Desde mi visión como periodista de geopolítica y geoeconomía no es ninguno de los múltiples rifirrafes en los que han participado Putin, Biden, Jinping o Johnson –o bien la OTAN–, y ni siquiera las mutaciones del SARS-CoV-2 o el avance en la vacunación antiCovid lo que para mí es el suceso más relevante de 2021.
El desastre de la evacuación de las tropas militares en Afganistán constituye un parteaguas para Occidente al que Estados Unidos arrastra en su decadencia con su bochornosa huida, desorganizada y encima ignorando a los aliados de la OTAN a los que metió en tierras afganas desde que activó el artículo 5 de la Alianza y obligó a una defensa en bloque aliada y a una invasión tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El aniversario de los veinte años de aquellos lamentables hechos terroristas y su consecuente ocupación de Afganistán no podía tener peor relato que el acontecido en agosto pasado.
Ha sido la victoria de Odiseo sobre de Polifemo, el salvaje ignorante de la justicia y de las leyes, que con su único ojo se ha creído amo y señor y ha ejercido su imperialismo tras la Segunda Guerra Mundial y se había acomodado a reinar en solitario tras el desmantelamiento del bloque soviético-comunista y lo que parecía el final de la Guerra Fría.
Pero todos los imperios tienen su fin, simplemente hay que ver a Roma cuya agonía comenzó entre traiciones familiares con una putrefacción entre sus cuerpos legislativos y una corrupción que hedía desde las alcantarillas mismas… hasta las catacumbas anunciaban su destrucción.
Veamos también el caso del gran Alejandro Magno que no evitó su propia destrucción devorado por la ambición de la conquista devastadora, el Imperio Macedonio extendido por tierras tan lejanas alcanzó su cénit aquel 13 de junio del 323 A.C con la muerte del guerrero griego en Babilonia a los 33 años de edad.
El siglo XXI es la tumba del poderío norteamericano que no puede eclipsar más el auge de China, ni la competencia de Rusia, ni el papel preponderante que tendrá India más pronto que tarde.
También hay un hartazgo global. Los países más débiles están cansados de la política del palo y de la zanahoria y las naciones aliadas tradicionales, se sienten traicionadas, vilipendiadas e ignoradas desde hace varios años por la política exterior norteamericana obsesionada solo con minar y evitar que China se apodere de toda la circunferencia.
Estados Unidos ha olvidado lo importante que son las alianzas. Rusia y China no. Mientras la política exterior desde Washington está entretejida de malas decisiones que solo generan más confrontaciones, muchos países débiles buscan rebelarse a la política de saqueo, de ocupación, de violencia y de sangre que, desde la Casa Blanca, se ha echado a andar como si fuese una máquina cegadora.
A COLACIÓN
Odiseo ha matado al cíclope, le ha cercenado el ojo, lo ha expulsado de sus tierras pero antes le ha sacado las vísceras y ha regado con su sangre su suelo como si quisiera abonar nuevas semillas por cada hijo matado… por cada padre… por cada madre y por cada vida que el gigante devoró durante su ocupación.
Afganistán ha terminado 2021 con los talibanes otra vez en el poder, como si fuese una mandrágora a la que cortas y otra vez crece, y cortas y vuelve a crecer más y más.
Pero la diferencia con el Afganistán derrotado de hace dos décadas es que la salida mal organizada y vergonzosa de las tropas norteamericanas lo ha empoderado… ha empoderado a los talibanes… ha empoderado a muchos otros grupos terroristas y ha empoderado a los sátrapas que han visto menguar ante sus ojos el poderío táctico de Estados Unidos.
Porque se puede tener cientos de bombas pero carecer de táctica y la táctica hace siempre la diferencia entre la victoria y la derrota. Se puede tener miles de soldados pero caer vencidos ante un centenar porque la táctica no es un sinónimo de cantidad.
Aquel jueves 26 de agosto de 2021 quedará marcado en la historia indeleble del mundo: el atentado terrorista en las cercanías del aeropuerto de Kabul que se llevó la vida de 13 soldados estadounidenses y mató otros cientos de civiles (reivindicado por el Estado Islámico) traerá una serie de desgracias para Occidente no solo por su vulnerabilidad ante el terrorismo sino ante el desastre per se porque carece de una organización efectiva y de una cohesión evidente. Afganistán es apenas el canto del lobo, tristeza de lo que nos aguarda.