Alejandra Serrano
Hace cuatro siglos, cuando la fiesta de los toros empezaba a ser el arte que es hoy, el ministro de Felipe V, José Campillo y Cossío, se desesperaba porque le habían dicho que la gente en Zaragoza empeñaba la camisa para ir a los toros. La transformación social es un hecho indiscutible, y más después de cuatrocientos años.
Si bien la gente ya no va tanto a los toros (en algunas ciudades taurinas de España, como Barcelona, porque se lo prohíben), la gente sí continúa empeñando la camisa para comer. Hoy más que ayer. Hay celebraciones centenarias que han entusiasmado al pueblo y siguen haciéndolo y se les hurta, como los toros, mientras los hurtadores no realizan sus poderes mágicos contra la miseria y la pobreza de tener que empeñar la camisa.
Se prohíben los toros, pero no la pobreza. Hay ciudades declaradas antitaurinas por los gobernantes de turno, pero no hay ciudades declaradas antipobreza por esos mismos gobernantes de turno. Como dice Isabel Díaz Ayuso: “Donde hay toros hay libertad, y donde los han prohibido la libertad no ha ido a mejor”.
“Libertad” fue el lema de la campaña de la presidenta de la Comunidad de Madrid y ahí están los resultados. Libertad para ir a los toros (y no sólo libertad sino defensa, eso también es libertad, de la tauromaquia, la ganadería, la caza y de la gente que vive en el campo y en la montaña, “que son los que mejor conocen y defienden este mundo”) y para abrir sus comercios.
Libertad para vivir contra prohibición para un sinvivir. No se advierte más libertad ni progreso después de ver la plaza Monumental de Barcelona convertida en un lugar destinado a eventos musicales, deportivos y espectáculos circenses. Sí se ve, en cambio, menos libertad, al ver la plaza Urquinaona convertida en un campo de batalla en pleno siglo XXI, con los adoquines levantados y los coches y los comercios incendiados.
Comercios incendiados primero, luego cerrados durante la pandemia, frente a comercios abiertos. Isabel Díaz Ayuso fue la primera que los cerró, con sensatez, y la primera que los abrió, por la libertad, en toda España. Prohibición frente a apertura. Cultura frente a cerrazón porque el catalán es, además, por herencia y tradición, un gran aficionado a los toros a los que no puede ir, ni siquiera empeñando la camisa.
Diputada del PP en la Asamblea de Madrid y portavoz del PP en San Fernando de Henares
Publicado originalmente en elimparcial.es