Erdogan no ha ganado las elecciones en Turquía. Si todo sigue como va en los conteos (al momento de escribir esta columna) el próximo 28 de mayo habrá una segunda vuelta electoral.
A este viejo lobo político le ha pasado factura el impacto sentimental del lamentable terremoto del pasado 6 de febrero combinado con el hartazgo de cierta parte de la población que desea un cambio ante el golpe de una creciente inflación y el deterioro en su poder adquisitivo: desde marzo de 2003, Erdogan permanece en el poder, lo hizo como primer ministro hasta agosto de 2014 y luego ganó la Presidencia y se ha quedado, elección, tras elección.
Esta vez existe una probabilidad, por muy ajustada que parezca que el político de 69 años de edad se vaya a su casa; y no solo porque su opositor principal, el republicano Kemal Kılıçdaroğlu, lidera una amplia coalición de partidos en su contra. Lo es porque de forma significativa en cierta parte de la población turca se ha despertado un sentimiento ultranacionalista.
El 5% de los votos depositados en las urnas de este domingo favorecen al ultranacionalista Sinan Oğan. La definición de quién gobernará a los turcos no será tan sencilla comenzando por la composición del Parlamento.
Las expectativas de una carrera cerrada marcaron una votación en las elecciones parlamentarias y presidenciales convertidas además en una especie de referendo hacia los veinte años de Erdogan en el poder.
Dos décadas en que la nación turca ha experimentado constantes transformaciones comenzando por sus propios grupos etarios: Turquía tiene la población joven más amplia de toda Europa, la mayoría de ellos nacieron en la era Erdogan, no han conocido otro mandatario y muchos han podido sufragar por primera vez.
Bastante notable han sido las largas colas de votantes. Cuando la gente sale a votar es porque quiere un cambio, la duda es si su todavía presidente será capaz de reconocer la victoria de su principal opositor, en la segunda vuelta.
Hay mucha inquietud en la población turca: una parte teme que sin Erdogan, el ascenso al poder de los grupos opositores abra la puerta para una fuerte purga política con ciertos aires de venganza. Dentro de los grupos políticos que apoyan al republicano Kılıçdaroğlu está el partido de la minoría kurda que durante los veinte años de Erdogan ha sufrido todo tipo de persecuciones tanto internas, como externas.
No solo está en juego el nuevo papel que adquirirán las minorías también hay temor porque broten conflictos étnicos-religiosos. Unas horas antes de las elecciones, Erdogan llevó a cabo un rezo masivo en la antigua iglesia bizantina de Santa Sofía que él mismo convirtió en mezquita hace tres años porque ejerce un omnímodo poder islamista que ha impuesto por todo el país.
A COLACIÓN
No es solo el futuro de los turcos en Europa entera también hay especial atención a estas elecciones porque el papel internacional turco en la era Erdogan no ha sido nimio, sino todo lo contrario.
Erdogan presume de llevarse bien con protagonistas y antagonistas. En la invasión rusa de Ucrania ha sido un mediador razonable; para comenzar logró desatascar las exportaciones de cereales y granos ucranios de los puertos controlados por los rusos.
Si bien es una licencia de exportación que vence cada 120 días y que el próximo 18 de mayo habrá que renovarla bajo la amenaza rusa de no hacerlo. Inquieta qué papel asumirá al respecto el líder opositor Kılıçdaroğlu.
Turquía, Ucrania, Rusia y la ONU inspeccionan todos los buques de entrada y salida. Si se retira Turquía del acuerdo terminará siendo papel mojado. Kılıçdaroğlu, en caso de gobernar, representará a seis partidos políticos entre los que habrá que negociar y ponerse de acuerdo, por ejemplo, en su papel en la invasión de Ucrania y su relación con la Rusia, de Vladimir Putin. También, sería de esperar un cambio de 360 grados en la guerra civil de Siria a la que alimenta en parte, con sus intervenciones y suministros de armamento, a los grupos rebeldes contrarios al régimen de Bashar al Assad.
La posición turca para aceptar a Finlandia en la OTAN, decisión que demoró casi un año desde su propuesta en la Cumbre de la OTAN en Madrid, no ha prosperado en el caso de Suecia porque la postura de Erdogan ha sido muy clara al respecto al señalar al gobierno sueco como responsable de acoger terroristas kurdos. Si pierde el poder, quizá podría abrirse una ventana de oportunidad para el ingreso de Suecia a la Alianza.
Lo que más se teme en Europa es que al final de cuentas, los correligionarios y corifeos de Erdogan, si llega a perder la segunda vuelta, no lo acepten y el país termine sumido en un caos de inestabilidad e ingobernabilidad. La UE sobre todo, necesita que Turquía siga cumpliendo sus compromisos (por los que recibe sendos fondos) de mantener en su territorio a la inmigración ilegal que intenta llegar a varias partes de la UE. Por lo pronto, todo es incertidumbre y permanecer en vilo, hasta la segunda vuelta electoral.