La violencia insultante de la senadora Téllez

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Es inaceptable que la legisladora Lilly Téllez prostituya de la forma en que lo hace de cotidiano, la más alta tribuna senatorial. No tiene derecho a ello, la Patria no la merece y la libertad de expresión tiene límites, que, incluso ella, muy aforada y muy senadora, como figura pública que cobra una dieta pagada por los ciudadanos, debe acatar en primera persona. No tiene opción y no lo hace. Su fuero no la libra de que sus leperadas sean enjuiciables, señalables por los ciudadanos que, además, en los límites legales a la libertad de expresión a la cual ella también se debe y está sujeta, no la exenta de ser recurrida aún en el ejercicio de sus funciones por sus soeces expresiones de cotidiano, porque abrir la boca desde su cargo no empalma con derecho alguno que tolere, permita o admita los insultos que profiere por doquier. Va muy equivocada en su oprobioso proceder. Déjese de tantos manoteos y muestre más inteligencia, señora legisladora.

Debería de ser la primera en poner el ejemplo de comedimiento y cuidado al hablar, pero es pedir sombra a los ríos. Ser mal educada no tiene ya remedio. Fatal y su postura pública es absolutamente abominable, cuestionable por errática, abusiva y descerebrada. Sus decires a base de improperios a diestra y siniestra son condenables por ser contrarios a la democracia, vergonzosos en una representante de la República y tratándose de una figura pública. Su sexo es totalmente intrascendente al valorar su ejercicio público, como es el caso, por que no es senadora por ser mujer, que serlo es secundario, por no decir intrascendente para fines de escrudiñar y de escrutar su labor política. Así que se enjuicia sus actos públicos como persona que cobra del erario. Así de simple y acotado el punto.  Que porte las siglas del PAN es una vergüenza ineludible que le corresponde al PAN y al panismo al completo. Sí, la senadora con sus disparates a muchos ya nos tiene hartos.

No, no le es dado en la prerrogativa de la representación que la reviste, usar la palestra para recurrir al improperio y la injuria permanentes, rijosas, contra sus adversarios políticos. Que no pretenda, extraviada, escudarse en ser mujer. Tal condición no la exime de respetar el recinto en que se desempeña y a sus pares y, en definitiva, a toda la gente. No tiene más derecho que el resto de los ciudadanos o sus pares senatoriales. Incluidas las mujeres, a las que también insulta. Tendría que demostrar que en su constancia de mayoría se le autoriza, si no es que en la Constitución federal, a insultar permanentemente a sus adversarios. La tiene complicada, demostrarlo. Además, con una absoluta violencia verbal dirigida a mujeres y hombres por igual, con un común denominador: no piensa como ellos y por eso los agrede sin derecho a ello. Los denigra y solo infiere desvaríos y tonterías a granel. Qué grave, qué intolerante, qué antidemocrática es la panista Lilly Téllez y quienes le aplauden, más todavía.

Sus majaderías y vociferaciones no nos intimidan ni nos dejan boquiabiertos a quienes seguiremos defendiendo que nadie pretenda estar por encima de la ley u olvide para qué está en el hemiciclo senatorial. Nos despiertan una profunda lástima y dan alipori. Nos demuestran su vergonzante talante; dan penita ajena, sin duda. Sus excesos verbales y su carencia de educación elemental, no estamos llamados a tolerárselo, porque la senadora también carece del derecho a ejercer tales excesos. Es facilito de entender para cualquiera. Los demócratas rechazamos sus afrentas, invectivas y ultrajes.  Es tachable.

Que sepa la legisladora que la Ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia en su reforma de 2020, no está dirigida ni mucho menos se limita a la relación que pudiera haber entablada de un varón con una mujer, cuando son figuras públicas y, por ende, políticas e iguales. No. También es en vía de regreso de una mujer insultando a otras (es el caso de Téllez a sus pares) y a otros funcionarios y ciudadanos en general como a Vicente Serrano, López-Gatell o al presidente. Los varones también merecen no estar sujetos a la violencia política que practica tan gratuitamente Lilly Téllez. Merecen tanto respeto como ella, le guste eso a ella o no, o a cualquiera. Hace rato que rebasó las líneas de la tolerancia, de la decencia y de la ética en sus maneras de expresarse. La de la educación fue la primera línea cruzada, desde luego, y su mirada cínica y su rictus sarcástico no impresionan a nadie. Faceta. Es vergonzoso el proceder facista de la legisladora. La senadora violó la ley en comento al llamar hienas y corruptas a las colegisladoras. A sus pares simplemente, porque le dio la gana. Es reprobable su deleznable proceder. La legisladora de marras cuando abre la boca mancilla la democracia con su irresponsable y miserable conducta que no tenemos por qué consentirla.

¿Quién se ha creído esta senadora? El sainete del miércoles 5 de octubre que se montó solo es equiparable a la vergüenza que da que el PAN solape y apoye cobijándola, a esta indigna legisladora de tan ordinarias y reprobables conductas y exija que una senadora morenista se disculpe con Téllez. ¡Menudo extravío! ¿Quién le contó a Téllez o al PAN que le asiste el derecho de ir prodigando vulgaridad y corrientez por doquier? en el nombre del cargo público que ostenta, atropellando a quien no piensa como ella y puesto al que denigra y prostituye con su deplorable comportamiento indigno del Senado de la República. Y ahí tiene a los opositores de López, disculpándola. Qué denigrante proceder de todos ellos. Reprobable. No se le paga su escaño para que se monte circos, señora.

No señora senadora, no está en una cantina, en un lavadero, en un mercado cutre  o en la vía pública lidiando con borrachos para conducirse mostrando su nula educación y su descerebrado proceder articulando insulto tras insulto de manera irrefrenable. Ni a ella ni a nadie le es concedido por ley insultar a quien no piensa políticamente como tú. Si su ignorancia es desbordada, ya tiene dos problemas: serenarse e hincar los codos sentándose a estudiar para que se entere apenas en el cuarto año de su ejercicio, cuáles son las limitaciones de su encargo, que es avocarse y ceñirse a la libertad de expresión desde los criterios que la delimitan emitidos desde la Suprema Corte de Justicia. Y punto.

Su escaso aporte, sus gracejadas, su vulgaridad son plena y absolutamente reprobables y enlodan su condición pública. Mancilla el alto cargo y la alta representación a la que  pertenece y se debe, tanto como se debe a los ciudadanos, hayan o no votado por ella.

¿Cómo es posible que su partido solape, se calle ante tanto atropello y majadería de la impresentable senadora? Las frases que escupe son una vergüenza que enloda a las siglas PAN y al panismo al completo. Y el silencio panista los hace cómplices de tanta bribonada y tanta estulticia de una persona lepera como Lilly Téllez.

Ante su nulo aporte como legisladora, merece más que un abucheo sonoro, una descalificación absoluta en su mediocre desempeño público y, desde luego, el repudio a su ejercicio público tan ajeno a los intereses del pueblo de México que le paga su dieta. Esa que nos cuesta como ciudadanos y en ella estamos desperdiciando nuestros impuestos.  Más claro, es imposible decirlo.

¿Qué dice querer ser presidente de México? Por favor. Su frivolidad irrefrenable merece estrellarse en las urnas. Sería una soberana tragedia que lo consiguiera. Hay mujeres mucho más dignas, preparadas y sensatas para acceder a la primera magistratura de este país. Desde luego que viendo el comportamiento de la senadora Téllez, resulta inatendible su deseo y muy cuestionable su intención a la luz de su pobrísimo desempeño público y su nulo talante y empatía con las mejores causas de México, una de las cuales es mirar hacia arriba, proponer en consecuencia y asumirse responsable de sus actos, y que han de ser los más encomiables. ¿Lilly Téllez, presidente? No me haga reír, señora. A usted ni un voto ni por error. Es una impresentable. Merece dejar el Senado por la puerta trasera para ahorrarnos la vergüenza de seguir oyendo su estulticia y sus insultos que no necesitamos.

Con el desparpajo que la define, Téllez espetó recién en tribuna que cuiden que López Obrador tome sus medicamentos. Solo resta preguntarle a la pusilánime senadora si ya ingirió los propios. Porque su salud mental ya resulta no preocupante, sino simplemente, patética. Tanto desquiciamiento es impropio e inadecuado para el cargo que ostenta y la evidencia de incapacitada para ejercerlo. Y cada día nos quedan menos dudas de ello.