Si algún indicio tiene la política mexicana que lo acerque al modelo de una democracia, sin duda hay que buscarlo en el planteamiento público de aspiraciones a cargos de elección popular por personajes tan singulares como el petista Gerardo Fernández Noroña o el priista Alejandro Murat Hinojosa, los dos ya autodestapados como pre-pre-precandidatos presidenciales de sus respectivos partidos.
El caso de Murat es importante y significativo porque acaba de pasar la prueba de su popularidad como gobernador oaxaqueño en las elecciones pasadas a gobernador y el PRI fue aplastado de manera literal por Morena y sus 60% de votos, contra un magro 25% para el candidato tricolor que fue puesto, por cierto, por el gobernador Murat.
El sentido común aconsejaría a políticos con estos resultados a guardar un discreto silencio y a preparar su desaparición de la política, sobre todo si detrás de las cifras se encuentran denuncias realmente graves de corrupción e irregularidades en el gobierno local.
Pero no, los políticos del sistema creen que los ciudadanos carecen de sentido común. Y en las primeras encuestas de candidaturas presidenciales de todos los partidos, Murat aparece con un muy modesto 7%, contra 30% de los dos principales precandidatos tricolores. Y, aun así, el clan Murat está gastando dinero y esfuerzo en una candidatura que nunca llegará, aunque al final de cuentas pudiera parecer una salida menos conflictiva de su gestión de gobernador: en lugar de chiflidos y burlas, el desconcierto de verlo aparecer autonominado como precandidato presidencial del otrora partido tricolor.
El actual gobernador Murat Hinojosa es hijo del exgobernador (1998-2004) José Murat Casab que dejó una estela de corrupción y desprestigio en el estado, pero con suficiente poder como para haber impuesto a su hijo –que vivía en el Estado de México y trabajaba para el gobernador Enrique Peña Nieto– como mandatario estatal de Oaxaca.
Y como no hay mejor termómetro político para un gobernante que el conocer las cifras de quien lo sucede en el cargo, la aplastante derrota del PRI en la gubernatura de Oaxaca fue la mejor calificación de la desastrosa administración de Murat Hinojosa.
En todo caso, la lectura del autodestape de Murat Hinojosa como precandidato presidencial del PRI debe tener otros referentes: su papel de traición al PRI en el estado para permitir el fortalecimiento de Morena y del presidente López Obrador, en detrimento de su propio partido. Es decir, el gobernador Murat le jugó las contras al PRI en el estado y todo indicaría que su papel en el proceso de candidaturas priistas sería parte del juego lopezobradorista en contra del PRI y el casi exgobernador encuentre su futuro en alguna embajada o consulado para representar de manera honrosa al partido Morena.
Juego de las sillas
- Se siguen acumulando los indicios que señalan la imposibilidad d una candidatura única de la alianza opositora PRI-PAN-PRD, sobre todo por la aparición del Frente Cívico Nacional que buscaría una candidatura opositora única y de manera sobresaliente por la imposibilidad práctica de un acuerdo tripartidista para un candidato que logre el apoyo de los electores de los tres principales partidos de oposición. En este contexto, el autodestape de Murat Hinojosa es otro elemento que ayuda a explicar el desorden en la oposición.
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