Cada individuo debería tener libertad en la sociedad para actuar de cualquier forma siempre en cuando no cause daño alguno a los intereses de los demás, los gobernantes deberán de actuar de acuerdo al mandato de la mayoría expresado en una norma que se considera máxima.
En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 estableció: “la libertad consiste en la posibilidad de hacer cualquier cosa que no haga daño a nadie; de ahí que el ejercicio de los derechos naturales de todo hombre no ponga límites excepto aquellos que aseguren a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos”.
Así, Paine sostuvo, “quien quiera conservar su propia libertad debe defender incluso a su enemigo de la opresión”. De la misma manera Berlin sostuvo:
“Todas las formas de manipulación de los seres humanos, de controlarlos, de moldearlos contra su voluntad según un patrón de comportamiento determinado, en definitiva, todo control de pensamiento y condicionamiento es una negación de lo que hace que los hombres sean hombres y de sus valores”.
La relación de medios y fines es un tema fundamental en la moral. La famosa relación de que el fin justifica los medios ha creado polémica. Si un fin moralmente idóneo es indistinto la manera en que se consiga, es la cuestión. O si los medios son idóneos pero los fines moralmente condenables, es inaceptable.
Para otros, los medios y los fines deben ser correctos y hacerse correctamente. En términos políticos lo que importa es la eficacia. Lo que importa son los diferentes resultados de lo que decidimos hacer. Así que, para evaluar si una acción es correcta o errónea, no necesitamos considerar qué tipo de acción se está llevando a cabo, sino más bien, deberíamos evaluar sus consecuencias.
El fin puede justificar los medios mientras que haya algo que justifique ese fin (Trotsky).
Debemos de preguntarnos no qué tipo de cosas deberíamos hacer, sino qué tipos de personas deberíamos ser. En esta nueva sociedad así creada, el problema de medios y fines desaparece por sí mismo.
Debemos decidir si nuestras acciones son correctas o erróneas valorando sus consecuencias.
Todo esto viene a cuento porque el gobierno de la República sostiene que un bien político y moral vale alcanzarla por los medios más eficaces, así, el presidente de la Suprema Corte vale prolongarle su permanencia en el cargo porque es un buen hombre aunque para el caso se viole la Constitución.