QUINTA PARTE
Durante siglos en el imaginario colectivo se ha perpetuado la idea de una interpretación histórica de que los tlaxcaltecas son “traidores”. Los historiadores aducen que se trata de un concepto descontextualizado. Como sea, pero en Tlaxcala la política está llena de traiciones. El caso de la gobernadora electa Lorena Cuéllar Cisneros es un ejemplo de ello. Ella y el gobernador saliente Marco Antonio Mena Rodríguez, con el que tiene vínculos familiares, pactaron en lo oscuro una sucesión en familia. Así ha ocurrido en las últimas siete décadas donde unas cuantos clanes políticos se alternan la gubernatura.
Astuta y seductora “Lorena de Troya”, como se le conoce a Cuéllar Cisneros, no por Elena –el personaje de la mitología griega–, sino por lo del caballo, como símbolo de traición, no es una mujer de ideales sino de ambiciones. A lo largo de treinta años su vida política se ha consumido a su paso por el PRI, el PRD, el PT y Morena, en todos le ha declarado, desde adentro, la guerra a sus contrincantes.
La mayoría, sino es que todos, los políticos (hombres y mujeres) son iguales a Lorena y sus vidas ya nos aburren. Pero narrar la historia negra de la gobernadora perteneciente a la cuarta transformación tiene un sentido distinto. Su vida es una guía de superación personal, en virtud de sus mil máscaras y la mejor prueba de que el dinero en la política garantiza amigos y neutraliza enemigos. Su trayectoria se ha sustentado en innumerables casos de corrupción política y malas maniobras, todo en la ambición del poder al pretender regir los destinos de Tlaxcala y acumular legendarios bienes para las generaciones futuras (de su familia).
Desde hace mucho tiempo, el brutal crimen de su madre, Margarita Cisneros Fernández, es materia del olvido no obstante que sigue impune. La prioridad para la familia de los Cisneros no fue aclarar el asesinato en un mínimo acto de justicia, sino la feroz disputa por el poder. En los últimos veinte años Lorena estuvo más obsesionado en hacerse del poder que en aclarar la ejecución de su progenitora.
La vida de Lorena ha sido un péndulo entre el amor y el odio. Cuando militaba en las filas del PRI luchó tenazmente para hacerse de la candidatura. En 2012 renunció al priismo porque el dedo elector no la favoreció. El elegido fue Mariano González Zarur, quien fuera yerno del conspicuo cacique priista, Emilio Sánchez Piedras, también gobernador y también tío de Alfonso Sánchez Anaya quien se quitó la casaca del PRI para gobernar con la cachucha del PRD.
Recordemos que Tlaxcala ha sido gobernada en las últimas seis décadas por tres familias: los Cisneros (Joaquín Cisneros Molina 1957-1963, Anselmo Cervantes 1963-1969, y Crisanto Cuellar Abaroa 1970), los Sánchez (Emilio Sánchez Piedras 1975-1981, Alfonso Sánchez Anaya 1998-2004, Mariano González Zarur – ex yerno de Don Emilio- 2010-2016) y los Paredes (Beatriz Paredes Rangel 1987-1992 y Héctor Ortiz Ortiz 2004-2010, que sin ser familia de sangre de la primera, es como su hijo putativo). Y ahora el regreso al poder de los Cisneros con Lorena bajo el auspicio obradorista.
El gobernador saliente Marco Antonio Mena Rodríguez fue un declarado enemigo de Morena Cuéllar. Impuesto por González Zarur, Mena Rodríguez se desempeñaba como un oscuro académico del Colegio de México que había ocupado cargos de cuarto nivel en el gobierno tlaxcalteca bajo los designios del priismo. Su hermano Fabricio Mena –casado con Karina Cuéllar– fue el encargado de orquestar una campaña sucia en contra de Lorena Cuéllar cuando ésta pretendía ser gobernadora por el PRD en la campaña de 2016.
Los hermanos Mena Rodríguez (Marco Antonio y Fabricio) con el consentimiento del gobernador González Zarur filtraron a los medios el expediente sobre el asesinato de Margarita Cisneros Fernández, madre de Lorena y de Karina. Y todavía los Mena se encargaron de atizar el fuego al influir en el ánimo de la nieta de Margarita, Ilenia Montiel Cisneros (hija de Aimé también hermana de Lorena y Karina) para demandar a su tías (Lorena, Karina y Mónica) por apropiarse indebidamente de la millonaria herencia de Margarita quien no dejó testamento.
Lorena perdía así la segunda oportunidad de hacerse de la gubernatura y comenzó a urdir su desquite. Con la irrupción de Morena en el poder, se convirtió en un contrapeso del gobernador Mena Rodríguez al ser designada por el presidente Obrador como la superdelegada del gobierno federal. De alguna manera el gobernador Mena tuvo que compartir el poder con Lorena hasta que ésta llegó a anularlo después de su reciente triunfo, ahora con la bandera populista de Morena.
Lorena se unía así a quienes la habían traicionado. Y juntos (los Mena Rodríguez y los Cuéllar Cisneros) socavaron desde adentro del PRI la campaña de la candidata priista Anabell Ávalos. El gobernador puso toda la estructura de su gobierno en favor de Lorena Cuéllar.
La vieja fórmula del discurso populista fue la esencia de la campaña de Lorena. Su campaña se basó en falsas promesas para atraer a la muchedumbre. Convirtió el discurso en nombre del “pueblo” en un instrumento de su propia ambición política.
Mena Rodríguez sucumbió a las presiones políticas desde Palacio Nacional, si el gobernador no cedía lo esperaba una acuciosa investigación sobre la corrupción de su gobierno.
Lorena contaba con todo el apoyo de Obrador, tan fue así que la esposa del exvocero César Yáñez –uno de los mejores amigos del tabasqueño–, Dulce Silva Hernández buscó infructuosamente hacerse de la candidatura de Morena e invirtió decena de millones de pesos, pero fracasó. Lorena Cuéllar era la elegida y todo aquel que se atravesara en su camino pagaría las consecuencias.
Obrador tenía muchas razones para apoyar a Lorena. La principal de ellas: la complicidad. Y obvio: la venganza.
De eso hablaremos mañana.
Continuará…
JOSÉ MARTÍNEZ M. Periodista y escritor. Ha colaborado en los principales diarios del país y en importantes medios del extranjero. Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos.