Zacatecas: el triángulo de las bermudas

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Esta zona del mundo ha sido siempre el vórtice de leyendas y mitos. La violencia en los mares de las Bermudas es casi mágica pues la naturaleza y “fuerzas oscuras” o por lo menos inexplicables con los conocimientos actuales de la ciencia, han desaparecido aviones, avionetas, pequeñas embarcaciones y grandes navíos. Hace más de 70 años  cinco bombarderos estadounidenses que habían despegado de la costa de Florida para entrenamiento desaparecieron. No se hallaron rastros de los aviones ni de los 14 hombres que iban a bordo. Resultaba increíble que esto hubiera sucedido cuando los aviones volaban a altura relativamente baja, en un vuelo local y en medio de un día precioso y de un mar sin oleaje: la leyenda se hizo pública, aunque había flotado nebulosamente a lo largo de generaciones de habitantes locales.

National Geographic describe muy bien la ubicación del misterioso lugar: “El Triángulo de las Bermudas está formado por 1.1 millón y medio de kilómetros cuadrados en alta mar dentro de un triángulo equilátero (de ahí su nombre) que forman las puntas de las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami en Florida, Estados Unidos”. Se tiene el registro de casi cien aviones y de, por lo menos mil personas, que se han evaporado sin dejar rastro, a pesar de la afanosa búsqueda de los pobladores locales y de sus autoridades.

Hoy, Zacatecas y sus habitantes  vivimos dentro de “la tormenta perfecta”. Estamos insertos en nuestro propio Triángulo de las Bermudas y desde aquí vivimos días y noches de terror que no se terminan desde hace meses. El asesinato de un general es muy grave porque es un reto para las fuerzas armadas y para quienes tienen custodia privilegiada de sus vidas.  Han muerto niños en fuegos cruzados, decenas de pueblos son ahora simples recuerdos de casas y comercios que algún día tuvieron vida y hoy se ven como paredes llenas de agujeros de balas. Jerez y Valparaiso han sido objeto de la guerra que ahí se vive y que ha terminado con la vida y la esperanza de ancianos, en su mayoría, padres de nuestros héroes, los migrantes, que trabajan jornadas infinitas en los Estados Unidos para defender la economía nacional, que han tomado la fuerte decisión de salir de sus casas para enfrentarse a lo desconocido y a otra violencia diferente: la que se ejerce contra ellos, que son “migrantes”, un nombre de por sí peyorativo en los Estados Unidos. Los frutos de su trabajo son víctimas del robo: de sus ganados, de los aperos agrícolas que se llevan sin pudor,  los malosos de la zona.  Los habitantes huyen de regiones completas abandonando sus bienes, porque la vida es primero, finalmente.

Esta es la historia del Zacatecas de hoy. Antes podíamos salir de las  fiestas particulares o de los bailes de la Universidad en la madrugada, caminando con las familias por nuestra bella ciudad, que disfrutábamos como parte de la velada. Nos sentíamos seguros. Mi madre, en el verano, dejaba abierta la puerta de la casa para que refrescara un poco las habitaciones, y mi padre con su modesta Ford 54, dejaba los vidrios abiertos y por algún olvido hasta las llaves del motor pegadas.  Éramos pobres pero felices: cultos, estudiosos, respetuosos de la familia y de la mujer. Nuestras diversiones eran fantásticas: el trompo, las canicas, el juego de los encantados que corríamos en calles vacías de vehículos y llenas de vecinos dispuestos a ayudar.

Hoy asesinan. Desde el Ejército para abajo: carreteras inseguras, vehículos incendiados, Pienso en los autos y camionetas atrapados entre las casetas incendiadas entre Morelos y Zacatecas. Pienso en las familias sometidas por horas en sus propios vehículos, sin saber si les llegará la muerte.

Los Ceresos, donde están los reos más peligrosos, hoy parecen castillos medievales, porque desde ahí se emiten las órdenes para matar o robar, y sus pobladores viven como reyes con todos los privilegios y ¡ellos sí! con seguridad.

La noche de anoche fue una de las más angustiantes para quienes tuvimos el orgullo de nacer y crecer en estas tierras. Pero eso tiene explicación: el cacique mayor, Ricardo Monreal, hoy está confrontado con el presidente López Obrador. El senador Monreal presume de tener 32 años de fidelidad a AMLO: en esos años Monreal era priísta, petista, aliancista o lo que se ofreciera: después se convirtió en proveedor de recursos financieros en articulación con las mafias nacionales. Habría que buscar en las hemerotecas para encontrar los vínculos del poder del dinero con el poder político. Monreal juega con la ira presidencial y el presidente castiga a los zacatecanos restringiendo los mecanismos de seguridad que tienen lógicas y estrategias, como la tienen las guerras declaradas y también la guerra de los narcos contra la ciudadanía, generando terror y angustia y su primer derivado: la pobreza, porque las economías se apagan, los jóvenes dejan de salir a las calles o de ir a las universidades a prepararse. El campo deja de producir, las carreteras se hacen intransitables, y se veta al estado de Zacatecas para que ningún turista entre a nuestro territorio.  Hoy eso somos los zacatecanos: la entidad que por 300 años tuvo las riquezas más excepcionales de América, capaz de mantener con la exportación de nuestras riquezas, guerras del ejército español contra distintas naciones. Con la exportación de nuestros minerales se construyeron palacios como El Escorial y todavía pagamos un tributo final:  la Toma de Zacatecas entre los Villistas triunfadores y el ejército federal destruido.  50 años pasaron sin que Zacatecas tuviera siquiera limosnas de la Federación.  La población huyó a Coahuila, Monterrey, California, Chicago y la zona metropolitana de la Ciudad de México; ahí había trabajo y sus tierras eran más baratas.

Hoy somos nuevamente víctimas del gobierno federal que no nos cuida, porque está dedicado a pelear otra guerra: esta con el cacique de plastilina del Senado de la República que juega con su futuro provocando la ira presidencial que, ya sabemos, es infinita.

En Fresnillo gobierna otro Monreal, que tampoco puede mandar; los asesinatos, las muertes y la economía no valen nada en Fresnillo.  Y en el estado está el tercer miembro de la familia, que también es víctima del clan Monreal y de la pugna de las mafias.

Zacatecas está anímicamente aniquilado. Nuestras familias tienen pavor. Las ferias como la de Guadalupe, con inversiones de muchos millones de pesos de los rancheros que se han convertido en los Pavarotti locales y que cobran  cantidades infinitas de dólares por actuar. No hay pueblo que se anime a morir en esos eventos. David Monreal es víctima de su familia, pero los zacatecanos también somos víctimas de los Monreal y sus guerras intestinas y de las que el jefe del clan ha decidido montar contra el presidente de México: caiga quien caiga… y cayó Zacatecas.

El gobierno apenas inició, pero la calentura de don Ricardo Corazón de León, lo ha ofuscado: no le importa sentar en el suelo su investidura senatorial para intercambiar estampas de futbolistas, cantar en el metro o armar videos en Tik Tok con bailes que en nada exaltan la figura de un estadista como el que nuestro país requeriría para suceder a López Obrador.  Ricardo lucha por seguir pegado a la ubre y está dispuesto a todo: no sólo a destruir a su estado, sino a dañar a la nación entera. SI buscan diferencias entre él y Layda Sansores, la verdad es que no las encuentro: son imperceptibles porque su tamaño de rencor y su sed de poder son muy similares.

Van a empezar las Posadas, pero no en Zacatecas: aquí la esperanza desapareció. Se acabó la fiesta.