El llano en llamas

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Nos hemos acabado el planeta y es desolador lo que estamos viviendo porque el planeta está muriéndose ante nuestros ojos arrastrando a todos los seres vivos a ese oscuro sendero que desatará, todavía más, la lucha por la supervivencia.

Me parece increíble que ante los devastadores e innegables cambios que estamos padeciendo en las temperaturas en diversas partes del mundo, haya políticos, empresarios y gente con poder de influir en la opinión pública que niegan a boca abierta la existencia del cambio climático.

La actual temporada estival está resultando infernal con temperaturas que no se habían registrado jamás dentro de la media mundial para esta época del año.

Arde la Cuenca del Mediterráneo: desde Grecia, Italia hasta, Argelia y Túnez pero tampoco han quedao indemnes Francia, ni España, mucho menos Portugal.

El clima en Europa se ha transformado radicalmente y de forma acuciosa en el último quinquenio y quizá sea este año, 2023, un punto de inflexión dentro de ese cambio por la forma en cómo se han incrementado los termómetros.

Que la mitad de Europa esté bajo los 40 grados centígrados y la otra, la más nórdica por encima de los 25 grados centígrados, debería ser ya un punto de discusión urgente entre los mandatarios no solo de la Unión Europea (UE) sino de toda Europa.

Los europeos están viviendo un revulsivo en cuanto a sus usos y costumbres provocado por las elevadas temperaturas porque resguardarse a la sombra está siendo un factor de vida o muerte.

El año pasado, de acuerdo con Nature Medicine, más de 61 mil personas en Europa fallecieron por golpes de calor y esta temporada estival podría terminar con cerca de 100 mil fallecidos. El calor mata y no es un bulo.

En España, por ejemplo, continúa la desertificación en una región del mundo que además lleva tiempo señalada por expertos climatólogos que advierten que el sur de España terminará teniendo la aridez del Sáhara y con un clima similar.

 

A COLACIÓN

La realidad es que el cambio climático trae consigo una bomba térmica que causa grandes estragos: sube los termómetros de manera radical, provoca una sequía tal que los incendios aparecen y se multiplican. Simplemente, Grecia en el último mes ha resentido más de 600 incendios que ha costado mucho extinguir porque tiene temperaturas superiores a los 45 grados.

La situación de emergencia por los incendios ha motivado la evacuación de miles de turistas de muchas islas griegas gravemente afectadas por la propia situación.

En Italia, hace unos días, Sicilia registró una temperatura superior a los 47 grados centígrados; la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, ha pedido la ayuda de varias brigadas internacionales de bomberos.

En Argelia, por lo pronto, las llamas no dan tregua, faltan recursos humanos para extinguir los incendios y ya van más de 40 muertos afectados por las llamas.

En España, no es solo Madrid con temperaturas de 40 grados es que el sur, en Andalucía, hay ciudades en las que no se puede salir a la calle porque literalmente la gente se cuece al sol: desde Córdoba, hasta Sevilla y la costa malagueña afectadas por el viento africano, el terral o la terrá, como le llaman los lugareños. Hay calles que se ven desiertas porque nadie se atreve a salir de día y hay que aguardar  a que el sol amaine pasadas las nueve de la noche.

Aunque eso sí, hasta el aire que se respira está caliente, el agua del grifo y de la regadera que debería salir fría está hirviente; los rayos del sol traspasan la piel. Ya hay empresarios que hablan de recorrer las horas laborales durante el verano: cerrar unas horas de día y abrir de noche… hasta de madrugada.

Las heladerías están adelantándose a ese futuro inevitable en el que viviremos dentro de nuestras casas de día y saldremos a comprar de noche y a disfrutar de la calle de madrugada. Seremos búhos llevando a nuestros hijos a tomar un helado a media noche… nos hemos acabado el planeta y el cambio climático llegó para transformar radicalmente nuestros hábitos de vida.

@claudialunapale