Prácticamente en todo el territorio nacional, la población mexicana festeja en grande los Días de Muertos y Fieles Difuntos, el 1 y 2 de noviembre. Sin embargo, no forman parte de los días de descanso obligatorio enlistados en la Ley Federal del Trabajo, la cual solo trae los siguientes:
El 1o. de enero; el primer lunes de febrero en conmemoración del 5 de febrero; el tercer lunes de marzo en conmemoración del 21 de marzo; el 1o. de mayo; el 16 de septiembre; el tercer lunes de noviembre en conmemoración del 20 de noviembre; el 1o. de diciembre de cada seis años, cuando corresponda a la transmisión del Poder Ejecutivo Federal; el 25 de diciembre, y el que determinen las leyes federales y locales electorales, en el caso de elecciones ordinarias, para efectuar la jornada electoral.
Evidentemente, la mayoría de los días de descanso obligatorio se relacionan con fechas sobre hechos relevantes en la historia de México, así como con actos oficiales y con jornadas electorales, y solo dos fechas tienen que ver con festividades: Navidad y Año Nuevo, una religiosa y la otra de renovación de calendario.
Valdría la pena que los Días de Muertos y Fieles Difuntos, 1 y 2 de noviembre, también sean considerados como días de descanso obligatorio; o, por lo menos el segundo día.
Se trata de una festividad insoslayable en la mayor parte de nuestro país. Incluso, en algunas entidades federativas, la increíble fuerza de la tradición hace que los o97pgobiernos estatal y municipales concedan el día a funcionarios y trabajadores.
Y en las escuelas, incluidas universidades públicas y privadas, los alumnos se ponen de acuerdo con los profesores para no asistir a clases cuando menos el día 2 de noviembre. Es inevitable, máxime en centros educativos donde concurren jóvenes de distintas partes.
Es más, en algunas empresas, comercios, en acuerdo con el patrón los trabajadores cambian el descanso del 20 de noviembre, por el 2 de noviembre.
Entonces, si la mayoría de mexicanos y mexicanas buscan la manera de estar en casa mínimo el 2 de noviembre, ¿por qué no convertirlo en descanso obligatorio?
Hay entidades federativas, municipios, pueblos y comunidades, donde los Días de Muertos y Fieles Difuntos son “días grandes”, lo cual significa seriedad y devoción al culto de los seres queridos que se han adelantado a la vida eterna. Y hasta existe la creencia que si sales o no cumples con la ofrenda, los muertos “te jalan los pies”.
Dos días son para convivir con “nuestros muertos”, el primero con los “angelitos” (niños y niñas) y el segundo, con los difuntos adultos. Pero en realidad se trata de una festividad en la cual se invierte mucho tiempo, sobre todo en lugares donde la gente todavía prepara el chocolate de manera artesanal, lo mismo que el mole y la calabaza en conserva.
Además, hay que poner el Altar de Muertos vestido con flor de cempasúchil, calaveritas de azúcar o de yeso, fruta tradicional como nísperos, caña, tejocotes, nuez, cacahuates, limas, naranjas, manzanas, plátanos machos, guanabana y jícamas; así como con pan de yema, cerveza y mezcal. Toda la comida y la bebida que gustaba a nuestros difuntos.
El tiempo, la tecnología, la comunicación, el intercambio comercial, han distorcionado algo la festividad tradicional. Por ejemplo, en vez de poner en el Altar de Muertos un rosario de tejocotes, colocan una serie de calabazas de halloween; o fantasmas en lugar de calaveras.
Los artículos de la festividad extranjera ha empezado a invadir las tradicionales comparsas de Días de Muertos, que acompañan los Días de Muertos en comunidades de algunas entidades federativas, en las cuales originalmente solo desfilaban por las calles bailando personas disfrazadas de “muerte”.
Ahora, los Días de Muertos sirven hasta para hacer proselitismo por parte de los políticos, sobre todo con aspiraciones a cargos de elección popular, quienes no pierden la ocasión para tomarse la foto junto al Altar de Muertos o para encabezar comparsas.
Vean nada más ahora a las “corcholatas” a la Presidencia de México; cual más puso Altar de Muertos en la sede del poder que representa o dependencia donde despacha. Y, por supuesto, desde antes del 1 y 2 de noviembre, organizaron sendas comparsas.
Por cierto, en algunas comunidades mexicanas la festividad de Días de Muertos y Fieles Difuntos no se concreta a los dos días, sino empieza desde el 30 y 31 de octubre; creen que los difuntos empiezan a llegar desde esos días a convivir con los vivos.
En algunos municipios, como por ejemplo Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca, la noche del 31 de octubre se vela a los muertos en los panteones del lugar. Ahí, los familiares de los difuntos adornan las tumbas con flor de cempasúchil, borla roja, calaveritas de azúcar o de yeso y ponen fruta, comida y bebida.
Y así los vivos y muertos conviven esa noche en una velada que concluye en la madrugada entre música de mariachi y bandas tradicionales, olor a incienso y personas vestidas de manera normal o de catrinas y catrines. Se canta y se baila, pues se cree que los muertos están contentos porque Dios les permite unos días en el mundo terrenal para estar con sus seres queridos.
En fin. Si a veces ha sido no laborable el día en que se ha prolongado el “Buen Fin”, ¿por qué no convertir el 2 de noviembre en descanso obligatorio?
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