Cualquier estratega que tome a la ligera una noticia, por más engañosa que sea, estará condenada al fracaso. Habría éxito si se analizase en su contexto, considerando no solo su veracidad, sino sus implicaciones hasta en el peor escenario. De eso trata una labor de análisis.
Aunque el manejo de la pandemia en nuestro país ha sido a todas luces desastroso, no parece afectarle mucho a la popularidad del presidente. Una razón: la oposición no plantea alternativa o siquiera se esfuerza por mostrar solidaridad por quienes sufren. En cambio, se dedica a medrar de los errores del gobierno. Como hace el ejecutivo, trata a las muertes como una estadística para sentirse reafirmados. Si no hay un discurso opositor creíble y emotivo, López Obrador puede resistir miles de muertes más sin que pase gran cosa.
La confirmación que el presidente se contagió de COVID-19 es grave, y debería tomarse en serio. ¿Puede ser un buscapiés? Quizás, pero desacreditarlo a priori es un error grave. ¿Sirve hacer chistes o burlarse? El humor debe ser inteligente: reírse del ejecutivo usando sus palabras y expresiones refuerza su mensaje. La sátira es algo distinto a los vómitos de bilis que vemos en las redes sociales. Además, las ocurrencias de pastelazo solo reafirman a los simpatizantes en sus creencias. ¿Qué hacer? Adelantar escenarios y pensar en posibilidades.
Primer escenario: la enfermedad es leve, o resulta ser un distractor. López Obrador vería mermada su imagen de hombre providencial, cuya fuerza moral no le salvó del contagio. Sin embargo, de nada serviría que la oposición acuse al presidente de simular, si parte del descrédito arrastrado desde 2018, o si no representa algo por sí misma. En ese escenario, habremos visto una escaramuza más desde el inicio del sexenio, donde no ser resuelve gran cosa.
Si el presidente vuelve a salir al público con un mensaje de empatía por quienes la pasan mal y cambia de políticas, le habrá ganado la jugada a la oposición rumbo a las elecciones de 2021. Podría incluso ya no salir de gira, o dar sus conferencias mañaneras bajo este supuesto.
Si la enfermedad se agrava, el gobierno controlaría rígidamente la información, pues una declaración en falso abriría paso a una crisis. ¿La razón? Tanto la cadena de mando del gobierno como Morena dependen de una persona como factor de unidad. Ante el surgimiento de rumores, una oposición vacilante o reactiva abonaría al temor colectivo y las esperanzas que el presidente mejore. A partir de febrero, el Congreso volvería a sesionar: las tensiones podrían poner en riesgo el orden interno.
En un escenario extremo, López Obrador se ve inhabilitado para seguir gobernando, debiendo el Congreso elegir al presidente sustituto. Aquí la oposición perdería total control sobre el proceso salvo, quizás, dar su voto para elegir a un moderado para terminar el sexenio. La elección de 2021 trataría sobre la continuación del legado del presidente, en vez de los problemas de las localidades: quizás el presidente no vería esto, pero ciertamente estaría feliz, pues volvería a estar en la boleta como tanto deseaba. La emotividad de la campaña sería el golpe de gracia para una oposición agotada y reactiva.
Lo peor: no parecen estar estos escenarios en el radar de los partidos en este momento. Vamos, ni siquiera hay señales que hayan registrado lo que les pasó encima en 2018.
@FernandoDworak