Han ido hasta Kiev, tras diez horas en tren, peligrosísimas para ver al mandatario ucranio. Hasta allá se han desplazado tres líderes de los países fundadores del embrión de la Unión Europea: Francia, Alemania e Italia.
La visita del mandatario francés, Emmanuel Macron, del canciller germano, Olaf Scholz, y del primer ministro italiano, Mario Draghi, a la capital de ucrania y a Irpin marca un hito histórico por ser la primera vez en la Historia que tres líderes visitan in situ a un país que está siendo bombardeado por una potencia nuclear.
Pero también es una osadía temeraria. Por menos se ha iniciado una guerra mundial: recordemos el asesinato, el 28 de junio de 1914, del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro. Ese hecho desencadenó la Primera Guerra Mundial.
No quiero imaginar siquiera un misil en el tren que transporta a los tres líderes europeos. Me parece una acción de una enorme irresponsabilidad y temeridad. Pero ya está hecha.
Porque hay que demostrarle hombría a Putin. Porque hay que demostrarle arrojo y valentía al sátrapa del Kremlin empeñado en su pensamiento y concepción de la Historia a favor de devolverle la grandeza histórica a Rusia desde la visión misma del retorno de la Unión Soviética pretendiendo así borrar y negar los cambios sufridos desde la década de 1990.
Hay un peligroso revisionismo y negacionismo histórico que pretende desconocer e ignorar las potestades territoriales y subsumir al mundo en un pasado rancio. Hacerlo implica no solo atentar contra la democracia sino llevar al mundo a una involución histórica.
La visita a Kiev y la reunión con el mandatario, Volodímir Zelenski, lleva todo un mensaje cargado de intenciones, el primero que es absolutamente racional: ¿Cómo puede aceptarse a un país en guerra, invadido, como miembro de la Unión Europea (UE) si se ignora el derrotero inmediato que sufrirá?
Imagínese que el club europeo aceptase de facto, in extremis, a Ucrania como miembro 28 cuando está siendo ocupado, invadido militarmente, bombardeado y destruido. Resulta kafkiano hacerlo.
Ningún otro país bajo dichas circunstancias ha sido aceptado miembro de la UE. ¿Por qué Ucrania, que lleva largos años solicitándolo, tendría ahora el privilegio de ingresar cuando sigue devastado e invadido?
Hacerlo para la UE resultaría un proceso meramente irracional. No lo hizo en el pasado porque aducía problemas de corrupción y de democracia, que por cierto no han sido corregidos en medio de la destrucción provocada por Rusia.
La UE iniciará un proceso de candidatura formal de Ucrania y probablemente de Moldavia, en el peor momento para el primero y lo hará nada más por orgullo y por miedo a Putin. Porque cuando el matón de turno te amenaza lo que hay que hacer es sacar arrojo, valentía y unidad.
Eso lo ha hecho la UE. El dilema es cómo resolverá lo de Ucrania y para ello baraja varias opciones: aceptar la solicitud de adhesión formal a cambio de que Zelenski tenga un acuerdo negociado de paz con el dictador ruso, Vladimir Putin, en el que quizá se logre un estatus de autonomía especial para los territorios invadidos por las tropas rusas. Léase la región del Donbás y los territorios que conectan con Crimea.
A COLACIÓN
Hace unos días atrás al gobierno de Kiev no le cayó bien que Macron hablase de darle una salida “la menos humillante” para Putin en la guerra dejando entrever que es necesario dejar una ventana –por muy pequeña que sea– para la negociación entre Kiev y el Kremlin.
Macron ha vuelto a insistir en su visita a Zelenski en la necesidad de buscar una vía negociada, una salida para una paz en una mesa, con la UE presente como actor garante.
Los próximos días serán cruciales para saber si esta visita tripartita, con abrazos y gestos múltiples, terminarán sentando a Zelenski en una mesa con Putin aceptando un estatus especial para el 20% del territorio ucranio a cambio de comenzar el proceso de adhesión a la UE y fondos de reconstrucción. Aunque, claro lleva trampa: para que Ucrania realmente llegue a ser el miembro 28 podría demorar años y ya no estarán ni Zelenski, ni Macron, ni Scholz, ni Draghi. Quizá tampoco exista la UE si finalmente los grupos radicales fagocitan Europa.
@claudialunapale