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En defensa de Aristegui y Loret; Scherer frente al abuso de poder

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Víctima del abuso del poder presidencial En Tiempo de Saber, Julio Scherer García escribió: 

“La calumnia desde el poder es un crimen a mansalva. Requiere de la alevosía para mantener en la sombra a su autor; requiere también del abuso, la disputa desigual. Traiciona, además, porque finge cercanía o amistad por la víctima.

“Calumnia el débil moral, al margen de su cultura o su sapiencia. Calumnia el vencido, sin energía para un enfrentamiento real. A todos puede rondar en algún momento la idea de herir mortalmente a su adversario, pero si la calumnia nace en el ámbito presidencial, el delito alcanza todo su hedor”. 

Desde que llegó al poder, el presidente Obrador convirtió al Palacio Nacional en un estercolero. Así ocurría en la Edad Media cuando la mayoría de los castillos eran utilizados desde corrales para ganado hasta estercoleros sucios y malolientes.

Así ha convertido Obrador al mayor símbolo del poder: en un estercolero. No es el único, cabe aclarar, pero si el más apestoso con el desembarco de la “cuarta transformación”. Y como decía Scherer “si la calumnia nace en el ámbito presidencial, el delito alcanza todo su hedor”.

En efecto, dos periodistas Carmen Aristegui y Carlos Loret (no son los únicos) son víctimas de la columnia presidencial. Obrador transpira odio por ellos. 

Scherer sentía un aprecio especial por Aristegui. La cobijó bajo su sombra como lo hizo con Adela Navarro quien quedó al frente del semanario Zeta a la muerte del periodista Jesús Blancornelas. 

En 2006 cuando se cumplieron 30 años del golpe a Excélsior se hizo una edición especial del libro Los periodistas escrito por Vicente Leñero. Entonces Scherer se encargó de escribir un texto a manera de presentación y Carmen Aristegui se encargó del prólogo. 

En Los periodistas se narra lo que hasta entonces se consideraba “el más duro golpe de la historia del periodismo nacional”, organizado desde el poder presidencial. El 8 de julio de 1976, fue asesinado el “Periódico de la vida nacional” y, junto con él, la posibilidad de la palabra crítica.

Parece que fue ayer, pero casi cinco décadas después la situación ha empeorado con el desembarco de Obrador en el poder. Nunca antes los periodistas habían sido tan fustigados y criminalizados.

En el gobierno de la “cuarta transformación” decir la verdad cuesta y puede costar la vida. 

Carmen Aristegui y Carlos Loret no son unos bisoños. Son periodistas experimentados y gozan de una importante influencia y a lo largo de los años se han confrontado con el poder como consecuencia de su quehacer periodístico. 

Durante muchos años Obrador fingió cierta amistad con la periodista Carmen Aristegui, ahora desde el poder la fustiga como lo hace también con Carlos Loret a quien ya trae de encargo desde hace tiempo.

Los vituperios de Obrador contra ambos periodistas son tan inveterados como estúpidos. 

Todos somos testigos del despido de Aristegui de la empresa radiofónica MVS en 2011 por solicitar durante un programa a la Presidencia que aclarara el presunto alcoholismo de Felipe Calderón. 

El comentario de la periodista provocó el enojo de Calderón quien manifestó su malestar a la familia Vargas concesionaria de la radiodifusora. La empresa alegó que Aristegui transgredió el “código de ética” y fue despedida, pero ante las presiones del auditorio, manifestaciones de apoyo y críticas en las redes sociales la periodista fue reinstalada después de varios días de “castigo”. 

Al presidente Calderón le caló que Aristegui lo tildara de alcohólico y exigió una “disculpa pública”. La periodista se negó a tal cometido. Calderón aguantó y no le quedó más que tragar sapos sin hacer gestos. 

Años después Joaquín Vargas, presidente de MVS recibió presiones del presidente Peña Nieto por la publicación del libro La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto en el que se reveló la trama de corrupción detrás de la lujosa residencia.

Joaquín Vargas concedió la cabeza de Carmen Aristegui y la despidió. De acuerdo a los alegatos del empresario la periodista había participado en un equipo de investigación sobre el tema usando la marca MVS en la plataforma ciudadana Méxicoleaks, por lo que la compañía radiofónica daba por concluido el contrato entre la periodista y dicha empresa.

Después de varios años la Suprema Corte de Justicia confirmó la sentencia de un tribunal federal que declaró ilegal e indebida la conclusión del contrato de Aristegui con MVS.

El presidente Peña alegó “daño moral” y entabló un juicio contra la periodista, pero Aristegui terminó bien librada para su fortuna.

Incluso Obrador llegó a asumirse como “defensor” de Aristegui ante los excesos y complicidades de MVS con el poder presidencial. 

Obrador llegó a comentar que aunque no se esté de acuerdo sobre el contenido de los programas o cómo se dio a conocer la información, se debe defender la libertad de expresión.
Según Obrador Aristegui “fue víctima de un acto de prepotencia, de pretender acallar un espacio radiofónico plural, democrático y profesional… con el cese de la conductora ¿dónde queda el derecho a disentir, dónde queda el derecho a la libertad de expresión… Con estas actitudes se confirma que en México impera una dictadura que se ejerce a través del control casi absoluto de los medios de comunicación”. (https://www.proceso.com.mx/nacional/2011/2/10/amlo-pide-mvs-reinstalar-carmen-aristegui-83708.html)

Obrador, ahora desde el poder, actúa como un inquisidor. 

Intolerante a la crítica, Obrador no soportó que se haya exhibido la residencia de Houston y la lujosa y suspicaz vida de su hijo José Ramón López Beltrán denunciada a los cuatro vientos por Carlos Loret como una muestra de las mentiras y la corrupción obradorista.