Ya es también una guerra psicológica

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Al que le tiemble la mano se le caerá el huevo sostenido con la cuchara. Perderá el más nervioso. En la invasión de Ucrania, en este desmedido choque de fuerzas, entre un país sin tecnología nuclear contra otro que posee 4 mil 477 ojivas nucleares, están conjugándose un enorme choque de intereses.

Esta guerra no terminará hasta que lo decida Vladimir Putin. El ambicioso dictador ruso y exagente de la KGB tiene un claro plan preconcebido desde hace años y en él varios escenarios, y meticuloso como es, cada uno contemplado con la posible respuesta por parte de Occidente.

En esta guerra somos títeres de Putin. Y hay que tener la cabeza bien fría e improvisar menos sobre de la marcha, la OTAN ha demostrado capacidad de reacción pero la única Inteligencia militar que muestra sus amplias dotes y capacidades es la estadounidense advirtiendo al mundo, desde principios de diciembre, de las intenciones del Kremlin de invadir a Ucrania.

Debe la OTAN elaborar sus escenarios de reacción conjunta ante esta guerra que día con día se alarga y en la que no hay que hacer grandes esperanzas para la paz a pesar de los esfuerzos de mediación por parte de Turquía, involucrándose además el propio primer ministro, Recep Tayipp Erdogan, no solo poniendo a su territorio como base para la negociación sino también llamando al propio Putin al cese de las hostilidades.

Putin tiene su propio caballo de Troya. En el primer mes de este conflicto, Rusia ha lanzado 1 mil 200 misiles balísticos y de crucero, se trata de 40 misiles diarios que fundamentalmente tienen el objetivo de destruir ciudades y matar a civiles. El propio presidente Volodímir Zelenski denuncia que han muerto más civiles por el asedio que militares ucranios ergo la verdadera intención de la invasión no es destruir infraestructura militar es arrasar ciudades, devastarlas y vaciarlas de su población porque o los mata un misil o los evacuan.

¿Para qué quiere vaciar ciudades? Lo vemos en el caso de Mariúpol una ciudad costera con un censo de 446 mil 103 habitantes y en la que todavía permanecen 170 mil personas escondidas en sótanos y bunkers improvisados. Los nuevos corredores humanitarios terminarán de evacuar a los rezagados dejando así una ciudad fantasma pero con una logística trascendental por su salida hacia el Mar de Azov y por su cercanía con las zonas prorrusas del Donetsk y Lugansk que tanto le interesa controlar al Kremlin.

Hay una táctica deliberada para vaciar ciertas ciudades que son relevantes para los planes de mediano y largo plazo de Putin. Esta invasión en realidad es geoeconómica y geoestratégica, si bien inició con el pretexto de evitar que Ucrania algún día entrase en la OTAN, y hasta se justificó, desnazificar a Ucrania.

Putin no quiere conseguir mediante la paz lo que él desea obtener a costa de enviar a la muerte a sus propias tropas, cuyas muertes se cifran entre los 13 mil a los 17 mil soldados caídos; no le importa siquiera quemar el dinero con cada misil detonado, en cifras aproximadas entre 700 mil y 1 millón de euros dependiendo de su grado de alcance y de sofisticación.

A eso hay que sumarle dos buques de guerra hundidos, con un costo promedio cada uno, de 4 mil millones de euros más un centenar de tanques que rondan los 15 millones de euros cada uno. A la sumatoria habría que añadir todas las municiones y otra artillería utilizada más el sueldo no solo de los propios soldados rusos también están pagando el sueldo de los soldados chechenos y de los soldados sirios más los servicios militares del Grupo Wagner.

A poco más de un mes de iniciada esta invasión, la asonada bélica en Ucrania está siendo costosísima para Rusia. Para Putin debe ser muy preciado lo que busca conseguir, porque creer que se conformará solo con la región del Donbás sería de una ingenuidad absoluta así como atribuirle una voluntad negociadora a un personaje que, a lo largo de su vida y en el ejercicio del poder, nunca ha demostrado dotes negociadoras; basta ver cómo han terminado los lamentables episodios terroristas en Rusia: con los terroristas muertos y con centenares de rusos masacrados por las propias fuerzas liberadoras de seguridad operando bajo las órdenes de Putin. Él no se tienta el corazón.

 

A COLACIÓN

Esta es ya una guerra económica, una guerra mediática, una guerra de fake news, de imágenes, de contenido en las redes sociales y verbal; también es una guerra de propaganda, una guerra por supuesto visual y de posicionamiento en el discurso; una guerra de desconcierto que al mismo tiempo persigue la libertad de expresión y pone el foco en los periodistas como enemigos para silenciarlos negándole así información veraz al mundo. Nada menos doce colegas han sido asesinados por el fuego, la artillería y los misiles rusos. Le falta ser una guerra ideológica pero hasta el momento no lo es.

Sin embargo, ya saltó igualmente a la esfera psicológica. La guerra está jugando con los nervios de Zelenski, de Putin, de Biden, de la OTAN en su conjunto y de nosotros mismos.

Y eso nos mete en un terreno más peligroso porque la imprevisibilidad del conflicto incrementa el temor y profundiza el desconcierto y primordialmente la incertidumbre. Moverse en ese terreno en el que no hay manera de hacerse expectativas más que esperar lo peor cada día conduce a un desgaste moral muy importante. Putin está jugando con eso a su favor, con que terminará doblegando no solo a Ucrania, sino a Occidente, por default en el cansancio y el hartazgo. Y si bajamos la guardia entonces estaremos en sus manos.

Han comenzado a jugar con nuestras expectativas desde el momento mismo de entablar una mesa de negociación en la que envían un mensaje pero hacen exactamente lo contrario como no dar ningún indicio de un alto al fuego.

Hay que tomarse con bastante cabeza fría, el decreto signado por Putin para reclutar a 134 mil 500 hombres –desde el 1 de abril hasta el 15 de julio– a partir de los 18 años de edad. Y más todavía que Rusia afirma haber utilizado dos misiles hipersónicos Kinjal (Daga) en Ucrania, una tecnología que solo tienen Rusia y China y para la que no hay sistemas capaces de detectarlos y destruirlos. Son la bala del Diablo porque pueden llevar tanto ojivas convencionales como nucleares. Eso es jugar con los nervios de la gente porque mete el miedo en el cuerpo.

@claudialunapale