Para el Estado mexicano la seguridad solo se circunscribe a salvaguardar la vida, las libertades, la integridad y el patrimonio de las personas, y contribuir a la generación y preservación del orden público y la paz social, tal y como aparece en el artículo 21 constitucional, es decir, solo a cuestiones de seguridad pública cuando en realidad, es más, mucho más.
Cuando la seguridad compromete a los campos del poder, tiene impacto en los subsistemas en donde se encuentra también la salud, pero ha sido un subsistema desatendido por varios gobiernos, en el que el presupuesto funciona sólo para mantener los recursos básicos y se carece de una planeación para atender a los enfermos por enfermedades pandémicas, como el Covid-19, que también es asunto de seguridad, debido a dos factores.
Primero, a que es necesario desviar recursos de las actividades permanentes del sector salud o del sector defensa y marina, para atender a los enfermos; y segundo, porque a falta de la planeación en salud, debe pensarse en incluir factores como la salud en la seguridad nacional.
Parece que el gobierno apuesta a superar las deficiencias en las políticas y decisiones del sector salud a la llegada de la primera vacuna, pero sin considerar la atención hospitalaria que ha costado la vida de casi 120 mil mexicanos.
Pero la llegada de la vacuna no detendrá la propagación del virus, que en gran medida depende de la imposición de las políticas públicas, pero con la participación ciudadana, que en muchas ocasiones no ha dado muestra de colaboración.
Las acciones han resultado contradictorias, desde el momento en que se descalificó el uso del cubrebocas, hasta la insistencia en permanecer en casa.
La revolución silenciosa al amparo del confinamiento en que nos encontramos una gran parte de los ciudadanos de todos los países está provocando el movimiento de conciencias y el cuestionamiento filosófico o existencial sobre los modelos en que descansan los Estados. No son de izquierdas o de derechas, sino de modelos políticos, económicos o sociales.
No es el neoliberalismo ni su globalización, dirían los de izquierda; tampoco las nuevas corrientes de la izquierda en el mundo y su forma de ver la política y la economía.
Lo que hizo la pandemia de coronavirus fue apresurar la decadencia de los subsistemas y los modelos de Estado que, algunos están por colapsar, u otros ya están en crisis.
El gobierno de izquierda en México no ha tenido la audacia para demostrar la diferencia de gobernar, respecto de sus antecesores regímenes. Les caracteriza la denostación a sus antecesores para justificar su deficiencia, a sus críticos y una aparente ausencia de planeación.
No tiene planeación en salud y economía y no se trata de un asunto político, sino de eficiencia en un régimen que se empeñó en llegar al poder, pero incapaz de poner el orden en un Estado que dice que recibió en decadencia, pero parece que está empeñado en permanecer en esas condiciones.
El autor es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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