Sadio Garavini Di Turno
La revista The Economist titula un reciente editorial así: “América Latina podría convertirse en una alternativa a la China” y agrega en el subtítulo: “Pero sólo si las políticas proteccionistas de los políticos de la región no lo impiden”. Ninguna otra región del mundo ha sufrido una baja tan grande en su PNB y una más alta tasa de fallecimientos por el COVID. Pero aún antes de la pandemia, la gran mayoría de las economías de la región estaban muy rezagadas respecto a los países emergentes exitosos de Asia y Europa.
Las causas fundamentales, según The Economist: dependencia excesiva en las materias primas, proteccionismo y gobiernos incapaces. Dado el enfrentamiento geopolítico con China y la tendencia general en los EEUU a reorientar las cadenas de producción hacia regiones más cercanas y más seguras geopolíticamente, The Economist advierte una relevante oportunidad para América Latina si se aleja del estatismo proteccionista tradicional. después de la desintegración, básicamente por ineficiente, del sistema colectivista de los países del llamado “socialismo real”, el debate económico contemporáneo no está entre el capitalismo y el socialismo de economía centralmente planificada, sino en el tipo más conveniente de economía de mercado.
La simple comparación entre Alemania Occidental y Alemania comunista y entre Corea del Sur y Corea del Norte, parejas de Estados que, en 1945, estaban en las mismas condiciones socioeconómicas y culturales, debería hacer entender a cualquier “alfabeto”, que no padezca de ceguera ideológica, que todos los países que han alcanzado los más altos niveles de desarrollo económico y social son economías de mercado. “El socialismo no sólo no creó riqueza, sino ni siquiera distribuyó con justicia la pobreza”, nos recuerda el intelectual y estadista polaco Bronislaw Geremek.
Actualmente, Estados Unidos, Europa Occidental, Rusia y China son economías de mercado, aunque algunos en América Latina, todavía no se han enterado, quizás por eso el gran Octavio Paz decía que “el latinoamericano es un ser que ha vivido en los suburbios de Occidente y que además “tiene un retraso de 30 años en la reflexión socioeconómica y política”. Entre los diversos modelos de economía de mercado, creemos que la Economía Social de Mercado, (ESM), la “sozialmarktwirtshaft” alemana, diseñada, entre otros, por el demócrata cristiano Ludwig Erhard, padre del llamado “milagro económico alemán” de la II Posguerra, es el modelo que combina mejor la libertad, la justicia social y la eficiencia.
En general hay un acuerdo básico entre los economistas que los gobiernos deben proveer el ambiente favorable para una creciente productividad de la economía. Esto requiere de un sistema de precios de competencia que refleje escasez y atraiga los recursos hacia sus usos óptimos. También se necesita una economía abierta al comercio internacional que asegure la competencia y la nueva tecnología, sin las cuales no es posible elevar la productividad.
Los gobiernos deben abstenerse de financiar el gasto público a través de la “máquina de hacer dinero”, causa fundamental de la descomunal inflación tercermundista. El Estado debe invertir en infraestructura, que, “lato sensu”, no se limita a carreteras, puentes, diques etc., sino a necesidades no físicas como la ley, el orden y las instituciones. Finalmente, es necesaria la “inversión en la gente”, en su salud, particularmente la acción preventiva, y en su educación, especialmente la primaria.
En resumen, una microeconomía competitiva, una macroeconomía estable, nexos globales e inversión en la infraestructura y en la gente. Una economía de mercado, con solidaridad social, inteligentemente abierta hacia el mundo, orientada hacia la creación de riqueza y no al reparto desigual de la pobreza existente.
Exembajador
Publicado originalmente en elimparcial.es