Como todo ser humano, un político puede morir en cualquier momento por más adinerado e influyente que sea. Es lógico entonces que el presidente Andrés Manuel López Obrador piense en esa natural probabilidad máxime cuando padece del corazón, y además, le tocó ejercer el poder en tiempos de pandemia.
Y él, preocupado por la gobernabilidad del país ante una repentina ausencia absoluta de su persona –toquemos madera–, previsoramente tiene un “Testamento Político”, según adelantó en el video por medio del cual informó encontrarse bien de salud después del cateterismo cardíaco que le fue practicado.
Un cateterismo cardíaco no es una cosa menor. Lo sé porque hace tiempo a mi padre le practicaron uno, y aunque el diagnóstico de los médicos fue bueno, él de por vida toma medicamentos para el corazón diariamente, y no puede darle ni una fiebre porque se le dispara la presión y el ritmo cardíaco. Nosotros vivimos con el alma en un hilo.
Por eso entendemos el estado de salud del presidente López Obrador. Qué bueno que en él se trató de un cateterismo rutinario, según se explicó oficialmente. Como sea, el corazón es el corazón, y si se para ahí se acaba todo.
Pero no hay que ser pesimistas, seguramente habrá AMLO para mucho tiempo.
Lo que no entiendo es eso del “Testamento Político”. No existe una figura jurídica así, ni en la Constitución Política, ni en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, ni en lineamientos del Instituto Nacional Electoral (INE); o algo por el estilo.
El testamento –a secas— es una figura civil, plasmada en el Código de la materia. Y el Código Civil Federal define al testamento como “un acto personalísimo, revocable y libre, por el cual una persona capaz dispone de sus bienes y derechos, y declara o cumple deberes para después de su muerte.”
Más claro, ni el agua.
Entonces, el presidente López Obrador en su testamento no puede disponer de los bienes públicos, ni su derecho político de ejercer la Presidencia de la República, ni declarar deberes correlativos.
Sin duda es loable la preocupación del presidente AMLO sobre garantizar la gobernabilidad en el país, porque ciertamente existe la probabilidad del caos ante la ausencia absoluta de un mandatario nacional en ejercicio, llámese como se llame y sea del partido que sea.
Pero no puede, mediante testamento, dejar Presidente Substituto, que la figura prevista por la Constitución Política cuando la ausencia absoluta del Presidente Constitucional ocurre en los últimos cuatro años del sexenio. El Presidente Substituto es el destinado a concluir el periodo.
López Obrador es tan, pero tan sui géneris que esa idea del “Testamento Político” hasta hace suponer la intención de continuar ejerciendo el Poder Ejecutivo más allá de la muerte. Deberá explicar detalladamente a qué se refiere con “Testamento Político”.
Quizá se trate de una larga lista de recomendaciones a los órganos competentes de Morena para proponer al substituto, dejando el nombre de éste por escrito. Re-co-men-da-cio-nes, porque ¿cómo obligarlos en su ausencia absoluta?
Si vivo no le hacen mucho caso algunos morenistas, imagínense muerto.
Y en Morena, internamente, sí qué es un lío la gobernabilidad. La oposición llegaría más fácil y rápido a un acuerdo, que los propios morenistas entre sí.
AMLO no se debería preocupar tanto por su sucesor si él llega a faltar antes de concluir su mandato –toquemos madera–; el Constituyente ya lo hizo por él: En el artículo 84 de la Carta Magna plasmó cómo debe proceder el Congreso de la Unión ante la ausencia absoluta del Presidente de la República, así como las hipótesis de mandatario interino, provisional y substituto.
EN VIDA
El presidente López Obrador debería hacer en vida todo lo necesario para garantizar la gobernabilidad del país durante su sexenio (porque ningún mexicano bien nacido desea su muerte), o hasta donde Dios le permita vivir.
La población mexicana todavía no ve ese cambio verdadero prometido en campaña, además del acariciado sueño del desarrollo de nuestro país; desarrollo social, pero también económico, los dos juntos, porque uno sin el otro no existe.
Claro, el presidente AMLO solo no puede; necesita de Morena, de la oposición y de la ciudadanía en general. Una armonización de en y de conjunto.
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