Dice Obrador que no quiere pasar a la historia como un presidente mediocre.
¡Qué romántico!
El tabasqueño tiene una valoración excesiva de sí mismo.
Su ego lo ha llevado a soñarse en los altares de la patria.
En el absurdo del poder, el presidente de las estampitas y los escapularios ha convertido el palacio nacional en un cabaret. Las mañaneras son un espectáculo, con boleros, ballenatos o rap, incluidos. No hay pierde, en cada función Obrador garantiza las carcajadas del público, no importa que la investidura presidencial termine hecha trizas como traje de hawaiana.
El prócer de la Macuspana que renunció a viajar por el mundo, que canceló el uso del avión presidencial porque prefiere la provincia mexicana y viajar en la Carroza de Juárez como un símbolo de la austeridad republicana.
Cuando un despistado sintoniza las mañaneras no sabe si está ebrio o está en un burlesque. Todos los días el presidente en su papel de comediante se burla y hace bromas referentes a sus opositores. Nada más se suelta de las coyundas y es capaz de imitar los berridos de los borregos para mofarse de sus opositores a los que da un trato de manada.
Nunca en la historia del país la investidura presidencial había caído tan bajo. Vaya, ni Fox que fue un presidente locuaz se condujo con una vileza como lo hace Obrador.
Para el presidente del régimen de la “cuarta transformación” la venta de niñas del estado de Guerrero, es la excepción de las reglas y costumbres, no importa que en los últimos treinta años alrededor de 300 mil niñas hayan sido esclavizadas sexualmente. Niñas que son vendidas por sus padres a cambio de unos miles de pesos y cartones de cervezas.
“No es lo mismo ser borracho que cantinero” –sentenció un clásico, Carlos Slim dixit)
En sus excesos se ha llegado a comparar con Jesucristo. “Él también fue un perseguido como yo”. De ahí que el historiador Enrique Krauze le endilgó el apodo del “Mesías tropical”.
Invariablemente los fines de semana los ocupa para visitar a su rebaño en cualquier parte del país. En su obsesión por el poder su familia ocupa un segundo plano y la sede del Ejecutivo de palacio nacional pasa a convertirse en una Suburban. El Jetta desaparece del escenario y se resguarda en un museo porque tiene un carácter sagrado. En ese auto compacto, como Juárez en su Carroza, Obrador emprendió la lucha por el poder.
Más allá del sueño de pasar a la historia su ambición es que lo canonicen como un santo. Su pretensión es convertir a la “cuarta transformación” en una especie de religión para ello dictó una “cartilla moral” como un remedo de las Tablas de Moisés. No es broma, pero sus fanáticos le prenden cirios como a los santos. Cuando la muchedumbre lo acoge siente que está gozando el Paraíso.
Algunas encuestas (como la elaborada por la compañía Morning Consult y publicada hace unos días en las páginas del Financial Times lo ubican como uno de los mejores presidentes del mundo). Ya sabemos que se trata de una encuesta hecha a la medida. Cuando muera seguramente esa “certificación” de Morning Consult servirá para ser honrado con culto como un beato, de ahí el siguiente paso sería la beatificación en el trayecto a la canonización.
Obrador sueña que el corazón de los devotos mexicanos se reparta la fe entre él y los santos oficiosos nacidos de la devoción popular como la Virgen Morena, el Santo Niño de Atocha y San Judas Tadeo.
Lo malo es que sus sueños no se cumplan y que nunca sea reconocido por la Iglesia, como ocurre con el curandero Niño Fidencio; Francisco Malverde, patrón de los narcotraficantes; Juan Soldado, el santo de los inmigrantes o Teresita de Urrea, la “Santa de Cábora”, a la que idolatraban los insurrectos contra la dictadura de Porfirio Díaz, en Chihuahua y Sonora.
Obrador quien sueña pasar a la historia como un prócer o un santo, confía, como Fidel Castro, que la historia lo absolverá. El dictador cubano dejó un legado de muerte, represión, pobreza e injusticia. Aunque en la Isla no hay libertad de expresión ni una prensa documentada sobre la dictadura castrista, en el resto del mundo existen hemerotecas que dan testimonio de los abusos cometidos por Fidel y sus herederos del poder.
El célebre escritor Albert Camus decía que el periodista escribe la “historia del instante”, aunque hay un aforismo que dicta que el periodismo es el primer borrador de la historia. En México no solo los medios han documentado los atropellos y los excesos de Obrador y su “cuarta transformación”, existe además una videoteca infinita en las redes sociales que registra no solo las contradicciones del tabasqueño sino además la enorme corrupción e impunidad que han caracterizado a su gobierno.
En el despropósito de verse retratado por la historia como un prócer de la patria, seguramente Obrador merecerá la atención no solo de los historiadores sino de escritores que recurrirán a la novela trágica del obradorismo, como una alcaldada de la historia que le ha hecho mucho daño al país.
En el pasado, entre otros muchos escritores, como Ramón del Valle-Inclán (Tirano Banderas), Miguel Ángel Asturias (El señor presidente) Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez (El otoño del patriarca), Mario Vargas llosa (Tiempos recios), Alejo Carpentier (El recurso del método), Ignacio Martínez de Pisón (Filek), Alberto Moravia (El conformista), Daniel Pennac (El dictador y la hamaca), Eric Vuillard (El orden del día), Antonio Scurati (M. El hijo del siglo), René Avilés Fabila (El solitario de palacio), escribieron sobre dictadores y caudillos, reales o inventados.
Las nuevas generaciones de escritores, sin duda se apoyarán en el trabajo periodístico, sobre los últimos caudillos y dictadores de México y América Latina para escribir las verdaderas biografías históricas de personajes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Stroessner, Pinochet, Somoza, Daniel Ortega y por supuesto, Obrador con sueños de caudillo.
La biografía verdadera de estos conspicuos personajes que las nuevas generaciones de mexicanos y latinoamericanos deben de saber para que no se vuelva a repetir la historia.
Lo cierto es, que todos estos personajes han dejado un legado de maldición a sus dinastías. Aunque los propios descendientes de estos monstruos me llevan a reflexionar las sabias palabras de García Márquez:
“Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.