En 2021, mirando de reojo las plataformas de los partidos, percibo que carecen de concepción y significado de la condición social de las mujeres y la democracia genérica. No consideran, de fondo, el hecho de que el 66 por ciento de los votos son de nosotras, como indica el Instituto Nacional Electoral (INE). Pero, en campaña, candidatos y candidatas van a utilizar los dos lados flacos del régimen: el manejo de la pandemia y la violencia contra las mujeres.
Si, como dicen, hay fuerza competitiva en MORENA, su plataforma electoral dice más de lo mismo. Muestra, en general, las del gobierno de la 4t. Mira a las mujeres, como pueblo pobre, sin diferencia. Carece de agenda feminista, no concibe el significado del nuevo feminismo ni cómo éste interpela al gobierno, sin descanso.
Seguramente las campañas usarán a las mujeres, a la paridad y a la violencia inaceptable, como ariete político, pensando solo en los votos. Ello, a pesar de los hierros del discurso oficial y la calificación de conservadora a la protesta de las jóvenes.
Esto anuncia la profundización del estancamiento en políticas públicas que, lentamente, pero sin parar, habían avanzado. Este gobierno y sus funcionarias rompieron el diálogo con las feministas organizadas, y las mujeres a cargo de la política de género están confundidas, sin ruta, sin fondo, sin mirada de futuro.
La historiadora Gabriela Cano define cómo por mucho tiempo operó el feminismo de Estado, según la época desde personajes con poder real, mismas que empujaron políticas públicas, mirando la condición y anhelos de la vanguardia feminista. Con altibajos, desde los años 30 y 50, se documentan saltos hacia adelante y periodos de parálisis. Los años 70 y 80 abrieron el diálogo con el movimiento, profundizado al final del siglo XX. Hubo reconocimiento de la violencia de género, los derechos sexuales y reproductivos y la ciudadanía de las mujeres.
En el siglo XXI, el feminismo institucional —aliado del gobierno— logró importantes leyes y una política pública interesante, durante gobiernos panistas y priistas. Prevaleció el dialogo y la discusión. Así se logró introducir la pastilla del día siguiente, excepciones al delito de aborto, lenguaje y propósitos para transversalizar el género, presupuestos, servicios e instituciones, como el Instituto Nacional de las Mujeres. En el sexenio pasado: paridad electoral y consejos de igualdad y violencia.
Sin embargo, ahora —aparte de cambios legislativos—, la política gubernamental difunde un discurso vacío y demagógico: “Somos un gobierno feminista”. En realidad, antes y durante la pandemia, todo se estancó. Las operadoras del régimen trabajan en favor de Morena, mirando las elecciones para retener el poder, solamente.
Mujeres de paz, no a la violencia contra las mujeres, desaparecidas y feminicidio, dicho con sus palabras, son un asunto territorial; o sea, electorero, politiquero, pero no feminista. Puro engaño.
Ese es el peligro, porque feminismo no son dádivas económicas, ni una centena de declaraciones carentes de programa, ruta o sustento. Cero sobre el desarrollo y la libertad de las mujeres; puro bla, bla, bla y compra de voluntades, vía intercambio económico.
¡Cuidado! Veremos más en las próximas semanas, en campaña de Morena y sus aliados con discursos; situación agravada por la omisión opositora, tergiversando principios, filosofía y perspectiva feminista. Veremos.
Periodista, directora del portal SemMéxico.mx