Las (innecesarias) alharacas con el nuevo embajador yanqui

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Nada más saber el nombre de Ronald Johnson como candidato a embajador en México por parte de Trump y la comentocracia se ha desbordado encandilada con los yanquis, con su siempre innegable mentalidad colonizada por ellos –que la coloca en el rango de agachona, paniaguada, permisiva, festiva y carente de la mínima crítica sensata hacia lo estadounidense– y ha desatado alucinantes descripciones y ridículos pronósticos sobre el personaje y su aún desconocida actuación. Pero eso sí, sin un atisbo de crítica a su personita ya le digo, que permita a los lectores y a los ciudadanos dimensionar de manera más certera, certera repitamos, y sensata al personaje y sin recurrir a tantas alharacas innecesarias que más lo endiosan que critican. Es un embajador, no Dios.
Podemos cuestionar, de entrada, si este sujeto que estuvo en la CIA, servirá de espía. ¿Qué nos va a espiar? Y luego que estuvo en El Salvador. Sí. No deja de ser llamativo que haya acercamiento del equipo trumpista con México y El Salvador para recibir migrantes, porque los yanquis siguen atendiendo consecuencias y no causas, como que no emprenden una regularización migratoria y siguen siendo atractivos al migrante. Johnson está ligado a ambos países ¿y? Ambos no son lo mismo.
Cuando designaron como embajador al cubanoamericano Pascual, estos medios mexicanos agrandándolo y encandilados con los yanquis, se deshacían en descripciones llamándolo embajador experto en estados fallidos. Disque. ¡Bah! Cuando resultó un injerencista embajador fallido, torpe, casi expulsado de México, callaron, pues sus sesudas descripciones de él se fueron al garete. Ahora dicen que este nuevo es experto en quién sabe cuántas cosas. A ver si no es un simple metomentodo como Salazar. Acaso sea un procónsul a lo Cuba antes de Fidel Castro, pero al que la presidenta de México ya saludó con bastante mesura y casi con frialdad calculada. Que actuará al son que toquen, ya les avisó en Washington. Bien por ella. Que sirvan de algo los escabrosos 200 años de accidentada vecindad, alejados de la tapetera política priista y la vergonzante panista en la materia. En dos centurias escasísimos personajes correctos (por no decir decentes) ha enviado EE.UU. a México. Escasísimos.
El ahora nominado que no nos deje boquiabierto. Esperemos a ver cómo se conduce. ¿Que lo asesorará y será su superior el intervencionista y conspirador exembajador en México, Landau? Vaya par. Será que las fotos de Landau con tamales y jacarandas floridas no nos entusiasmaban a muchos, no encandilados como los que se encandilan fácil y rápido con los yanquis sin reparar en procederes y cuestionables actuaciones. Como en tantas partes, la embajada de EE.UU. goza de igual mala fama por injerencista como le pasa a tantas en el mundo. A esa dupla la preceden una larga lista de representantes intervencionistas en México.
No ha faltado quien ha escrito que estamos traumados con los yanquis y por eso vemos moros con trinchete. Afirmarlo es hacerlo o desde la ignorancia o desde la desfachatez. Así de sencillo. O es mirar para otro lado. No les vayan a cancelar su visa si dicen lo contrario. Traumados, no, aleccionados deberíamos estarlo contra el majadero injerencismo yanqui. Querrían que lo calláramos, que solo aplaudiéramos y veamos el Super Bowl. Lo que corresponde es denunciar su proceder si fuera injerencista dado la clase de gobierno que representará. Trump todavía no tiñe y ya mancha con sus disparates, como disparate es afirmar que habla para los de adentro. No. Ese habla para donde le hagan caso y aunque lo está, lo tiren o no de a loco. Es un burro en cristalería.
Los embajadores yanquis son lo que son y eso no incluye ser amigos de México. No tendrían porqué serlo y merecen siempre estar en observación de sus pasos. Después de todo, suelen ser facciosos e injerencistas.
Dos cositas quedan por decirse y no callarse:
Una. A propósito de la inauguración de su nueva embajada con diez años de retraso, a ver si México también les va a permitir invadir Calzada Legaria o San Joaquín y anexas y en una de esas a ver si ya desalojan Paseo de la Reforma y sus calles anexas, que ya se han excedido por mucho adueñándoselas sin derecho y es un atropello mayúsculo el que se permite a Estados Unidos invadir injustificadamente espacio mexicano. En ningún lugar del mundo se le permite a la embajada yanqui pasarse de lista invadiendo espacio fuera de las rejas de su embajada.
Dos. Dice Trump que EE.UU. subsidia a México y que pierde dinero con México. Y con Canadá. Hablemos de nosotros, que es lo importante. Se calla que somos su primer socio, su segundo mercado después del propio, lo cual nos coloca en su primer mercado en cuantiosos productos que vende y adquiere, muy importante. Se calla las exorbitantes ganancias que las empresas yanquis obtienen año con año en México y no solo por los dividendos que dejan, sino por los impuestos que escamotean, las prestaciones que pueden soslayar, las prácticas monopólicas que ejecutan…todo eso engorda los libros de contabilidad y no de la forma más recta que digamos. ¿México es pérdida para Estados Unidos?  vaya que es bobalicón Donald Trump y no todo es los migrantes que allá también aportan, que esa es otra, pero no la única posible respuesta.
Por cierto, acaban de multar a Walmart México por prácticas monopólicas por más de diez años y pasarse de lanza con los proveedores. Eso también hincha los bolsillos, Trump. No hay que hacerse tarugos diciendo que todo es pérdida con México. El empresariado yanqui no es ético y no más que otros. No se adornen tanto, aunque editen tantos decálogos de ética empresarial.