Prácticamente ha sido una votación in extremis para evitar, de último momento, el cierre de la Administración Federal a partir del 1 de octubre porque Estados Unidos –sus congresistas– están enfrascados en la nueva votación de los presupuestos y en ampliar el techo de la deuda.
A menos de veinticuatro horas para comenzar otro ciclo fiscal, sin el nuevo marco de ingreso-gasto aprobado, el Senado votó una especie de balón de oxígeno momentáneo para dar tiempo, hasta el 3 de diciembre próximo, a demócratas y a republicanos para avanzar en las negociaciones sin paralizar ni las actividades del gobierno, ni afectar a la economía.
La iniciativa permite financiar, solo hasta esa fecha, todas las actividades del gobierno. Durante su aprobación Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado, llamó a la responsabilidad a sus compañeros congresistas; finalmente recibió el apoyo de 65 senadores (superó los 60 votos necesarios) y obtuvo en contra 35 votos.
Biden, su equipo y los congresistas demócratas tienen poco más de dos meses para primero, ponerse de acuerdo entre ellos con los presupuestos y las políticas prioritarias; y segundo, convencer a los republicanos para que respalden la ampliación del techo de la deuda.
Ya lo dijo Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, que Estados Unidos estaba por vivir una etapa crucial que calificó como “la semana del infierno”. Porque si la capacidad negociadora del equipo del presidente Biden falla, lo que fallará entonces es el billonario Presupuesto de 3 mil 500 millones de dólares propuesto por el mandatario demócrata para la era pospandemia y quedará en vilo su agenda legislativa.
También está en juego la viabilidad financiera de la Unión Americana, el cumplir con el pago de sus adeudos y compromisos que en los últimos días han puesto a cuadrar cuentas –a contrarreloj– a una apurada Janet Yellen, titular del Tesoro, que recuerda a demócratas y a republicanos la gravedad de caer en un impago y el impacto negativo en la confianza del exterior hacia todo lo que representa Estados Unidos.
En tono sarcástico, Patrick Leahy, presidente de Asignaciones del Senado, cuestionó la actitud de los legisladores republicanos a quienes acusó de boicotear deliberadamente a Biden.
Hay bastante nerviosismo interno. La semana infernal que vaticinó Pelosi podría terminar convirtiéndose en semanas infernales hasta el 3 de diciembre porque hay que aprobar los presupuestos para 2022 y ampliar el techo de la deuda y alejar el fantasma de un cierre administrativo (shutdown) que solo traería descontento y volatilidad externa.
A los republicanos les interesa dejar exhibido a Biden para que asuma un costo político de cara a las legislativas de 2022 y exponer la inexperiencia de su vicepresidenta, Kamala Harris, borrada del actual pulso.
A COLACIÓN
Desde que inició septiembre, tras la vuelta de las vacaciones estivales, el cabildeo en las dos cámaras norteamericanas ha sido intenso y frenético con los republicanos enrocados en una negativa para facilitarle a Biden que gobierne con un presupuesto histórico de 3 mil 500 millones de dólares (3.5 billones de dólares) buena parte destinado a una amplia agenda social y de infraestructuras.
La situación se veía venir desde que el pasado 11 de agosto solo los senadores demócratas aprobaron de madrugada el proyecto de ley del presupuesto bautizado como “plan de infraestructura humana”, sin ningún aval republicano: 50 votos a favor y 49 en contra; e igualmente consignaron a favor el nuevo plan de infraestructuras por 1 billón de dólares.
Queda el turno de reivindicarlo y aprobarlo en la Cámara de Representantes y aunque está controlada por los demócratas hay en su interior diversas posturas acerca del diseño de los programas sociales y en la subida de impuestos porque el ala progresista es más radical.
Por su parte, Mitch McConell, representante de la minoría republicana en el Senado, no ha movido un solo dedo apostando en parte por la desesperación demócrata en la medida que apremia el tiempo para votar a favor de subir el techo de la deuda para evitar un incumplimiento de los pagos federales.
Parece que es un acto de venganza, por la actuación demócrata durante la mini era Trump. El pelirrubio montó en cólera cuando el Congreso no le aprobó el presupuesto para la construcción del muro con México, entonces la Administración Federal vivió un cierre de 35 días por falta de recursos hasta que finalmente los legisladores de uno y otro bando se pusieron de acuerdo para cuadrar las cuentas. Esta vez, el infierno le toca a Biden…
@claudialunapale