Por tanto, a la par de la discusión de las reformas se debe abrir un debate sobre el destino de los nuevos recursos. Por lo pronto, el gobierno se comprometió en el discurso a impactar la reforma energética en una disminución de las tarifas. Al final, los legisladores deben poner candados para evitar que los nuevos ingresos se vayan a gasto corriente.
Detrás de las reformas se percibe la necesidad de discutir la nueva configuración del Estado y de las nuevas tareas más allá de la intervención directa en el proceso productivo. Y ahí es donde los gobiernos de Salinas a Peña Nieto no le han dado prioridad a definir la configuración, rumbo y tareas del Estado. Ahora ya no se trata de medir la dimensión del Estado por la intervención directa como empresario, sino en saber la estructura de regulaciones y capacidad de inducción para orientar el rumbo del desarrollo.
Cárdenas pensó en un Estado socialista, dominante, con una clase empresarial funcional a la acción pública. La expropiación del petróleo fue decidida por la rebelión de las compañías extranjeras contra la autoridad del Estado; la fundación de una estructura energética percibió la propiedad del petróleo como un instrumento de hegemonía y de desarrollo. Pero la decisión de Cárdenas de apoyar al conservador Manuel Ávila Camacho fue un reconocimiento de que México no estaba preparado para la radicalización.
De ahí el dilema de discutir el mito cardenista de la Revolución Mexicana o el diseño de una política energética con propiedad Estado originaria del petróleo y un Estado clave en el nuevo modelo de desarrollo. En la sucesión de 1940, Cárdenas optó por el papel rector del Estado y la apertura al sector privado. Hoy los tiempos son otros.