Elecciones 2024: segundo debate. La vulgaridad de Gálvez

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Xóchitl Gálvez apuesta al insulto facilón y a la calumnia como estrategias. No extraña si la asesora su vocera López Rabadán, por ejemplo. Denigró su imagen. Eso le faltaba.

 

Este segundo debate nos permite apreciar que, en efecto, otra vez Gálvez no pudo y no entendió para qué son los debates, pese a que desde muchos medios se le estuvo señalando para que enmendara conductas y superara insalvables carencias que afloraron de nuevo. Llamada a comportarse, a no sacar cartulinas a destiempo, a respetar tiempos, a no interrumpir interpelando al otro, lo que se dice fue ahora un burro en cristalería.

 

Gálvez ha cometido un triple error de estrategia en el segundo debate: primero, acudir a un debate a insultar. Usar la expresión “descalificación” edulcoraría su conducta errática y su desparpajo de ideas y su vulgaridad. Confundió el debate con una verdulería. En un momento y amagando, solo le faltó arremangarse para el pleito a brazo limpio. Patética. Segundo: En esa idea de atacar olvidó lo importante, pues estuvo mal asesorada o se le olvidó lo recomendado: esbozar propuestas viables. Las que planteó revelaron responder a contrapelo, no mejorar la oferta morenista y contradecirse, pues lo propuesto de su boca contrastaba con haber sido temas desautorizados en los hechos por los partidos que la postulan y cuyo historial la desautorizan a proponer lo que proponía. Se la exhibió, además, como priista, y eso fue muy importante, desbaratando una estrategia de presentarla solo como panista y ciudadana, pues sus postulantes saben que la idea de PRI es rechazada por amplios sectores. Pues, se la exhibió y se nos recordó que también va de priista. ¿Usted quiere al PRI de regreso? Si vota por Gálvez eso sucederá.

 

El tercer error de Gálvez, e importa, ya que ella está peleando y seguirá peleando el segundo lugar si todo va como va, consistió en que intentó centrarse en atacar a Sheinbaum, pero llegó un momento en que se la puso fácil ya al final, obnubilada por el discurso de odio esbozado: formularle preguntas de primaria que le pudo responder la candidata morenista con un “no” consecutivo que dejó cual tonta a Gálvez, que ya no pudo replicar. En realidad, confirmó lo que todos vimos: quedó como tonta.

 

Mientras ambas candidatas ignoraban a Máynez y sus propuestas, que terminaron siendo sensatas y es la causa de que Gálvez siga perdiendo preferencias electorales de a punto por punto, Gálvez insistió en el insulto barato y no consiguió mayor reacción. Veamos el punto con claridad. Ella sí es una candidata prianista. Eso es perfectamente comprobable. Lo que ella no aporta con pruebas es que su contrincante sea narcocandidata. Su calumnia es inadmisible e irresponsable. La errática Gálvez se podría ganar hasta una merecida demanda por daño moral por su irresponsable y deslenguada actitud, majadera por lo demás, al estilo de las desvariadas Téllez y Rabadán. Y eso sin obviar que no olvide que pretende gobernar México y no es elogiable ganar el cargo a base de insultos a sus contrincantes. Un trompambulario no es lo más acertado y resulta indecoroso. Y no salió con el maquillaje intacto, pues Sheinbaum la llamó corrupta. Descripción colocada con pincel.

 

Al final, Gálvez quedó expuesta como persona rijosa, visceral y sin capacidad para contener las emociones. Le faltó la inteligencia de Fox en la necedad y careció como siempre de una guía que le permita verse ajena a Claudio X. González, su mentor, padrino y promotor. Qué lástima que no lo mencionó presumiendo que a ella “ningún hombre la manda”. Su falsa modestia chirria contra la mentira y la realidad. Sheinbaum pudo mantener la ecuanimidad y se nota que le costó Dios y ayuda. Pero lo consiguió y ese es el temple que forja gobernantes. Ese es el temple que se necesita, no las frivolidades de Gálvez ni padrinazgos a los que se somete, como el del Señor X.

 

El segundo debate permitió a Sheinbaum fortalecer propuestas. Más que autocrítica, cumplió con la razón de su abanderamiento. No evitó engancharse más en las provocaciones de Gálvez pero lo justo, y aprovecho la inquina y la desorbitada actitud pendenciera de Gálvez pues, por cebarse con Sheinbaum, Gálvez torpe dejó pasar los cuestionamientos y preguntas de Máynez, colocándose así en lo mismo que criticó a la morenista: no respondió Gálvez a preguntas y, al final, al no haber provocado lo suficiente a Sheinbaum, dio una salida facilona a Sheinbaum. Gálvez perdió así, frente a los dos oponentes.

 

Gálvez demostró una vez más que su lengua arruina cualquier mínima expresión inteligente de su parte. Se fue al insulto barato, fácil, propio de los partidos que representa, cuyos seguidores con la misma incapacidad y carencia de inteligencia e ideas sensatas y cuerdas, han hecho eso: insultar ante su propia e innegable carencia de ideas y de educación, desde luego. Gálvez actuó así, pues está desesperada por subir en las encuestas. A base de insultos, dudosamente ganará. La pobreza discursiva retacada de insultos permanentes a su contrincante solo la inculpa y la exhibe en una orfandad de propuestas lógicas en la que se mueve. Qué lástima y qué espectáculo tan denigrante dio Gálvez cuando una mujer sobaja a otra pretendiendo presidir México. Hasta en eso Gálvez cometió ese grandísimo error. Solo podía haberlo evitado no insultando. Fatal, fatal.

 

Sus simpatizantes se han apresurado a declarar ganadora del segundo debate a Gálvez. No hay que ir tan rápido: gritó mucho, insultó más, desvarió en la expresión, mal pronunció varias palabras mostrando su nivel de preparación la ingeniera que desconoce que en México cada vez más es petulante aventar el título por delante fuera de contextos académicos; llamó jefa de gobierno a Taboada, no pudo deslindarse de las puntuales acusaciones a ella y al PAN y al final, fue incongruente entre lo que dijo apoyar y han rechazado sus postulantes. Terminó confirmando que es una pésima candidata que fue exhibida por Máynez, quien está muy al tanto de su trayectoria y ella merece perder el 2 de junio. Darle el voto es un salto al vacío por sus inconsistencias. Graves, sí que resultan. Innecesarias para el provenir de México, también.