La tasa de interés en el bono a 10 años de la Tesorería de EU casi se triplicó respecto a un año antes y es del doble del nivel que tenía apenas hace tres meses, lo que muchos creen que anuncia que pronto habrá inflación que ha sido muy baja a pesar de gasto y expansión monetaria desbocados.
Si al enorme déficit público del 2020 se suma el de este año, que será mayor, y los planes de gasto en infraestructura que afina el gobierno, de 2.2 billones de dólares, encima de los 1.9 billones de “estímulo” que ya fluyen, vemos un escenario sin precedente en las finanzas de EU.
Suenan voces de alarma aún entre economistas progresistas, como Larry Summers, reconocido académico y exsecretario del Tesoro, que alertó que habría “presiones inflacionarias no vistas en una generación, lo que pone en peligro el valor del dólar y la estabilidad financiera.”
No tardaron las descalificaciones de los más necios antieconomístas, como Joe Stiglitz, quien afirmó “que no sabe lo que está diciendo (Summers) pues la ironía es que hemos tenido un largo periodo en el que no hubo suficiente demanda,” por lo que no habrá presiones inflacionarias.
Su argumento es que de resurgir la inflación, el Fed puede elevar las tasas de interés y la Tesorería subir el impuesto a los ricos, tanto en sus ingresos como en su riqueza, pero no menciona el devastador golpe a las finanzas públicas que los más altos intereses tendrían sobre una deuda neta del 108% del PIB.
La forma en que los políticos y economistas maleables a sus deseos han cambiado su opinión del financiamiento deficitario, es pasmosa pues el consenso era recurrir a esa fuente de recursos sólo en emergencias como depresiones económicas graves o guerras, pero en cuanto se regresara a la normalidad se buscaría generar superávit y retirar deuda.
Ese consenso se perdió al brotar fórmulas mágicas en ambos lados del espectro ideológico: en la derecha, lo que George Bush Sr llamó Voodoo Economics, que asevera que cualquier baja en los impuestos se paga por si sola al generar mayor crecimiento, lo que compensaría los menores ingresos fiscales.
Con la izquierda llegamos al paraíso: la economía es irrelevante pues el gobierno puede gastar sin límite y el Fed imprimir dinero sin freno sin consecuencia alguna. Preocuparse por el nivel de deuda o la inflación son reliquias obsoletas ideadas por los neoliberales hoy por completo desacreditados.
Ambas posiciones se basan en premisas falsas. Bajar los impuestos no se paga por sí misma, como lo mostró por enésima ocasión la que efectuó Trump, que costó 2 billones de dólares, y en lugar de pagar la deuda de 19.5 billones, como prometió, la aumentó en 7.8 billones.
La ilusión que se puede alzar la deuda sin límite se asienta en el lapso reciente de bajísimas tasas de interés sin inflación, a resultas de una insaciable demanda global por dólares, que se esfumaría de inmediato de surgir dudas sobre si perderá su valor.
Las leyes de la economía siguen siendo vigentes, la gran duda es cuándo se manifestarán.