La “casa gris”: entre la chacota y el conflicto de interés

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Llevamos más de dos semanas con el escándalo de la “casa gris” de Houston. Hay quienes afirman que la estrategia de golpeo al presidente debe mantenerse en esa vía. De hecho, el presidente ha recurrido a todos sus trucos de comunicación a lo largo de estos días, desde envolverse en la bandera, pedir el penacho de Moctezuma a Austria, el encontronazo con España, y hasta la bajeza y abuso de poder que representa el ataque a Carlos Loret de Mola el pasado vienes 11.

Sin embargo, y por más que eso melle en la popularidad del presidente, quizás solo termine restándole márgenes de maniobra para concretar algunas de sus reformas constitucionales. Pero si lo vemos con más detenimiento, es un indicador del control que tiene López Obrador sobre la agenda pública que esté pensando en cambiar la Constitución durante la segunda mitad de su mandato.

¿Será este escándalo la debacle de Morena? En realidad, estamos muy lejos de ello, toda vez que no existen liderazgos opositores que sepan canalizar el descontento alrededor de una alternativa. No habrá alternativa creíble mientras no haya autocrítica, y será difícil que ésta se presente si los mismos políticos que nos metieron en esto, por acto u omisión, insisten en mantenerse en la vida pública, medrando de un discurso vacío y reactivo.

Por otra parte, el alud de memes y chistes malos sobre José Ramón López Beltrán pueden ser graciosos, pero terminan siendo banales e irrelevantes; todavía más cuando se enfocan en la vida personal del hijo del presidente. ¿Su esposa se casó con él por amor? No soy nadie para afirmarlo o negarlo, pero ciertamente el marido será parte de la élite en el poder por, al menos, los próximos dos sexenios: si no hay amor, hay conveniencia a largo plazo.

Lo más patético de todo este entorno, es que nadie, ni en el gobierno ni en la oposición, está hablando sobre un tema central: ¿cómo se pueden reducir los márgenes de maniobra de un gobierno, para evitar en lo posible problemas de conflicto de interés tan escandalosos? Lamentablemente las pasadas administraciones regularon lo mínimo en temas como transparencia y rendición de cuentas, y ese fracaso abrió la puerta al discurso moral, caudillista y simplista del presidente.

Es aquí donde se aprecia el nudo gordiano que nos tiene atados a un debate que no ha llevado a parte alguna en más de tres años. ¿Puede venir la solución del PAN del Jefe Diego y la “Estela de Luz”? ¿Del PRI de la “Casa Blanca”? Si no hay un esfuerzo creíble por superar esto, la discusión pública se reducirá a cuántas “estelas de luz” o “casas blancas” valen cualquier desfalco del gobierno, y eso termina abonando a la narrativa del presidente.

¿Le interesa al gobierno hablar claro sobre un buen diseño institucional para combatir actos de corrupción como lo conflictos de interés? Desde luego que no, y nadie lo pondrá en la mesa mientras las frases simplistas del presidente como “energías limpias sí, negocios sucios no” sigan pegando entre sus seguidores. Mientras tanto, la moralidad y la honestidad seguirán dominando la discusión pública por encima de la ética y la integridad.

Para no hacer el cuento largo, estamos atrapados en la retórica del presidente. Pero supongamos que, en efecto, cae. ¿Quién lo reemplazaría? No la oposición vociferante, pues solo existe en las redes, sino grupos verdaderamente organizados – y esos no son los que nos gustaría que nos gobernasen.

¿Qué hacer? Si realmente deseamos dejar de perseguirnos la cola, la única salida está en nuestra capacidad individual para hablar claro de los retos, alejarnos de la cháchara y poner los puntos sobre las íes. Todo avance en temas como libertades individuales, limitación del poder y democracia ha sido producto de luchas contra los gobiernos, no concesiones graciosas de quienes ostentan la autoridad. Ésta no es la excepción.

@FernandoDworak

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