Sí algo nos dejó más que claro este proceso electoral, es su evidente fin. El sistema político todo no da para más.
Cada vez nos hundimos más en un modelo presidencialista que nos hace girar interminablemente alrededor de la búsqueda y construcción de un hombre fuerte, que salve a la patria.
Un personaje que inevitablemente anula y pasa por sobre los otros poderes y que o consume sus 6 años en la ineficiencia o la corrupción, o en la abierta amenaza del establecimiento de la autocracia como ocurre hoy.
A más de 100 años de la Revolución y a más de 200 de nuestra independencia no damos pie con bola. Seguimos inmersos en una permanente disputa por la Nación sin siquiera lograr construir no digamos un régimen democrático, sino partidos políticos integrados por liderazgos profesionales éticos, dignos, que ante derrotas dejen libre el espacio para nuevos mandos con nuevas propuestas.
Aquí los liderazgos partidarios se eternizan y controlan a los partidos como si fuesen sus parcelas personales. Bueno, hasta los heredan a sus hijos y otros parientes.
Ahí están el senador Dante Delgado en control de lo que fue Convergencia y hoy es Movimiento Ciudadano, que él mismo ideo y registró. Alberto Anaya y su prole en el Partido del Trabajo. Elba Esther Gordillo quien, con su hija y yerno, y hasta nietos, entra ahora a la arena electoral y política con el Partido Redes Sociales una replica de lo que fue Nueva Alianza.
Habría que echarle una mirada a la lista de pluris de Morena, Verde, PRI, PAN y PRD para ver cómo brotan los nombres de hijos, colaboradores y parientes de sus dirigencias.
El reparto institucionalizado del botín nacional a través de la promoción de cargos públicos con presupuestos multimillonarios y con prerrogativas partidarias que cada año llegan a los 500, 800 o 1,500 o más de millones de pesos haya o no elecciones.
Un juego perverso del que todos los que están en la política y el Poder se quejan pero del que nadie se sale.
Es fácil de entender que no hay intención de cambio ni transformación.
En el 2000 llegó Vicente Fox con la más alta legitimidad, más aún que la que consiguió Andrés Manuel López Obrador en 2018. El panista no hizo nada por ir a otro modelo de sistema. AMLO tampoco. El tabasqueño habla mucho pero ya se le fueron casi 3 años de sus 6 de gobierno y no ha hecho nada.
Continuamos con el mismo modelo político y económico, social, agotadísimo, rebasadísimo.
PROPUESTAS
Los únicos que han planteado la necesidad de ir a una verdadera transformación del Estado son: el diputado Porfirio Muñoz Ledo, a quien ya López Obrador sacó de la jugada al impedirle su reelección, y Ricardo Monreal, quien ya ha adelantado que pase lo que pase este domingo, irá por una Reforma Policito-electoral a fondo.
El zacatecano habla sin que ninguno de sus pares le haga mucho eco de instaurar el uso de urnas electrónicas y de herramientas digitales, de la WEB, para no sólo abatir costos sino para garantizar certeza en la elección presidencial y general del 2024.
Al parejo se requiere ir a un debate del cambio de modelo político hacia un régimen semiparlamentario, socialdemócrata, con quizá la creación de la figura de Primer Ministro, con menos pluris y con mecanismos que eviten el jineteo, traspaso, trampolineo de senadores y diputados de una bancada a otra, y que en lugar de todo esto se dé paso a un verdadero juego de pesos y contrapesos legislativo.
Se requiere pues, de otro modelo. Uno que nos aleje definitivamente de la tentación del hombre fuerte, del predominio del autócrata, y que de paso a una pluralidad que realmente refleje lo que somos los mexicanos.
Esto es lo que, creo yo, nos ha dejado enfrente estas elecciones.
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