El regreso de Trump nos encuentra a México y a Canadá en nuestro propio debate con asuntos bilaterales que nos debilita frente al verdadero adversario y afrontando las tarrascadas que impuso el yanqui en la negociación del T-MEC que ahora amenaza con violar. Es tan botarate que aquello que impuso ya no quiere cumplirlo. ¿Por migración y drogas? ¡qué va! Por una economía estadounidense en crisis, incapacitada de resarcirse con nuevas guerras –una fórmula agotada y no se enteran– y que no está dispuesta a conceder ni un milímetro a China en México. Por todo ello, apela al proteccionismo, la guerra comercial y ¿por qué no? ¿a una invasión a México pretextando perseguir carteles?
Y sí, China usa a México para entrar al mercado estadounidense al que tiene limitado de frente. Y es un modelo que lleva más de 20 años operando y México se beneficia de ello.
México se parece a Ucrania: no tiene aliados. No pertenece a ninguna alianza militar, está expuesto a un vecino poderoso y algo muy importante: nadie meterá las manos por México en caso de una agresión militar de Estados Unidos. Si alguien llama a otros como nuestros aliados, se equivoca. No lo son. No confundir aliados con socios y, si se quiere, ya en el colmo del buenismo, con amigos. Peor, México carece de alianzas militares que no ha firmado. Y la Alianza del Pacífico es estrictamente comercial. Y hasta ahí.
Y Canadá ni es aliado ni es amigo. Socio y eso ya lo están cuestionando algunos politiquillos canadienses muy cortitos de miras. La torpeza antimexicana del premier de Ontario es vergonzante. Que revise cuántas empresas de su provincia ganan y muy bienn en México.
Así, es tan absurda la postura de Marko Cortés, el exdirigente panista pidiendo la intervención yanqui en México. Si no pudo jamás leer correctamente la realidad nacional, igual que su partido, estuvieron imposibilitados para entender la internacional y se notó.
Con Canadá tenemos nuestras propias diferencias comerciales, migratorias, políticas. Trudeau no resultó ser la panacea para los intereses mexicanos y no tenía que serlo, pero Canadá, además, no es amigo de México y sus agendas no empatan, con lo cual se antoja imposible ser aliados, pero que nos quede clara una cosa: es Ottawa la que da palos de cierto, está más embrollada que una madeja de estambre y su extravío puede arrastrarnos a sus decisiones torpes, que ya son costumbre en su relación con México.
Precisemos. Canadá se rajó para enfrentar a Trump en conjunto con México la primera vez que tuvieron que soportarlo. Lidiar con el vecino de los vecinos fue tema sencillo para EE.UU., que logró dividir a los equipos comerciales de ambos países. Claro, necesitabas la insuficiencia y la torpeza de los priistas Guajardo y Videgaray para que lo consiguiera, tan encandilados con los yanquis de manera asaz timorata. Seade denunció cómo ese par había cedido en todo lo que Trump exigió, sin siquiera meter las manos. PRI, para variar.
Canadá fue doblegándose en temas como automóviles y lácteos. Ahora, salió Trudeau con una fanfarronada que parece más una tontería, asegurando que el mundo envidia la amistad de ambos países. ¿De verdad? really, Trudeau? Desde luego que va muy equivocado el premier canadiense. No se entienden sus palabras cuando al día siguiente de proferirlas, creó una suerte de gabinete de emergencia para lidiar con Trump. ¡Por fin! ¿amigos o enemigos? ¿adversarios? Sea pues. No termina ahí el extravío del canadiense.
Mientras tanto, políticos canadienses piden sacar a México del T-MEC y se callan que por temer a China en México o acusarla de competirles deslealmente desde México. No ven cómo sacarnos afectaría sustancialmente, y mucho, a sus empresas, que obtienen grandiosos dividendos en México, a costa, sí, del medio ambiente por las condiciones tan desfavorables a México en que se admitió a sus mineras por parte del PRI y el PAN. Trudeau atina solo a balbucear que deja la puerta abierta y es una opción. Eso es lo grave, su tibieza y su ceguera. Y por creer que salva a Canadá, la perjudicará yendo solo.
El ahora exembajador Clark nos confirmó hace unos años lo poco que sabemos de la relación Canadá-EE.UU. y que creemos ser miel sobre hojuelas. Nada más lejos de ser. Es una agenda ríspida, aunque las causas sean distintas de ambos a su relación con México. Y merece ponerse atención. El diplomático advertía que en un país de 40 millones, 9 millones dependen directamente del T-MEC. En México, de 130, solo 6 millones. No hay que decir mucho más. Así que se entiende que Canadá esté más expuesta y Trump y tal, culpen a México creyéndolo equivocadamente el rival más débil y, encima, se olvide Trudeau de ser su socio y el país con más mexicanos en el exterior después de EEUU y que la visa que le fincó otra vez en febrero pasado, como regalo a los 80 años de relaciones bilaterales, es una afrenta, pero, sobre todo, una torpeza por obstruir una relación que se necesita fuerte, fluida en estos momentos, para plantarle cara a los yanquis.
Así que, cuando personajes públicos de Canadá piden que México salga de T-MEC más valdría que detallen sus temores y desvelos. ¿Es por China? Que aclaren. Si no, es proteccionismo canadiense o franca ceguera frente al verdadero adversario: EE.UU., pues no quede por México que a Canadá le ha ido mejor en México que a México en Canadá, que se merece visa por respuesta por la reciprocidad que marca el Derecho Internacional y que al no hacerlo, les ha facilitado imponérnosla nuevamente. Y a los migrantes mexicanos también les fue bien. Interdependencia es la palabra clave en Norteamérica.
México no puede perder tiempo frente a Trump y menos con el extraviado Trudeau. No contará con Canadá y si por azares de la vida Canadá pide aliarnos, que lo hagamos con resquemores y total desconfianza. La vez pasada confiamos en ella y nos falló y nos falló, feo. No es un país confiable para hacer frente común frente a EE.UU. Y debiéramos aprovechar para exigirle que primero, retire la visa, que su prestigio no lo recuperará, chamuscado desde 2009 en la primera ocasión que la impuso. Hace 40 años nos decía que era “la otra América del Norte”. En su relación con México, si a eso aludía, resultó ser igual y, a veces, hasta peor. Qué lamentable y ojalá que México quede perfectamente aleccionado. ¿Qué Canadá no está contenta con México? Pues viceversa, que también vale.