La invasión de Rusia a Ucrania supera ya los dos meses. De este lado del Atlántico, la asonada bélica se vive de forma convulsa, los telediarios y las mesas de análisis solo hablan de tres asuntos: 1) Más apoyo en armas y dinero para Kiev a fin de debilitar al dictador ruso, Vladimir Putin; 2) acelerar la independencia energética de la Unión Europea (UE) acerca de los suministros comprados a Rusia; y 3) la afectación experimentada por todas las economías europeas –en mayor o menor medida– ante la nueva crisis provocada por las ambiciones de Putin en Ucrania.
No está siendo nada fácil. Los líderes europeos intentan mostrar una cohesión ante el Kremlin, evidenciar que hay unidad y arrojo para no dejarse amedrentar por el temor de una guerra larga en la que, después de Ucrania, siga Moldavia y luego, territorios de la OTAN como Polonia, Estonia, Letonia y Lituania.
Hay cierta mezcolanza de sensaciones al respecto de los acontecimientos actuales: recién inició la invasión rusa, el pasado 24 de febrero, la inquietud de los europeos orbitó en torno a si terminarían arrastrados a otra guerra devastadora como en su tiempo lo padecieron sus padres y sus abuelos.
La mentalidad ha ido cambiando, los europeos han empezado a porfiarse, creyendo que de permanecer todos los miembros de la UE y fundamentalmente de la OTAN juntos y coordinados en las decisiones de implementar sanciones a Rusia y de enviar armas a Ucrania, estarán indemnes de un ataque ruso.
Estos días ha llamado poderosamente la atención el cambio de actitud de Alemania hacia el envío de armamento a Kiev, recordemos que el mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, rechazó la visita de Frank-Walter Steinmeier prácticamente señalando a Alemania de financiar la maquinaria bélica de Putin a través de sus adquisiciones de petróleo y sobre todo de gas ruso; nada más en dos meses de la invasión, Alemania ha pagado 9 mil 100 millones de euros por los hidrocarburos rusos.
El pasado martes 26 de abril aconteció una reunión trascendental de delegados de la OTAN y otros ministros de defensa (un total de 40 militares) entre los que se encontraban Israel, Japón y Corea del Sur. Inusualmente, el evento se trasladó de la sede de Alianza en Bruselas, a la base militar estadounidense en Ramstein, Alemania.
Esta base es la más importante del Pentágono en suelo europeo. El convocante del convite fue Lloyd Austin, titular de Defensa norteamericano y también asistió Jens Stoltenberg, cabeza de la OTAN y como invitado especial, Oleksii Reznikov, ministro de Defensa ucranio.
Son tiempos marciales ya no pueden disimularse más. La estrategia norteamericana pasa por cohesionar a Occidente ante la Rusia de Putin para debilitar lo más posible la capacidad bélica rusa y orillar a que el dictador termine defenestrado por sus propios allegados.
Ahora Alemania trata de demostrar que está en el lado correcto y decide involucrarse más: finalmente, proporcionará a Zelenski 50 tanques ligeros Gepard cargados con cañones antiaéreos.
Además, Christine Lambrecht, ministra de Defensa de Alemania, aceptó que formarán a soldados ucranios en técnicas militares y será creado un fondo especial con 100 mil millones de euros para el ejército germano que rompe además con su tradicional postura de destinar el 1.57% de su PIB a gasto militar para ajustarlo al 2 por ciento.
Pasan los días y caen como cascadas las ayudas militares para Ucrania: treinta países habrían contribuido con aportaciones por más de 5 mil millones de dólares a Ucrania, la mayoría para armamento.
Con la reunión en Ramstein, el jefe del Pentágono confirma la formación de un Grupo de contacto mensual sobre Ucrania, que estará compartiendo información y estrategias para alentar la victoria de los ucranios.
Todos hablan de más armamento, pero pocos traen a colación la paz y la necesidad de una mesa de diálogo y de hacer que esta invasión termine con un acuerdo y no con un misil nuclear ruso.
La visita de António Guterres, secretario general de la ONU, primero a Moscú luego a Kiev prácticamente después de dos meses de asonada bélica ha sido interpretada como el gran fracaso de Naciones Unidas para seguir siendo garante de una paz que, a punto de cumplir 77 años de existencia dicho organismo, ya nadie respeta.
Hay miles de civiles muertos, violaciones y otras atrocidades que van documentándose para demostrar que el ejército ruso ha cometido crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y también un genocidio.
Al respecto, Joseph Borrell, jefe de la diplomacia europea, confirmó que Bruselas aportará un equipo de expertos para colaborar con la Corte Penal Internacional y con la Fiscalía ucrania para reunir pruebas contra Rusia. El presidente Zelenski señala 5 mil 600 casos.
PARA TOMAR EN CUENTA:
La Unión Europea experimenta los efectos de una economía de guerra que empieza a ralentizar su crecimiento, poniendo a varios países al borde de la recesión. Va a empeorar porque la dependencia energética europea es grave.
El Kremlin exige el pago en rublos así es que ya le cortó el suministro a Polonia y a Bulgaria. Los europeos están viviendo la tormenta perfecta con una guerra en su traspatio, temores de que Putin ataque a Polonia o alguno de los Bálticos; cortes de suministros energéticos, menos crecimiento económico, más desempleo y sobre todo una inflación creciente.
La Oficina Europea de Estadística (Eurostat) confirma que el PIB de la eurozona se ralentizó al 0.2% en el primer trimestre del año con una inflación que en abril subió hasta el 7.5 por ciento.
@claudialunapale