En los últimos años el ser humano ha determinado seccionarse, autocalificarse, colocarse en una geometría rara y distinta. Busca reconocimiento y distinción a través de situaciones totalmente ajenas a su propia condición.
Se selecciona por pigmentación de la piel, religión, preferencias sexuales y hasta género. Las capacidades mentales y físicas pasan a segundo plano. Se anula el talento y la disposición a la cultura de la información.
Esto se intercambia por modificaciones al lenguaje para intentar justificar un tercer sexo identificado como “e” o la imposición de tendencias que ni siquiera son moda. El ser humano tiene que manifestarse ante los demás por el color de su piel (o negro o blanco). Los de pigmentación oscura son los reclamantes públicos.
Otros toman e invaden calles, plazas, comercios y balcones presumiendo su determinación por no ser lo que la naturaleza las concedió. Usan una “e” o el arcoíris apropiándose de todos los colores para exhibir que les gusta cambiar de sexo, formar familias atípicas y hasta llegar al grado de la mutilación.
A eso le llaman inclusión. Su presencia toma espacios en medios de comunicación, películas, series infantiles animadas y documéntales intentado asegurar que ese es el camino correcto a la tolerancia. El movimiento feminista genera controversia.
La repartición de cargos públicos mueve a una parte importante de las mujeres a acceder a estos sin mayor mérito que el género. Porque las mujeres alientan la esperanza de mejorar todos sus derechos empezando por los básicos: la defensa a la vida.
Forman grupos de mujeres para hablar de mujeres y las radicales lanzan consignas atacando a los varones. Ellas han dado a conocer con dureza los crudos eventos del feminicidio y las violaciones, pero también del otro lado las mutilaciones sin anestesia y el degollar a otras mujeres por parte de las que militan en el crimen organizado las reorganizan en un empoderamiento injusto.
Unos más se destacan por su extremismo religioso, encapuchados o no deciden quién debe permanecer con vida sintiéndose ejecutores de leyes divinas. Vemos cómo destruyen vestigios arqueológicos y herencias históricas para imponer sus creencias. La fe es más grande y sólida para construir mejores personas.
En fin, considero que todos merecemos respeto y somos diferentes por ser irrepetibles y únicos, pero eso no nos da derechos ni ventajas sobre los demás.
La mejor atribución que es el razonar debemos emplearlos mejor para elevar el nivel y dignidad humana, respetar a la naturaleza y hacer una existencia más equilibrada y compartida. Estamos en mucho equivocando el camino. Las diferencias tendrán que permitirnos aprender más, reubicarnos, compartir experiencias.
Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34,2, izzi 135 y mexiquense radio.
@cramospadilla