El cascarón de la Revolución Democrática, pero…

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La pausa del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en su participación en el proceso de Construcción del Frente Amplio por México, ¿para qué es?

¿Para dar tiempo al Comité Organizador de reconsiderar su postura e incluyan a los dos perredistas (Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera) en los semifinalistas para la elección de la persona Responsable Nacional de dicho Frente?

¿Para dar tiempo a ambos perredistas para reflexionar en que no cumplieron los requisitos a cabalidad y por tanto deben rectificar su necedad de pasar a la siguiente etapa?

¿Para dar tiempo de negociar con el PRI y el PAN un buen número de espacios para el resto de cargos populares? Menos los de representación proporcional, claro, porque éstos no entran en las coaliciones partidistas, sino que cada partido juega en lo individual presentando su propia lista.

¿Para dar tiempo de que el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano Grijalva, negocie con ambos perredistas y sus respectivas tribus cualquier intento de abandonar las filas de este partido o de descalificación del proceso o de la propia postura de Zambrano?

Es darle vueltas al asunto.

Porque francamente los perredistas tienen muy pocas canicas para negociar, lo mismo que el partido como tal. De los tres aliados, el PRD es el que tiene la menor fuerza electoral. ¿A dónde irá sin el PRI y sin el PAN? Si juntos no se salva del riesgo de la pérdida del registro nacional, sólo representa la ruta segura de la desaparición. ¿O no?

Tan solo en la elección presidencial de 2018 el PRD estuvo a punto de perder el registro: Obtuvo 1,602,715 que representaron el 02.8311%. Que si en aquél año no hubiera habido elecciones de diputados y senadores, desaparece; en la de curules alcanzó 2,967,969 que representó el 05.2716%, y para los escaños obtuvo 2,984,861 que fue el 05.2650%.

En los comicios a las diputaciones a la Cámara Baja de 2021, el partido de Sol Azteca repuntó un poquito en cuanto a porcentaje de votación, no en votos; de hecho decreció en votos. Llegó a 1,792,700 que representaron el 3.6473% de la votación total de ese año. Fue en coalición con el PAN y el PRI. Logró mantener el registro.

Las que vienen, las de 2024, serán elecciones competidas. Y participando solo difícilmente podrá sacar la votación mínima que le permita al menos conservar el registro nacional.

En el ámbito local, el PRD prácticamente ha desaparecido formalmente en 19 entidades federativas, donde por no alcanzar el umbral exigido por la ley en elecciones locales perdió su derecho a prerrogativas; no el registro, porque este es nacional y únicamente lo puede perder en elecciones federales, pero sí las prerrogativas estatales (financiamiento y demás).

Además del derecho de tener representante ante el respectivo Organismo Público Local. Así que sin participación en el órgano que toma las decisiones político-electorales y sin financiamiento, cómo puede repuntar en el corto plazo. En fin.

En resumen, ¿qué tiene el PRD para negociar? Es un cascarón de la Revolución Democrática, un sol hueco. La mayor parte de su militancia se fue a Morena, y otro tanto a otros partidos.

La lucha de los perredistas y del PRD en estos momentos debería concentrarse en al menos juntar estructura electoral de cara a las elecciones 2024, buscar afiliados, conquistar simpatizantes; factores que le permitan mantener el registro nacional.

La falta de dispersión de firmas (determinado porcentaje mínimo en 17 entidades federativas) que no reunieron los aspirantes perredistas, refleja precisamente la falta de estructura del Sol Azteca en el ámbito local. Sí reunieron las 150 mil firmas, pero no en la distribución exigida en las reglas del respectivo proceso político.

El PRI aún tiene estructura, por eso reunió firmas para sus dos aspirantes tanto en número como en porcentaje de dispersión.

CASCARÓN PERO…

Si bien el PRD asemeja un cascarón, tampoco es para menospreciar sus votos, considerando que en las democracias se gana o se pierde por un voto.

Dos o tres millones de votos son buenos para el resultado de una elección presidencial, y más buenos si de a poquitos abonan a algunos triunfos en diputaciones federales y senadurías, o en cargos locales para 2024.

Pero sobre todo para los cargos al Congreso de la Unión, que es la otra joya de la corona en las elecciones del próximo año.

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