Aunque sea predecible pero el tema, el personaje y las consecuencias lo ameritan. Ciro Gómez Leyva es una figura pública expuesta cada minuto al escrutinio social. No cabe la menor duda, es un profesional, formal, puntual, serio y honesto en sus pronunciamientos. Hoy está sujeto a un segundo paredón, el que corresponde a los cobardes, jueces improvisados e irresponsables auditores que intentan convencer que esto se trató de un montaje, de una escenografía y autoatentado.
Desde los anónimos gandallas hasta funcionarios como Fadlala Akabani que escribió en redes: “La oligarquía rapaz y la oposición moralmente derrotada mezquina, traidora y mentirosa es capaz de pagar un atentado…”. Ciro salvó la vida a punta de balazos. Un ataque (otro más) en un país gravemente herido por el crimen organizado, donde pensar y escribir como periodista es colocarse en la puntería de los sicarios alentados desde el poder.
La CNDH no ha hecho un solo pronunciamiento entendiendo, lo he subrayado, que la titular honra a un hermano guerrillero, secuestrador y presunto asesino. Alejandro Encinas incompetente y cómplice de ocultar información sobre el caso Ayotzinapa flota en perpetuo silencio ante los agravios a inocentes.
De los otros ni hablar, están en campaña violando las más elementales reglas electorales. Y desde el púlpito mañanero el presidente dividiendo, descalificando y persiguiendo con nombre y apellido a los comunicadores. La mayoría de la ciudadanía para él es hipócrita y cretina.
Ciro, como todos los periodistas, ya no sólo exigimos nuestros derechos constitucionales, nuestro derecho a la expresión, nuestros derechos humanos, sino que ahora también nuestros derechos a que no nos maten. Pero debemos ejercer una tarea de autoevaluación, de introspección y preguntamos qué tanto alentamos la agresión presidencial dándole bocina, ofreciéndole espacio, ediciones escritas, tiempo en radio y tv para reproducir sus lamentables ofensas. El periodismo no es un espejo acartonado.
Tenemos que analizar, cuestionar, medir, generar opinión, saber quién o quiénes se asoman a ese espejo, sus trayectorias, edades, privilegios, errores… tenemos que ver lo que otros no ven, hablar por los que no pueden, dar elementos de análisis y síntesis. No somos voceros al servicio de políticos y menos de corruptos y mal vivientes. Mal cuando adoptamos el lenguaje de los secuestradores y cuando hacemos creer que los políticos son expertos opinadores en programas informativos.
Ellos no permiten que un periodista suba a las tribunas legislativas a representar al gremio, nos temen porque reprobamos a sujetos como Alejandro Moreno que siguiere que a los periodistas hay que matarlos de hambre y no a balazos o a Epigmenio Ibarra que califica a los soldados de asesinos o a Taibo apuntando que nos la metieron doblada. Ellos deberían tener la categoría y el prestigio de mexicanos como Ciro y muchísimos más que con honra se superan y son aspiracionistas no vividores que explotan a los pobres para encumbrarse.
No es suficiente con mostrarse solidario con quienes son agredidos porque la cuenta de secuestrados y asesinados continuará. Los que llevaron al poder a los actuales gobernantes son corresponsables de lo que sucede porque guardan cínico silencio en las tranzas y truques para ganarse impunidad sobre el resto de los mexicanos. La obligación de cambiar no está únicamente en las urnas sino en exigir, por ejemplo, que ya acaben las mañaneras convertidas en ministerio público.
A AMLO no le interesa, no le importa ni sabe cuántos disparos recibió Ciro, está ocupado en el incumplimiento de Ticketmaster para el concierto de Bad Bunny o en apoyar a Argentina en la final del Mundial por el “Che”.
Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio.
@cramospadilla