Era tan extraño que el hijo de la candidata Gálvez fuera asignado a un puesto relevante de la campaña, uno cercano y de confianza a ella. ¿No había otra persona más adecuada? ¿padece y carece la candidata de gente en quién confiar? Bueno, ya dijo lo difícil que es trabajar con priistas y en su cara. E igual que pasó con Gálvez, nadie contó tampoco con los desvaríos del muchacho. Le han costado el puesto. Y de aquí pal’ real. El rifirrafe nos recuerda que a nadie le van a dejar pasar ni una. Eso es muy sano para la democracia. La democracia no necesita gente que desvaríe ni sean solapadores y nadie tiene que aguantar a los hijos de nadie si incursionan en la política, así sea en lo más mínimo que lo hagan. Saben a lo que se meten o deberían o se les recordará a la primera oportunidad.
Al priista Peña se le permitió indebidamente que su extraviada hija llamara prole al pueblo de México. A Gálvez ya no se le admitió los desatinos del vástago. Eso es muy sano y que lo entiendan todos, especialmente los priistas tan acostumbrados a la impunidad y que fueron tan alcahuetes de la deplorable acción de la hija de Peña.
A los que han defendido al sujeto y jeremiquean el vapuleo recibido en redes sociales, se les responde: a ver, llorado se viene de casa. Si le entran a los fregadazos, asuman. Si alguien se mete ala política, se aguanta. El sujeto sí le entró a la política, ya luego asumir… Y por igual se equivocan las candidatas presidenciales en sendos videos exculpatorios.
Pues sí, señora, usted metió a su hijo en la política, ergo, es blanco perfecto y todos lo saben. Nadie se llame ni sorprendido ni engañado ni preténdase lavarle la cara como intentó de manera muy burda y manipuladora Ciro Gómez Levya colgándose del inopinado mensaje de Gutiérrez Müller condenando ataques a los hijos de políticos, pues ni es lo mismo si es que alude a su hijo menor Jesús ni mucho menos era un “te lo digo a ti, Petra, para que lo entiendas tú, Juana”. Lo sucedido con el hijo de Gálvez ha de leerse de otra manera. Y a Gómez Leyva, preguntarle: ¿de cuándo a acá está de acuerdo con algo que haya la pareja Müller-López Obrador? Qué faceto se vio pretendiendo usar esas palabras como ariete a los que vapulearon al hijo de Gálvez. Estará muy necesitado de defenderlo.
No, el hijo de Gálvez estaba metido en política, coordinando ni más ni menos en la campaña de la candidata presidencial y, por ende, no es que sea solo su hijo, es que se convierte en actor político y las cuchilladas están lloviendo en todas direcciones como toda campaña política que se precie y que nadie rezongue. Así que gimotear por atacar al muchacho y justificarlo finalmente, sale sobrando; atacarlo es parte de la normalidad política.
Sale sobrando que los opositores lloriqueen que se hiciera cera y pabilo del sujeto, cuando que han celebrado todo el sexenio metiéndose con el hijo menor de López Obrador, Jesús. Y ahí sí que ha habido exceso. ¿A qué viene asumirse hipócritamente cariacontecidos? Apenas, hace escasas dos semanas celebraban con bombo y platillo que Gálvez, a falta de propuesta y con evidentes carencias discursivas, fuera a denunciar a los hijos mayores de López. Sí, es el ojo por ojo, tengan o no ambos sucesos vasos comunicantes o no los tengan. Da exactamente, igual.
Se equivoca la esposa de López Obrador, pues el sujeto no es persona ajena a la política y no lo es ya sea por decisión propia o por la de su madre. No, ni es un niño y no es ajeno a la política porque en ella se desempeñaba y, por lo tanto, se arriesgaba y debió saberlo.
Este sujeto forma ya parte de los hijos señalados (algunos, intragables) de Calderón o Peña. Podrá seguir su sendero o apartarse. Esa será su libre decisión. Lo que también supone que defina si quiere ser igual de caguengue que los otros. Esa será su decisión.
Por lo pronto, la renuncia del sujeto es un golpazo a la campaña de Gálvez, desmintiendo de paso y eso es genial, que cuenta con la empatía de los jóvenes –que no pueden avalar lo manifiesto en el sujeto– y ya no se ve la bonhomía del sujeto ni la empatía con los jóvenes que alardea más de uno al describir la campaña de Gálvez, puesto que hacer tiktoks no son sinónimo de empatía ni de atención, máxime carentes de propuesta sensata. No nos equivoquemos.
Y de pasada, se han despachado las redes bien y bonito contra Calderón y su presunto alcoholismo. Es el precio a pagar también por ser tan desparpajado, por no haber sabido estar, por no ser prudente y entender de una vez por todas que su tiempo político ya pasó. ¿Quiere seguir en el candelero? Bien, entonces tomará su parte. Es tan sencillo de entender. A ver quién sale a defenderlo.