La sucesión presidencial de 1958 fue el primer paso sólido hacia la institucionalización de los acuerdos políticos de las élites para designar al presidente de la República. De 1920 a 1952, las candidaturas del grupo gobernante habían estado marcadas por la confrontación entre la vieja clase política revolucionaria y la nueva camada de funcionarios con educación superior.
Adolfo López Máteos era secretario del Trabajo y Previsión Social del Gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines y su nominación, campaña y elección tuvo un escenario paradójico: importantes rebeliones obreras que condujeron a los arrestos de dirigentes sindicales comunistas y por lo tanto el anuncio de un endurecimiento político.
La disputa por la candidatura tuvo una lista bastante menguada: Ángel Carvajal como secretario de Gobernación, Gilberto Flores Muñoz como secretario de Agricultura y Adolfo López Mateos como secretario del Trabajo. Una desavenencia del presidente con Carvajal impidió la candidatura del titular de la cartera de Gobernación, al grado de que en 1955 llegó Díaz Ordaz como oficial mayor de Gobernación para manejar la dependencia y anular al titular.
La decisión presidencial estuvo marcada por la picaresca del sistema: el presidente Ruiz Cortines jugó con las expectativas de Flores Muñoz para esconder sus preferencias por López Mateos. La anécdota recuerda que el presidente le dijo a Flores Muñoz que pusiera en orden sus cosas y éste asumió que había sido beneficiado por el dedo presidencial. Cuando la nominación fue por López Mateos, Flores Muñoz entró como energúmeno el despacho presidencial y el presidente lo recibió con una sonrisa de preocupación: “ni modo, Pollo, nos chingaron”.
Con López Mateos comenzó el ciclo de los políticos profesionales. Este relevo generacional se mantuvo hasta 1988 cuando llegaron los economistas al poder. El relevo profesional había comenzado con Miguel Alemán en 1946, pero el arribo del pragmático Ruiz Cortines interrumpió la profesionalización política. El principal operador político de López Mateos fue Gustavo Díaz Ordaz, con quien hizo equipo político en el Senado y quien siempre fue el candidato sucesor para 1964.
La crisis sindical de 1958 trunco el avance del sindicalismo comunista y fortaleció el papel de Fidel Velázquez como el gran patriarca del sector obrero del PRI e instancia corporativa canalizadora de las decisiones que tuvieran que ver con la clase trabajadora. Con la represión de ese año el Partido Comunista quedó totalmente excluido del sector sindical y orientó sus actividades hacia la comunidad estudiantil de las universidades públicas.
Al Gobierno de López Mateos le tocó dar el último jalón político a la estrategia progresista del PRI con cuando menos dos decisiones: completar la nacionalización de la industria eléctrica con la compra de acciones aún en manos privadas y consolidar la autonomía diplomática con la negativa en 1962 a cumplir con la instrucción de la Casa Blanca de romper relaciones diplomáticas con la Cuba entonces ya marxista-leninista.
Pero con López Mateos se consolidó y extinguió la vertiente de izquierda progresista del PRI y dio entrada al régimen autoritario de Díaz Ordaz.
Juego de las sillas
- El proceso sucesorio entró en su verdadera dinámica con el resultado de la consulta revocatoria y el logro presidencial de casi 17 millones de votos. El presidente López Obrador pudo imponer su modelo político como eje rector de la sucesión.
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