Ah, aquellas mujeres israelís de la granja neo/comunista cita a 3 kilómetros de la frontera Cisjordana; hoy, 35 años después reflexiono. Mi Kibutz siempre en peligro letal, distaba 3 mil metros de campamentos de jóvenes palestinos todos inscritos en su Yihad. Obvio, aquellos yihadistas eran “el enemigo”. Lo recuerdo y aunque en este momento me hace sonreír, en aquellos días en que yo era Kibutzin mi cuerpo por dentro se cimbraba con descargas de adrenalina. ¿A dónde quiero llegar tras esta larga introducción?… voy.
En el kibutz había una costumbre dentro de la cocina, a quien le tocaba lavar la loza y los trastes de la comida tenía el derecho de poner en la grabadora la música; entonces, cada uno, en su turno llevaba su casete. Así, entre agua jabonosa, platos y sartenes el israelí lavaplatos pretémpore que cumplía su estadía en la granja y que la había tocado la honrosa comisión de lavar los trastes, acompañaba su limpia tarea con la música de su país de origen.
Elga Moris, nos regalaba la voz de una “yodeler” de su Austria, los cambios bruscos en los tonos y lo difícil que se oía no le quitaba lo bonito a esas canciones, nos reíamos cuando Elga trataba de seguir el yodel.
Paco González, sefardí venido de Córdoba (España) dejaba correr en la casetera el cante jondo de Camarón de la Isla, y aunque la primera vez que Paco intentó cantar tal “cante” nos asustó a todos lo cierto que la intensidad de los cantaores terminó por gustarnos; los israelitas uruguayos y argentinos en sus turnos nos ponían a Carlos Gardel, para los charrúas Gardel era uruguayo y para las “chés” el mismo Gardel era todo argentino.
Seguramente se estarán preguntando cual era la música que yo ponía en la casetera. Tengo tatuada dentro de mi sexagenaria memoria ese recuerdo; antes de empapar mis manos y brazos de agua jabonosa colocaba el casete e inmediatamente oprimía el botón de play, inmediatamente se comenzaba a escuchar una voz que no por ser de una dulce mujer sonaba menos poderosa, -borrachita de tequila hip llevo sie hip el al hip ma mía…. Pues a mí me bautizaron con un trago de tequila…-
Aida Cuevas se dejaba escuchar entre violines, trompetas y tololoches, la inconfundible música de mariachi enmarcaba la mexicanísima voz de la cantante de ranchero. Recuerdo que en la granja, mientras escuchaba a Aida hubo quien dijo que en la voz de la joven mexicana había modos del yodel alpino, alguien comparó ciertas partes en el canto de Aida con el cante del Al-Ándalus salido de la angustia de Camarón de la Isla; para mí, y para los otros mexicanos que cumplíamos nuestro servicio con Israel encuadrados en un Kibutz indudablemente que la voz de Aida Cuevas era la voz de nuestra Patria Mexicana, recuerdo que Shimun Sabae (oriundo de la colonia Polanco) atinó a decir –Aida es nuestra Patriot-simbol-.
Shimun seguramente vio en mi rostro algún signo de interrogación por lo que agregó en su comentario, -si acá nuestros hermanos kibutzines venidos de Francia escuchan a Mirelle Mathieu y en ella tienen a su madre, y los paisanos que vienen de los Estados Unidos ven en Madona a su novia ¿por qué nosotros, que venimos de México no tenemos en la voz y gallarda personalidad de Aida Cuevas la piel de nuestra Patria?- recuerdo que entre tallada y rechine de platos enjabonados le respondí –suscribo tu observación-.
Reflexiono. Estoy cierto que allá por los años 50as algunos soldados del Ejército Norteamericano de origen mexicano que prestaban sus servicios en Corea al escuchar la voz de Javier Solís en alguna aventurera radio le daban libertad a más de una lágrima. Voy más lejos, no queda lugar a dudas que en plena segunda guerra mundial el “vengo a decirle adiós a los muchachos” interpretado por Daniel Santos y/o el “cantar del regimiento” que algún tenor mexicano llevaba vía ondas hercianas hasta Sicilia o Filipinas, ananchaba el alma a todo soldado de origen mexicano que empuñaba un arma y estaba dispuesto a morir o matar por su patria, como sea.
Voy cerrando, de no hacerlo seguramente pongo una marcha y me pongo a marchar. Alguna vez le comenté a Rodrigo Cuevas “la voz de Aida debe ser etiquetada como símbolo patrio” y ahonde “entiendo que, el Himno Nacional y la Bandera de México son los emblemas nacionales” más, ¿Por qué no darle a la voz e interpretación de Aida, así como a la gallardía en su manera de llevar el zarape y el sombrero el carácter de “insignia natural de lo mexicano”? … lo dejó en la mesa y pintarrones del Think Tank.
Ultimo patrullaje. – para nos, estudiosos de las condiciones para generar Seguridad Nacional, los paisajes sociales sitos en la sierra, montañas (bajas y altas) tierra caliente y pueblos centrales del Estado de Guerrero merecen un estudio de Antropología de Seguridad Interior, habrá quien lo nombre como “disección de los obstáculos para la Gobernanza” pero nosotros acá dentro de nuestra logia de ideas y, como antes lo apunte, analistas de los cambios y ajustes en los contextos y situaciones de la Seguridad Nacional, este estudio tiene que ser “antropológico”.
Y es que, tratar solo desde un Gobierno Estatal entes como aquellos que bajan de Tlapa, Chalpatlahuac, Hauamuxtitlán al mismo tiempo que a grupos sociales que bajen de Filo de Caballos o Placeres del Oro o Taxco es harto difícil, ello por la escandalosa diferencia en la genética de cada grupo, es decir, esta zona de Guerrero son varias naciones bajo un mismo gobierno, son, algo muy parecido a la Yugoslavia que gobernó Tito. Obvio que daremos Follow Up.
Balazo al aire. – subiendo tonos y colores en nuestras notas.
Greguería. – terrible la diferencia de un “soldado de papel” a un “profesional de las Armas Nacionales”.
Oxímoron. – el poderoso grito del mudo.
Haiku. – robarte un “te quiero”
es aventura,
y, lo es más un beso