Las tres entregas anteriores se enfocaron en el carácter y factores que podrían llevar a la consolidación del obradorismo como una corriente política, así como las formas que modificará el futuro mapa político. En esta última entrega, se verán cuatro escenarios de 2021 a 2027, a partir de dos premisas: la inercial y la alternativa, cada una pensando en la desaparición o no de López Obrador de la escena pública.
Partiré de dos supuestos para el análisis:
Primero: López Obrador es un político altamente predecible. Ha construido su carrera política a través de estrategias de comunicación simples, como encarnar los valores e imágenes del nacionalismo revolucionario, una narrativa moral y su capacidad para lucrar políticamente de sus derrotas. Por otra parte, sus políticas y tácticas para gobernar son anacrónicas y personalistas. Ejemplos: cuando estuvo al frente del gobierno del Distrito Federal, pretendió pasar por encima de una Asamblea donde no tenía mayoría a través de bandos e impulsó numerosas consultas sin rigor o umbrales mínimos de participación para tomarlas en serio. Sin embargo, el personaje político que posicionó es altamente creíble y lo seguirá siendo mientras domine el imaginario.
Segundo: Si López Obrador es altamente predecible, los escenarios dependerán fundamentalmente de lo que haga la oposición. No se considerará aquí relevante si hay un avance opositor en la Cámara de Diputados en 2021 o su magnitud: a final de cuentas, sólo sería un punto de veto en el mejor de los escenarios, y no una fuerza proactiva. Tampoco tienen la capacidad organizativa para ser una alternativa electoral competitiva y con un discurso alternativo, al menos en el corto plazo. Si la apuesta de un bloque opositor es repetir las dinámicas de bloqueo que prevalecieron entre 1997 y 2012, terminarán fortaleciendo a un presidente que sabe manejar la imaginación popular, y tiene numerosos recursos para radicalizar su discurso si es necesario. Al contrario, podrían ser una fuerza relevante rubo a 2024 si tienen la capacidad para plantear algo distinto e igual de atractivo a lo que ofrece el gobierno. Lamentablemente, no hay mucho espacio para el optimismo bajo este supuesto.
Dicho lo anterior, revisemos los escenarios:
Inercial 1: Tras las elecciones de 2021, la oposición usa su espacio en la Cámara de Diputados para quitar a López Obrador del poder, dado su pésimo desempeño económico y manejo de la pandemia. Si Morena y aliados quedan como primera minoría, el presidente recurriría a bandos y decretos para gobernar. Ante su público, hablará sobre la urgencia de consumar a la Cuarta Transformación, y hablará sobre vencer cualquier obstáculo, sea cual fuere.
El entorno de polarización se radicaliza, pero la ausencia de una alternativa no solo le permite superar la prueba de la revocación, sino aumentar su popularidad. Con ese auge declara que, aunque él se opone a la reelección, el pueblo requiere de él un enorme sacrificio, el cual está dispuesto a asumir. La reforma a la Constitución y la elección de 2024 son un día de campo. Se consolidaría una corriente obradorista predominante, apoyada por órganos públicos encargados de compilar y reinterpretar el pensamiento político del prócer para justificar las decisiones públicas.
A mediano plazo, la eventual desaparición del presidente desatará una pugna entre facciones, convirtiéndose el ejército en un factor decisorio si hay situación de vacío de poder. La oposición, marginal, radicalizará más su discurso, posicionando candidatos extremistas, pero afines, arraigando la división entre mexicanos. Si el régimen pierde popularidad y la capacidad de controlar la imaginación, podríamos tener un golpe de péndulo, igual de demagógico, entre 2030 y 2036. Probabilidad: 40%.
Inercial 2: Como en el primero, la oposición es meramente reactiva, y el presidente radicaliza su discurso. Sin embargo, pueden ocurrir dos cosas: López Obrador pierde la revocación por escaso margen, o desaparece de la escena política.
Ante cualquier eventualidad, hay una pugna feroz al interior de Morena por quién sustituirá al ejecutivo. Si la oposición tiene una presencia significativa en la Cámara de Diputados, podría negociar la aprobación de un moderado como presidente sustituto. Sin embargo, el caos en la coalición gobernante puede ser tal que intervenga la organización garante de la institucionalidad: el ejército.
El tema de la elección de 2024 sería la continuidad del obradorismo, pero sin un líder carismático, Morena y aliados ganan con estrecho margen, constituyéndose en primera minoría. Durante el sexenio 2024-2030, el obradorismo se segmenta entre diversos grupos que se pelean por identificarse como herederos del malogrado ejecutivo. Rumbo a 2030, habría obradorismos de izquierda, centro y derecha. Probabilidad: 20%.
Alternativo 1: Después de las elecciones de 2021, la oposición termina de darse cuenta que 2018 fue un final de época y no un accidente. Por ello, es indispensable tejer un discurso alternativo. Sin embargo, no puede haber alternativa si no hay credibilidad. Así, entre junio y septiembre pactan un programa legislativo básico, junto con la promesa de no presentar propuestas que los contrasten.
No importa que esté predestinada a ser testimonial: una agenda alternativa e incluyente para todos los mexicanos sería un mejor dique a los excesos del ejecutivo que la simple reacción. Del lado de Morena, un núcleo de diputados que hayan logrado la reelección podrá tener base electoral propia, y predisposición por desmarcarse de las posturas extremas del presidente. Los liderazgos que asuman esto serán parte de los actores relevantes del sexenio 2024-2030.
Un discurso alternativo, con capacidad para mover el imaginario, le restaría atención al presidente. El desgaste de gobernar y un escenario adverso harán que se radicalice, pero con menos efectividad a como lo ha hecho hasta el momento. Si los partidos de oposición se dan cuenta que la revocación es una trampa, preferirían esperarse a 2024: por ello este escenario no contempla que se lleve a cabo.
Aunque es muy difícil que haya candidatos opositores competitivos rumbo a 2024, la atención se centrará en los aspirantes morenistas. Sin el carisma de su jefe, sus posturas oscilarán entre la continuidad de lo que interpreten como “auténtico obradorismo” y una crítica del gobierno en turno. Para ganar, irán hacia posturas moderadas, atrayendo indecisos y desencantados con López Obrador.
Si los políticos de Morena ven que el presidente ya no es factor de unidad, buscarán desmarcarse. Esto puede llevar a tres escenarios, no necesariamente opuestos entre sí. Primero, el partido consolida su proceso de institucionalización interno, lo cual implica estructuras e ideario, entre otros elementos. Segundo, los legisladores y ediles buscarán, gracias a la posibilidad de reelección, tener bases propias a través de un discurso y acciones distinguibles. Tercero, si el faccionalismo al interior del partido no les permite acomodarse, buscarán migrar a otros partidos, sean aliados u opositores.
Morena ganaría la presidencia en 2024, con un escenario probable de gobierno dividido. Si bien habría radicales del partido de gobierno leales a López Obrador, un par de golpes de autoridad harían creíble el desmarque. El nuevo presidente, o nueva presidenta, podría adoptar posturas pragmáticas y apostar por el reformismo, revirtiendo algunas decisiones del sexenio anterior. De cara a 2027 comenzaría a tejer su propio discurso de gobierno alejado del obradorismo, el cual sería relegado a partidos minoritarios, como el Partido Frente Cardenista de Renovación Nacional, en los años del PRI hegemónico. Probabilidad: 25%.
Alternativo 2: En este escenario, el presidente desaparece durante la segunda mitad del sexenio. Si es por causas naturales, habría una pugna al interior de Morena, aunque una oposición moderada puede evitar los riesgos de rupturas fuertes. Si es por revocación, el partido en el poder adoptaría posturas de centro, para salvar 2024. La diferencia con el escenario anterior sería que el obradorismo tendría más fuerza por la nostalgia que López Obrador evocaría, dividiéndose rumbo a 2030 en corrientes que busquen alianzas electorales pragmáticas, hasta con los hoy opositores. Probabilidad: 15%.
No sobra añadir que un ejercicio de prospectiva contempla escenarios con información limitada y desde el punto de vista del momento en el que se realiza. Pueden suceder muchas otras cosas, o variantes de los arriba escrito. Sin embargo, no ocurrirá lo que uno desea con fuerza que suceda: cuestionen todo.
@FernandoDworak