Una discusión pública que no refleja nuestros problemas

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En cada oportunidad en que se expresa una crítica a las acciones y decisiones del gobierno de la 4T, no sólo surgen defensores dispuestos a inmolarse en los espacios públicos para evitar cualquier cuestionamiento, sino una actitud de buena parte de la sociedad que pica los anzuelos que desde el aparato de propaganda se les envía, como discutir acerca de si España se debe o no disculpar por la Conquista, algo que oculta los verdaderos problemas que tiene nuestro país.

 

Plaza pública neurótica

Un ejemplo muestra cómo están los ánimos en nuestra conversación pública. Raymundo Rivapalacio publica en su columna Estrictamente Personal de El Financiero que es un error de Hugo López Gattel señalar que no se debe vacunar a niños, incluso calificando la declaración –y la actitud del funcionario– como miserable.

De inmediato recibe como respuesta caricaturas en las que se burlan del columnista, con el consabido argumento de que “es que perdió privilegios”, además de la acusación de que su esposa trabajó con Miguel Ángel Mancera cuando fue jefe de gobierno de la CDMX, pero ninguna palabra con la que se rebata su afirmación de que el llamado zar anticoronavirus actúa de manera inepta.

Y es que la plaza pública se ha llenado no de diálogos, sino de enfrentamientos que buscan con sus gritos acallar las voces críticas y ocultar lo que verdaderamente pasa en el país.

Algunos botones de muestra nos enseñan cómo se da esta situación en la que dejamos de lado lo importante, para enfrascarnos en discusiones que no conducen a nada.

Tenemos un presidente popular que es experto en colocar los temas de la agenda pública, pero no en informar las acciones de gobierno que ha tomado, mucho menos responsabilizarse de sus errores. Así, seguimos discutiendo si se debió liberar a Ovidio Guzmán o saludar a la mama de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, pero no de que la impunidad no ha sido erradicada del ámbito de la seguridad pública, ni de los delitos que a pesar de leve reducciones en su incidencia, no terminan de ser controlados, nada más revisar los índices de agresiones sexuales o feminicidios para ver como tenemos una discusión que no llega a lo importante.

Muchos le recuerdan al presidente su tuits pasados en los que lo mismo criticaba el trato que recibían los migrantes centroamericanos del gobierno de Peña Nieto o la falta de renuncias cuando una obra del gobierno provocaba muertes, exigiendo que deje de servir de muro de contención con la Guardia Nacional para Estados Unidos, o que después de lo sucedido con la Línea 12 hiciera realidad sus palabras, pero poco se dice que tenemos un gobierno opaco, que gasta mal o que alejó la inversión privada en infraestructura –cuestión de analizar los informes al respecto de México Evalúa– y no construye más que las obras que le interesan al presidente.

Se debate si el PAN es de ultraderecha por la reunión con el líder de Vox o si Morena es del otro extremo del espectro político por la defensa que hace del régimen cubano, pero no atendemos que acabamos de pasar uno de los procesos electorales más violentos con muchas sospechas de que el crimen organizado puso e hizo ganar a sus candidatos, que luego regresarán el favor en forma de contratos o protección institucional que reforzará la impunidad.

Pero también vemos una sociedad anestesiada por tanta propaganda del gobierno y el partido oficial, que provoca que no se fije en lo importante.

Ante una inflación que golpea más a los que menos tienen, no hay una sola palabra de protesta en amplias capas sociales, a pesar de que ahora les cuestan más los alimentos que llevan a la mesa de sus familias.

Ante señalamientos de lo mal que se ha manejado la pandemia, sólo se oyen las felicitaciones al zar encargado de atender este tema, que se ha equivoca en distintas ocasiones en cuando será el pico de la pandemia o aquel pronóstico de que 60 mil fallecimientos será una cifra catastrófica, aunque hoy en día tengamos más de 267 mil muertes en cifras oficiales –las extraoficiales apuntan a más de medio millón–, sin que se presione al gobierno para que cambie su política en este tema.

Ante el beneplácito del presidente por las remesas que se envían desde Estados Unidos, como si fuera un logro de su administración, pocos dicen que eso demuestra la ineptitud de su gobierno para crear más empleos o que ha sido un titular del ejecutivo que ha generado más desempleo con sus decisiones, como despedir con el pretexto de la austeridad a miles de funcionarios del gobierno federal o la falta de apoyos a empresas por la pandemia.

Si antes el presidente dijo que, si por él fuera, desaparecería al Ejército y la Marina, para quedarse sólo con la Guardia Nacional, y ahora les encarga hasta la construcción de su aeropuerto y tramos del Tren Maya, a la vez que ahora manejan aduanas, no se habla de la tendencia de decir mentiras del mandatario, sino que seguimos criticando sus viajes a Nayarit o el presupuesto a la oficina que le dio a su esposa.

En fin, tal parece que nos encanta pelear por cosas que no son importantes, lo que demuestra porque tenemos una clase gobernante que se basa en discursos, sin que se traduzcan en acciones.

@AReyesVigueras