La última vez que una familia real pasó por la tragedia de las armas fue resultado de la Revolución de febrero de 1917 en Rusia; fruto de la ira Bolchevique, la familia imperial de los Románov fueron asesinados en la noche del 16 al 17 de julio de 1918. A ellos no les cortaron la cabeza como aconteció con el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta –en 1793– dentro de los acontecimientos de la Revolución Francesa.
Con el reciente fallecimiento de la longeva monarca Isabel II, me interesé por saber cuántas monarquías existen en pleno siglo XXI, y de los 193 países que conforman este mundo, un 23% está regido por monarquías. Hay 44 estados soberanos con diferentes tipos de monarquías.
Mientras España y Reino Unido son monarquías parlamentarias, resulta que Arabia Saudita y Brunéi, son monarquías absolutas. También el Vaticano es una especie de monarquía.
Cuando pienso en una monarquía mi mente se retrotrae a lo que es hoy la Plaza de la Concordia y pienso en la multitud coreando la muerte de sus monarcas de los que tanto ríos de tinta han corrido por sus excesos. Es como si esa palabra me llevase a eso: a pensar en los excesos.
Estos días de largo recorrido en los funerales de Elizabeth Alexandra Mary Windsor atestiguo toda esa pompa y circunstancia tan ajena a mi forma de pensar que no me extraña que entre la generación millennial crezca su impopularidad y que cada día se sumen más voces, entre los más jóvenes, que hablan a favor de la República. Quien no pase por el cedazo de las urnas que simplemente no pueda gobernar.
Que sea solo la gracia del elector la que decida y no una rancia raigambre que habla del poder de Dios para ungir familias que se pasan el poder de generación tras generación.
Las imágenes del ahora rey Carlos III incapaz de mover un tintero, de hacerse hueco en un escritorio, de no saber qué hacer con las hojas del speech… con sus dientes pelados, su cara larga, sus gestos de disgusto porque unas cuantas gotas de tinta han manchado sus dedos me hacen pensar si, en verdad, los británicos se sienten representados, reflejados y honrados por su realeza.
La monarquía británica lleva décadas haciendo corte de caja con ciertas figuras de su realeza. Nadie ha tenido más portadas en el papel couché que Lady Di y el culebrón del “somos tres en este matrimonio” le dio a la BBC en 1995 el minuto de oro de la televisión.
La prensa ha explotado el chisme, el cotilleo, el famoseo de sus príncipes, princesas, consortes y allegados. La Corte ha estado plagada de adulterios y hasta pederastas.
¿Qué ha dejado Isabel II a Reino Unido, Gran Bretaña, Irlanda del Norte y la Commonwealth? Les ha dejado el camino de salida del Imperio Británico porque no son pocos los países que harán sendos referendos para dejar de pertenecer a la Commonwealth y Escocia, no quita el dedo en el renglón, para en 2023 llevar a cabo su referendo secesionista.
Vendrán muchos cambios en los próximos años que terminarán dejando a la nación insular en eso que el propio escritor Mario Vargas Llosa escribió en su momento cuando el Brexit brotó: “Será un paisito”.
A COLACIÓN
Que a Isabel II se le respetó porque era muy mayor y se le tuvo cierta condescendencia como a la abuela que da ternura ya por su cuerpo agrietado pero las tornas con el rey Carlos III apuntan a que serán menos benevolentes.
La popularidad de la monarquía viene cayendo en los últimos tres quinquenios y las encuestas daban a la figura de la soberana Isabel II como bien aceptada y popular mientras que la figura de la monarquía perdía adeptos. Con su muerte, la popularidad de Carlos y de Camila, están lejos de alcanzar ya no se diga de remontar a la de su difunta madre. Se anticipa una mayor caída en la popularidad del soberano y de los adeptos a la monarquía.
No creo que Isabel II entierre con ella a la monarquía en Reino Unido porque esta institución es una máquina de dar dinero. Mucho se ha hablado de la familia Windsor como La Firma y yo añadiría que funciona como una industria portentosa una especie de Corona S.A de C.V. poseedora de enormes riquezas en tierras, obras de arte, caballos, viñedos, coches, castillos, monedas de oro y colecciones artísticas; se trata de la monarquía más poderosa económicamente hablando de la Tierra.
La monarquía parlamentaria con Isabel II y ahora con Carlos III implica estar al frente de la jefatura del Estado pero no gobiernan. Aunque eso sí son un poder en la sombra, no sufren el desgaste electoral, ni trabajan arduamente como un presidente, pero sin su rúbrica en los documentos oficiales, decretos, leyes, nombramientos, laudos, bandos, órdenes de distinto calado, sin esa firma simplemente no pueden ejecutarse ni entrar en vigor. Es decir, tienen más poder que el presidente y los parlamentarios… no gobiernan pero su firma vale el peso del Estado.
@claudialunapale