Uno de los instrumentos de la seguridad que sirve para obtener información, consiste en de la inteligencia, que es una herramienta que ha sido mal utilizada y su uso ha desvirtuado el sentido de la seguridad.
Cabe hacer varias precisiones. La más básica es, que la inteligencia no es sinónimo de seguridad; sino que es un instrumento que sirve para obtener datos para adelantarse a los hechos y tomar decisiones.
Por ejemplo, las embajadas de todos los países en el mundo realizan funciones de inteligencia para obtener información y llevarla a sus gobiernos para tomar decisiones estratégicas para obtener beneficios en lo político, lo económico y lo social.
Sin embargo, la inteligencia mexicana presenta varias aristas que impiden su correcto desempeño.
Uno de ellos es que la inteligencia y los bienes jurídicos que debería tutelar, como la seguridad, el combate a la corrupción o la economía nacional no ha demostrado servir para los objetivos de la Agenda Nacional de Riesgos que se desprenden de dichas actividades.
Por el contrario, ha servido para conocer la información que posee la prensa de investigación, para denostar al contrincante político o para obtener beneficios personales.
Prueba de ello es la capacidad económica que tuvo Joaquín Guzmán Loera para coaccionar servidores públicos durante su estancia en prisión. Esta es una de las razones por las cuáles los delincuentes hacen todo lo posible por no ser extraditados al sistema de justicia y penitenciario de justicia norteamericano, porque la probabilidad de corromper sus sistemas es de pocas probabilidades de éxito.
Otro ejemplo de la falibilidad de la inteligencia mexicana fue, la ausencia de control en el manejo de información y en la toma de decisiones de los distintos niveles de autoridad, que participaron en la recolección y manejo de información sobre los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa en Guerrero; por tal motivo cuando llegó la información a la oficina del presidente estaba minimizada a un conflicto local causado la ausencia de acciones del gobierno de Guerrero. Posteriormente vino la vorágine política.
Más recientemente, el fallido operativo y descoordinación en la detención en Culiacán, Sinaloa, de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” que vino a desvanecer la presunta coordinación del ejército y la SSP así como la estrategia de seguridad de la 4T, mientras que cuando atraparon a “El Chapo” la DEA y el FBI aportaron la inteligencia en tiempo real para que la Marina lo capturara.
Hoy, el poder político, -que no las Fuerzas Armadas-, se vio rebasado, con una autoridad que retardó su salida a medios para informar de la situación y cuando lo hizo justificó la devolución del hijo del capo, en lugar de fortalecer a las Fuerzas Armadas.
Para lograr la eficiencia de la inteligencia mexicana es necesario e indispensable desvincular el carácter político de la dirección de los órganos de inteligencia, el reforzamiento de controles internos y la supervisión externa, difícilmente la inteligencia mexicana podrá aportar sus beneficios a la seguridad o a algunos de los temas de la Agenda Nacional de Riesgo, como la economía o la sociedad.
En duda queda la eficiencia y necesidad de la permanencia de un control legislativo en materia de inteligencia, cuando se ha demostrado que algunos de sus individuos han sido corrompidos por la delincuencia.
El autor es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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