Los cumpleaños

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David Felipe Arranz

“¡Cededme veinte años, si no os importa!”, escribió Henri de Lacretelle, el autor de Amor nupcial. Hace dos décadas, a los veintiséis años, estábamos empezando a entender un poco todo esto, como quien dice. Cuando se cumplen años, se va comprendiendo el ambiente geórgico de este país, viniendo como viene uno de la primavera castellana. El cumpleaños y sus mojones inamovibles nos guían así por el laberinto del tiempo y tener esto bien claro es lo que llamaban los clásicos antiguos, el de contemptus temporis. Inmortales, en cambio, son los influencers y los youtubers o, al menos, es lo que ellos se creen.

En el barrio de Martutene de San Sebastián el comando Donosti mató a dos empleados de la Elektra con un coche bomba que iba destinado a hacer saltar por los aires al concejal socialista Iñaki Dubreuil. Nadie se acuerda de ellos, pero cumplimos años hace veinte con aquel espanto. También ese día Pujol anunció que destinaría al metro catalán una peseta por cada cuatro que Gallardón diera al metro de Madrid; las cosas entre comunidades se hacían así: en sana competencia de prohombres y próceres, alguno que otro procesado después, por quedarse unas cuantas pesetas descuidadas en el bolsillo. Y Josep Huguet de ERC decía que Artur Mas era el “yerno” de Marta Ferrusola y Jordi Pujol por dar la cara por unas declaraciones xenófobas de la primera: “asume el papel de yerno de la familia, defendiendo a la suegra”. Pasado y presente se confunden en la experiencia del tiempo y sus meandros, máxime en política, donde cambian los rostros, mas no los mensajes.

Así se las gastaban y se las gastan sus señorías en los escaños, a lo sainete de ayer y hoy, porque el tiempo o la durée es un factor de unidad, de continuidad, como una melodía cuyas notas se suceden sin ser visibles. La idea de la actualidad y la vigencia de las noticias va unida a la de la fugacidad de la vida a la amenaza de la muerte venidera. “Todo lo que tiene fin es poco, pues viene a parar en nada” decía el padre Juan Eusebio de Nieremberg, para el que “cada día morimos y cada día se quita alguna parte de la vida, y en el mismo crecer nuestro decrece y se mengua la vida, y este mismo día que vivimos lo dividimos con la muerte”. Los jesuitas barrocos, desde luego, eran los intelectuales de su tiempo y por eso han molestado tanto desde siempre a las derechas –que los acusaban de llegar a Cristo a través sde Marx– y a las izquierdas –que los acusaban de educar a las élites de la burguesía y niños bien–, porque en las gentes se impone la visión simplista o reduccionista de las cosas y las opiniones. Aquí ya o eres un socialcomunista o un nieto de Blas Piñar, lo cual es una ingenuidad pavorosa; radical y salvaje, sí, pero a fin de cuentas, una ingenuidad. De estas cosas en los cumpleaños ya no se habla, pues parece que mencionar el paso del tiempo es como aguarle la fiesta al que ha “transicionado” un año más, muy a su pesar casi siempre. Así que todas las grandes obsesiones del tiempo y de la muerte que en el mundo han sido, se han venido a sustituir por la inestabilidad en Cataluña o el salvoconducto para vacunados que parece se va a imponer. Pero no nos engañemos, porque son asuntos igualmente gaseosos y espectrales.

Machado escribe en “Del camino”, XXXV: “Al borde del sendero un día nos sentamos./Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita/son las desesperantes posturas que tomamos/para aguardar…. Mas Ella no faltará a la cita”. Heidegger definió al punto culminante de toda experiencia del devenir humano como “éxtasis de la temporalidad”. Pero esperemos que la traca final y el paisaje poético en torno a una tumba nos lleguen más tarde que pronto, que nos queda aún mucho por batallar. Uno, que ha ido de pequeño y grande a un colegio de jesuitas, sabe que los grandes relatos se imponen de los ricos a los pobres, y que los libros que uno escribe y los artículos que uno publica siempre sientan mal a unos cuantos imbéciles, que lo proscriben como al maldito, al heterodoxo… Eso significa que lo que uno hace merece la pena. Mal que les pese.

Filólogo y periodista español.

Publicado originalmente en elimparcial.es