Es que resultó no solo impertinente, sino retobón. Lanza su tratado de excusas de su descolorido y mediocre gobierno encubridor –encubridor de financieros, de militares y más– y todavía le rezonga a la presidenta. Hay tela marinera con el sujeto.
Un expresidente está llamado a conducirse con decoro. No es el caso de Zedillo y de otros, como Fox y Calderón. Bocones a toro pasado, incapacitados para entender que su tiempo político ya fue y que, en el caso concreto de Zedillo, se llama insultado, cuando en realidad solo está siendo exhibido, demostrando que nunca tuvo el don del saber estar. Y los años no se lo han otorgado, dado que se empeña en seguir haciéndose fuera de la bacinica.
Soso en sus diagnósticos como mandatario, como expresidente ni mejora ni enmienda. En su extensísimo, repetitivo y soporífero texto que por cortesía de Letras Libres puede leerse en línea, dice que tomó medidas para atender la crisis, esa que su equipo causó y no lo dice así. La crisis, como cosa que vino de la nada. ¿Tomó medidas? bueno, no se le recuerda que metiera merecidamente a la cárcel a más de uno de sus financieros yuppies causantes del desastre. ¿Tomo medias? Hipotecar el país con el préstamo que cual vaquita le juntó Clinton. Ese fue Zedillo. Por eso, cala lo de “error de diciembre”, ya que suena a impunidad y lo fue.
Se jacta de que la economía creció tras de su derrumbe, del que nunca salimos, pues retrocedimos 60 años y así se diagnosticó desde su primer momento. Eso fue la devaluación de 1994. ¡Ohhhh! entonces ¿crecimos? ¿eso significaría que la crisis se palió? No. Afirmarlo sería caer presa del discurso de macroeconomía de los neoliberales. La macroeconomía pintará estupenda, pero la micro la padeció la población de manera desencarnada, mientras su partido, el PRI, seguía robando a pasto, porque jamás han tenido llenadera y la pobreza que generó jamás lo detuvo de seguir robando.
A Zedillo y que nadie lo olvide, no le alcanzó su desastroso sexenio para que el PRI consiguiera ganar de nuevo la presidencia. La gente lo valoró y echó al PRI. Y sí, sabemos que su círculo priista quería que se negara a entregar el poder a Fox, no reconociendo su triunfo. ¿Que él lo hizo? No por demócrata, sino porque no le quedó ya de otra. Robarse otra vez la presidencia sería la guerra civil, ánimo muy prevaleciente en julio de 2000. Las locuacidades del priista Fidel Velázquez llegaron a decir poco antes de su muerte: “(los priistas) no nos dejaremos quitar con los votos, lo que ganamos (dijo el otro) con las armas”. Falacias y autoritarismo que es lo que define al PRI y la democracia que cacarea Zedillo.
Zedillo no fue demócrata y solo soltó lo que las urnas arrebataron al PRI. No soltó el poder por quererlo hacer ni por demócrata. Quizá por soltarlo, el priismo nunca se lo ha perdonado y esta vez como las otras, no ha salido a aplaudirle por enfrentarse con tanta torpeza con Sheinbaum. No arriesga su buen nombre, pues carece de tal. Y el PRI no le ha aplaudido, como no lo ha aplaudido estos 25 años. Qué rencorosos son los priistas. Porque siempre van dejándolo solo. Solo, como solo estuvo en su sexenio, sin equipo, cuando todos sabíamos que la idea de no conducir al timón, de no llevar las riendas del país marcaban su grisura y eran evidentes. Lo pusieron para ser mangoneado. Mientras se servía del cargo privatizando ferrocarriles, para irse a apoltronar luego en una de las compañías extranjeras beneficiarias. Mira que tiene cara el expresidente. Así fue. Que no se haga el ofendido.
Y se llama insultado. Tiene morro. Qué podía esperarse de un coordinador de campaña al que le mataron al candidato y se quedó con la postulación, con la candidatura, poniéndose la ensangrentada camiseta de Colosio, como algunos priistas mascullaron en ese momento. Y sin poca ni más vergüenza. Es que es verdad, en una campaña te puede fallar el sonido y los acarreados, pero no matarte al candidato y que te quedas con la candidatura. Vaya por Dios. ¡Vaya democracia, la que añora!
¡Que sí! eso no lava la cara a Colosio ni quita que el PRI robo más. No revolvamos los temas.
Es que la presidenta repite lo que dijo López, gimotea Zedillo. ¡No, señor Zedillo! afirma lo que millones hemos dicho fuerte y quedito por 30 años respecto a la devaluación de diciembre de 94. Y las enormes consecuencias que trajo y seguimos pagando de múltiples maneras. Para remachar y ya que se pone tantas medallas en su ensayo, Salinas se lo mandó decir en una entrevista: “mi gobierno refrendó el triunfo del PRI en 1994, no como el de otros”. Ahí está el epitafio del sexenio Zedillo y los clavos al ataúd político de Zedillo.
Y lo de la democracia que se acabará con la reforma judicial, será porque lo dice él. Revuelve temas y llega a nada. 36 páginas no le alcanzaron para aterrizar su peregrina idea ni para decir ‘presidente López Obrador’. Qué ruindad de un expresidente. Parece mentira que no sepa tratamientos. La presidencia no lo dotó de don de gentes ni de altura política.
Ya hemos dicho antes en esta su columna, cómo les fastidia a los priistas decirlo, llamar presidente al que no es priista. Exactamente como les sucedía con Fox. Los extremos se juntan al final; ambos echaron al priismo de la presidencia, ergo, del erario público. Eso duele. Se entiende el enojo priista.
¿La democracia que concertacesionaba con el PAN o la democracia que se robaba las urnas y mató a 600 perredistas por ser adversarios del PRI? Esa democracia priista excluyente que imponía el nombre Colosio porque podía, a mercados y calles sin preguntar. Esa democracia excluyente, la de Gurría que decía que se quedarían 25 años más. Y la cumplió hasta que los echaron en 2018. Zedillo carece de un palmarés democrático. Que nadie lo dude.
Zedillo ya sin pensión queda como un ardido. ¡Ahhh! cuán preocupado por los números económicos del sexenio anterior y por la democracia. Acaso, se le olvida una cosita: se está dirigiendo a Sheinbaum, tan presidenta como él, tan doctora como él. No la va a apabullar ni le contará cómo se ven las cosas desde allí. Él no goza de un buen nombre, ella sí. Ambos saben lo que es ser presidente, así que no le va a contar un cuento y la Historia juega contra él, no contra ella. Zedillo mejor debiera callarse, que este país quedó hasta el gorro de él y de su partido, como que los echaron en 2000, que es la mejor prueba. Razones de más, razones de peso para que cierre la boca.
Y que le aplaudan los que estén muy necesitados de hacerlo o le deban mucho.