Tengo la convicción que, en los últimos meses, que ya suman muchos, hay una lamentable y evidente pérdida de tiempo en la nación. Ya no resolvemos problemas exógenos, ya no nos preocupan tareas venidas allende las fronteras.
Ya no evaluamos si nos daña el cambio de tarifas en los combustibles, ni un conflicto armado del otro lado del mundo o la rebelión social en otro país o la fuerza que presentemos en reuniones cumbres sobre distintos temas. No nos impacta incluso las declaraciones de personajes cómodos o incómodos ni el sube y baja de los mercados bursátiles.
Estamos enfrascados en una guerra interna provocada desde el poder. Desde el inicio del sexenio, y aún antes, se ha provocado una división social con calificativos hirientes, sectarios, clasistas.
No fue broma mandar al diablo a las instituciones. Las más sólidas se han cimbrado con tanto ataque. Intentan desmoronar lo mismo organismos de educación que de justicia, de salud e investigación y de comunicación. Las acusaciones son cotidianas ya sea por filiación política, creencia religiosa, posición económica, preferencia sexual, inclinación moral, lo que sea.
Todo pasado a destruirlo es el quehacer. Instituciones autónomas, privadas, colectivas, no interesa, hay que deteriorar su dirigencia para asaltarla e imponer condiciones de adoctrinamiento e ideológicas. La democracia se debe construir a partir de lo que dicte el poder no los grupos sociales. Intentan convertirnos en masas no en colectividades. Se nos quiere quitar el libre derecho a pensar, a expresar, a decidir.
No pasa un día en que nos digan corruptos, chayoteros, neoliberales, pirruris, chachalaca, fifís, conservadores, opositores. No hay un sólo calificativo alentador más que para los incondicionales cercanos al presidente que son blanqueados, liberados de cualquier irregularidad o pecado por una especie de condonación a modo.
Los daños a la nación son terribles. Hay persecución descarada a los opositores, llámense expresidentes o empresarios. La provocación al desmantelamiento de la estructura social es directa por vivir en las Lomas o en la colonia Del Valle. Las obras de infraestructura son dinamitadas porque las inició el anterior no lo que llaman la Transformación.
Únicamente debe existir una marca, un color, un partido político, una percepción del mundo. Todo lo que en realidad nos incumbe no se soluciona. La violencia está convirtiendo al país en un cementerio, hay anuncios oficiales de gobiernos incompetentes que piden a los criminales no arrojar cadáveres a la vía pública.
La pandemia es un asunto menor para el gobierno, hasta los condenados a muerte están en semáforo verde y serán una estadística menor mucho menor a las cifras que le preocupan al poder que es medir mentiras públicas.
Las fiestas, lujos y desplantes de quienes nos gobiernan son insultantes, pero tratan de ocultarlas y si son descubiertos quedan a disposición del olvido porque ya estalló otro escándalo superior. Pensamos sembrar arbolitos cuando el desempleo y la carestía impactan con registros históricos.
Las funerarias tienen más servicios que los comederos públicos y las inversiones más fuertes en prisiones que en escuelas. Día a día crecen los enemigos y el radicalismo. Los insultos en redes sociales son mayúsculos y los enfrentamientos callejeros también y sólo por opinar. Aquellos que defienden lo indefendible pronto se darán con la frente en el concreto porque no han o tenido hasta el momento ni un beneficio y ni lo tendrán porque la sacudida les impactará de una u otra manera, sin trabajo, sin dinero, sin medicamentos, sin instituciones que resuelvan, sin transportes públicos seguros, sin futuro.
Pero están cegados porque el engaño ha fructificado: el enojo tiene que tener una salida y esa es la creación de fantasmas convertidos en monstruos de corruptos inventados. Si el presidente en alguna ocasión prometió ser como Colosio (lo dijo en campaña) debería de buscar justicia y equilibrio, integridad y honestidad. Reconocer errores no significa humillarse, reconsiderar es de prohombres.
Nadie en sano juicio puede creer que fortalecer el odio es misión de un estadista.
Conductor del programa Va Enserio MexiquenseTV canal 34.2