Esta vez el gobierno capitalino no crea la pifia burda de 2021 al inventarse la fundación de Tenochtitlán para que rimara con la caída de 1521. Salvado el punto, no así se salva el riesgo: ahora convoca a crear un nuevo escudo de la Ciudad de México en el marco de los 700 años de fundada Tenochtitlán que “resalte” la grandeza de Tenochtitlán, barriendo el otorgado por Carlos V por contar, asevera la autoridad capitalina, solo una parte de la historia, y suena a una pifia mayor y sumamente falseadora de la Historia.
El equívoco y la manipulación histórica, geográfica y jurídica remachada con posturas políticas no sabemos si ignorantes o solo arribistas y convenencieras, tirando a ociosas, para determinados fines políticos nada claros, son de antaño y solo apuntan a ser una nueva versión de sí mismas. La forma de borrar el pasado conforme al decreto del 31 de diciembre de 2024 emitido por el gobierno de Clara Brugada es errónea y debe ser señalado así.
Es momento de destacarlo porque es un eslabón más de una suma permanente de errores históricos que sí merecen respuesta en la forma en que incurren los gobernantes de la capital del país.
Ya en 1993 se cometió el error jurídico en el texto aprobado de la reforma política a la capital, de decir que la Ciudad de México “es” el Distrito Federal. Confundían el verbo ser con el verbo estar. Una cosa es la mancha urbana llamada Ciudad de México nacida de la traza del Zócalo y otra haberse comido las localidades cercanas que no eran ni son Ciudad de México, aunque estén dentro del Distrito Federal. Son dos cosas distintas. Tacuba, Iztapalapa, por ejemplo. Aun así, esa mancha urbana nunca ha cubierto plenamente el territorio que paso a paso fue delineando un distrito federal para asiento de los poderes de la unión libre, independiente de sus estados y que fueron conformadores de una federación. Nunca ha sido sinónimo geográfico las expresiones Ciudad de México y Distrito Federal. Este ha sido más grande que ella y aún hoy existen localidades no alcanzadas, absorbidas, nulificadas, incorporadas o no invadidas por esa mancha urbana y la denominación Ciudad de México está geográfica y nominalmente diferenciada de aquella. Abundando en el error, la constitución local lo repitió llamando a todo el espacio geográfico del Distrito Federal como Ciudad de México, con capital en Ciudad de México. Una burrada más.
Eso mismo aplica al pretender el barrer el escudo de Carlos V. 500 años no les bastan a ciertas personas para legitimar un escudo que es señorío y emblema poderoso de una capital pujante y actual. Al feo himno que se aprobó el año pasado, porque no es bonito, porque no es ni será descriptivo de esa pujanza que alardean destacar, ahora se suma eliminar un escudo que ha sido digno representante de toda una ciudad que no se quedó en ser Mexico-Tenochtitlan y que no lo será jamás. La Ciudad de México es heredera de aquella, pero no hay manera como no sea por capricho y a decretazo, de que incluso, se la pudiera denominar como Mexico-Tenochtitlan a riesgo de der una batea de babas el hacerlo. Y la actual domina un espacio y un país mucho más poderoso de lo que fue el Imperio mexica y con alcances mucho mayores, mundiales, que aquel. También dígase.
Pero hay ejemplos de que se ha actuado falseando pasado en ese sentido. Borrar el nombre Puente de Alvarado por no agradar a un sector poniendo el impreciso y equivocado de Mexico-Tenochtitlan justo donde no era Mexico-Tenochtitlan, habla ya de capricho y no de rigor histórico. Allí donde hoy está ese nombre no era tal y así lo reconocen quienes saben de la extensión de la ciudad prehispánica de 1520; o ponerle a la estación Zócalo lo de Zócalo-Tenochtitlan ni revive el recuerdo de algo, porque el recuerdo a Tenochtitlan nunca ha muerto, pero sí necea en renombrar algo que ni existe más ni podrá existir más.
No vaya ser que tales nombres los pongan quienes en el siglo XXI dicen “nos conquistaron”, que hacerlo así es una ridiculez igual a la de españoles de hoy diciendo “nosotros conquistamos”. Igualitos ambos, excesivos e igual de equivocados los dos en su discurso.
Si los políticos y determinados historiadores en cierta vertiente política no quieren entender que la Ciudad de México es heredera de Mexico-Tenochtitlan, pero sin volver a ser Mexico-Tenochtitaln, jamás olvidada, y que no podrá regresar, entonces van muy equivocados. No regresará por cambiar su escudo o exaltar ese pasado indígena muerto que no corresponde a lo actual ni a los indígenas actuales. ¿Por resistencia? ¿Y qué hay de la otra población que no tiene necesidad alguna e igual de legítima a no resistir? Y el no regresar implica que brote el lago de Texcoco, acecias funcionales en el centro, penachos en su gente y hablar solo náhuatl. Entonces sí van muy extraviados y lo están demostrando al decir hágase otro escudo porque el actual solo cuenta una parte de la historia.
No, el actual escudo reconoce la condición imperial de esa ciudad, “La Muy Noble e Imperial”. ¿Les suena su título dado por el rey de España? título que jamás niega lo que ya era y aunque conquistada, siguió siéndolo esa ciudad. El escudo dibuja un lago, lo que suma. No niega su pasado precolombino. Ergo, el argumento contrario suena falaz.
Ahora, exaltar un nuevo escudo que hablase de la grandeza de Tenoctitlan es invocar un pasado muerto, puesto que como tal Mexico-Tenochtitlan ya no existe y no hay manera de que lo haga. Y si va a ser mexica tal escudo como apunta, borraría 500 años de la historia subsecuente a la que pertenecemos los capitalinos y todos los mexicanos de hoy. Si Clara Brugada quiere ser tlatoani, allá ella, pero el pasado mexica está muerto y no volverá. Lo que sobrevive y qué bueno y a mucha honra, es una cultura mestiza de origen indígena acendrado y rico, pero los indígenas de hoy ni son los nahuas de ayer y mucho menos los mexicas. Esa distinción y diferenciación no puede ni debe de obviarse. Tal como está planteado el decreto de Brugada, borra una historia mestiza que define al mexicano de hoy y de hace ya 5 siglos. Muchos más de los que estuvo vigente el Imperio mexica.
Cabe preguntar a la jefa de gobierno ¿y dónde quedamos quienes estamos orgullosos de la presencia y poderío del escudo actual? ¿Y el país que no es en su totalidad Mexico-Tenochtitlan ni lo fue y tiene en la Ciudad de México a su capital, no cuenta para nada?
Respecto al escudo hay que recordar que Cuauhtémoc Cárdenas creó esa extraña dualidad que ninguna ciudad posee en el mundo de hacer convivir al escudo capitalino carolino con la estilización de los 4 barrios representativos de la Crónica Mexicáyotl. Era un intento conciliador con el pasado, adecuado, pero hasta allí. Ahora se pretende borrar el escudo de la capital cuando mejor se podría eliminar el anagrama sin tradición de CDMX. Ese sí que carece de ella.
Por si no faltara cosa, tenemos la pifia de Miguel Ángel Mancera sancionando una constitución que no dejó en claro qué es desde entonces la Ciudad de México –sí, capital pero ¿estado de la unión, distrito federal o qué?– y que la torpeza fue tan mayúscula que al día de hoy hemos de contentarnos con aludirla jurídicamente como una sosa idea de ser “entidad federativa”. Acabáramos. Entonces si Sonora es una entidad federativa, ¿la Ciudad de México es un estado? pues no. La palabra “estado” no asoma por ninguna ley ni decreto. No. Son entidades pertenecientes a una federación, sin duda, pero Sonora claramente es un estado de la Unión. La constitución mancerista no es capaz de decirnos ni por activa ni por pasiva qué es la capital.
2025 podría enfocarse en plan conmemorativo a limpiar la capital, dotándola de servicios renovados, de recomponer su sistema de transporte, de adecuarla para el Mundial del año próximo, de controlar y combatir su dañino ambilantaje en manos de mafias y no de la pobreza y lo sabemos todos. Lo de cambiar escudo abona nada y ofrece un planteamiento tan sesgado como el que supuestamente, denuncia.