Madero y el majadero; Notimex, intolerancia

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En recuerdo de Desiderio Morales, quien ya no está aquí.

Y para Raúl Fraga, su entrañable amigo solidario.

El sexenio de la cuarta transformación pasará a la historia como una mancha negra en el periodismo. Quienes nos hemos dedicado toda la vida a este oficio estamos acudiendo al más vil de los gobiernos.

Hijo del poder y del dinero Miguel Alemán Velasco –quien vive ahora en la desgracia con sus multimillonarios negocios a pique, surgidos todos desde el poder– dice que en nuestro país no hay nada peor que la ira de un presidente. Él lo sabe y no hay duda en sus palabras porque su padre llevó las riendas del país durante seis años. A partir de entonces surgió su dinastía familiar. En México, todos sabemos, que donde hay dinero hay dinastía.

Lo malo y lo más peligroso es el poder, si nos atenemos a las palabras del otrora poderoso e influyente nieto de la Revolución y quien un tiempo fue la cabeza de Televisa y un “soldado” del presidente.

La ira de Obrador es superior a la de Echeverría y Salinas de Gortari juntos. Nadie como el tabasqueño para calumniar, despreciar y atacar a los periodistas y a la prensa en su conjunto.

Todos conocemos la historia del golpe a Excélsior y la tragedia del desaparecido unomásuno. En el primero estuvo metida la mano de Echeverría y en el segundo la de Salinas. Pero ahora estamos peor, salvo La Jornada –cuyos directivos son los voceros y aliados del régimen obradorista y que a cambio reciben más de un millón de pesos diarios por sus servicios de propaganda al gobierno de la cuarta transformación, de la que ellos forman parte– la demás es una “prensa inmunda”.

Esta es la historia que subyace detrás de la huelga de los periodistas y trabajadores de Notimex, quienes llevan ya más de un año mendingando que se les haga justicia.

Si los dueños y los periodistas de los periódicos Reforma y El Universal y los de las revistas Proceso, Nexos y Letras Libres son asumidos desde palacio nacional como los enemigos del presidente, qué se pueden esperar los trabajadores de Notimex de un régimen donde los periodistas están en la primera línea de fuego de los ataques del presidente.

Todas las mañanas asistimos al ritual de los insultos desde la cuna del poder. Los agravios a la prensa son de antología. El poeta Gabriel Zaid documentó una parte de ellos en su texto “AMLO poeta” publicado en las páginas de Reforma y reproducidos por la revista Letras Libres.

De una manera canalla y no por ello menos siniestra se ha llegado al extremo de deformar la historia por la actual “pareja presidencial” de culpar a los periodistas al calificarlos como los más “viles” enemigos de Francisco I. Madero.

Tan es falso que al doctor Belisario Domínguez quien halló cobijo en la prensa para combatir al gobierno golpista y asesino de Victoriano Huerta tuvo que pagar con su vida el ejercicio de su libertad de expresión. A Belisario le cortaron la lengua y la guardaron en formol como un trofeo por criticar y combatir al usurpador quien ordenó la muerte de Madero y la de José María Pino Suárez en la fatal decena trágica.

Lo cierto es que entre Madero y Obrador hay un umbral. Es más que una profunda grieta, entre ambos hay un abismo. Obrador no es Madero, Obrador es un “Majadero”, esa es la enorme diferencia entre un patriota y un patriotero.

No es extraña la bellaquería del presidente y la de su achichincle Sanjuana Martínez quien despacha como directora de Notimex en la más amplia impunidad como la que gozan los sicarios bajo las órdenes de sus capos.

La ordinariez del presidente está a la vista de millones de ojos, los vemos todos los días en su reto desdeñoso, con sus gestos torcidos y con un aspecto fúnebre, como si desafiara a alguien cuando habla con ese aspecto de jayán de pueblo. Como un clon se conduce Sanjuana, con la frívola vileza que le da su cargo, como una influyente e intocable colaboradora del presidente que la hace todopoderosa en su miserable papel de directora de Notimex donde se mueve entre la intriga y la hamponería, en una larga cauda de infamias y calumnias contra los trabajadores, la mayor parte de ellos periodistas, quienes desde muchos años vinieron ejerciendo su quehacer con enormes dificultades hasta llegar a ser despojados de sus empleos, muchos de sus corresponsales en el extranjero terminaron en la miseria y abandonados a su suerte.

 

El Estado es el dueño de esta empresa de servicio público pero por desgracia gobiernos van y gobiernos vienen y Notimex se sigue manejando como un feudo.

Javier Divani Bárcenas quien ha dado la cara junto con otro puñado de periodistas en esta desgastante lucha responde de inmediato a mi solicitud cuando le requiero la información sobre su movimiento laboral.

La información abruma. Deja a uno exhausto. No se puede quedar uno indiferente cuando se genera un sentimiento de pesadumbre el ver cómo se han pisoteado los derechos de los trabajadores de Notimex.

Obrador, el artista de los insultos contra los periodistas y Sanjuana Martínez, la directora de Notimex que opera como el peor de los testaferros  son unos verdaderos depredadores de la libertad de expresión.

Es lamentable e imperdonable el trato a los trabajadores de Notimex.

Sanjuana llegó con la consigna de “purificar” a Notimex en nombre de la cuarta transformación. Comenzó por despedir a todos los corresponsales extranjeros a los que no se les liquidó. Enseguida presentó cargos penales y denuncias por corrupción contra sus antecesores y contra los líderes sindicales. Despidió a más de 300 trabajadores e impulsó la creación de otro Sindicato. Llevó a la empresa a la huelga, ilegalmente cambió la sede y desconoció el paro laboral a pesar de la sentencia de las autoridades del Trabajo.

Con la complacencia presidencial y de las propias autoridades de la Secretaría del Trabajo y de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y otras instancias de gobierno involucradas, los trabajadores han resistido en su lucha, por desgracia, ante la indiferencia de sus propios colegas, que ven como una cosa “natural” las agresiones a periodistas.

El caso de Notimex retrata uno de los episodios más tristes de los agravios a la prensa provocados desde el poder.