Xóchitl Patricia Campos López
Aunque los populismos latinoamericanos tienen una identificación común con la izquierda, existen formas de justicialismo conservador que pueden tener mayor calado que los progresismos actuales. Vicente Fox fue un caso notable, además de convertirse en el San Jorge guanajuatense su eficaz populismo permitió que el modelo neoliberal pasara desapercibido hasta que, equivocadamente, se confrontó con AMLO. El populismo conservador perdió la legitimidad frente al populismo progresista, lo que se evidenció con las apretadas y confusas elecciones de 2006. El encono del desvarío foxista generó una fractura social que irritó profundamente a la sociedad cuando el neoliberalismo desató una guerra injusta que dañó al Estado nacional.
Aunque el presidente López Obrador cuenta con una aprobación auténtica que se proyecta positivamente para MORENA en 2024, lo cierto es que los candidatos morenistas no superan a AMLO y la continuidad de la Cuarta Transformación se enfrenta al enorme poder de veto que las élites de la Nomenklatura implantaron en las reglas no escritas de la sucesión presidencial.
La sucesión norteamericana también afectará la sucesión en México, no sólo por el control que los Estados Unidos tienen del sistema político nacional sino por el perfil del grupo republicano que se haga del control en la competencia de dicho partido por la presidencia, esa sí, imperial. El trumpismo está haciéndose protagonista y busca ejercer una influencia -al estilo Vladimir Putin- en la república mexicana. Una opción para el populismo norteamericano puede ser Eduardo Verástegui quien ha adquirido, como Vicente Fox, un realce en la comunidad latina de Norteamérica durante las elecciones polémicas de 2020.
El 2024 mexicano y estadounidense se sincroniza de un modo grave. Aunque el presidente Donald Trump desarrolló una relación positiva con López Obrador y en contra de los neoliberales, todavía es temprano para señalar si algún candidato lopezobradorista o del PRIANRD, goza de su favor. Lo que resulta seguro es la confianza en Verástegui para desarrollar una estrategia de entendimiento y aprobación para que los mexicanos, de aquí y allá, promuevan el trumpismo. Ningún candidato presidencial mexicano hace votos por Donald Trump, pero Eduardo Verástegui tiene una influencia importante en los sectores del nacionalismo católico, el conservadurismo estadounidense y el anticastrismo de la Florida.
La relación de México y el Partido Republicano ha presentado mejores dividendos que la geopolítica de los gobiernos demócratas hacia nuestro país. Obama, Clinton y Carter son una tragedia en las relaciones mexicanoamericanas. Donald Trump y Morena coinciden en la crítica al neoliberalismo y varios grupos del conservadurismo clásico conceden razón a la propuesta antineoliberal de regenerar el cristianismo guadalupano mexicano y promover un capitalismo nacionalista. Incluso Verástegui podría desplazar a Peña Nieto y el PRI de tener los candidatos presidenciales guapos, ojalá que no anhele superarlo en corrupción y criminalidad. Eduardo Verástegui es un presidenciable en busca de coalición partidista ¡Destápenlo ya!