El patio trasero de los Obrador; Tlaxcala y colima, botín político

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Algo tiene Tlaxcala que la familia del presidente Obrador ha buscado afanosamente apoderarse políticamente del estado.

Por Tlaxcala pasó Gonzalo Alfonso López Beltrán quien fue delegado de Morena. Llegó con la encomienda de su padre de establecer medio millar de comités seccionales la víspera de la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional.

Si bien Gonzalo Alfonso cumplió con la encomienda de su padre, dejó hecho un desastre al partido, hasta la fecha no ha habido un verdadero líder de Morena. La dirigencia está acéfala y ante la falta de una cabeza los políticos encumbrados y beneficiados por la ola obradorista de las pasadas elecciones que arrasaron en el país, se despachan con la cuchara grande con singular alegría. Ahora mismo todos se tiran patadas bajo la mesa y buscan apropiarse de la candidatura al  gobierno del estado, lo cual ha dividido y confrontado a ese partido que se encuentra al garete.

Hasta hace menos de un año Gonzalo Alfonso llegó a considerar la posibilidad de lanzarse como candidato a gobernador. Exploró el terreno, analizó pros y contras para participar en las elecciones de 2021, pero de última hora mostró poco interés por Tlaxcala y con sus hermanos prefirió dedicarse a la producción de cervezas artesanales y la fabricación de chocolates, los nuevos negocios familiares.

Hace diez años (2010), cuando el presidente Calderón reinaba sobre los destinos del país y Obrador se sobreponía a su derrota, el tabasqueño ordenó a su hermano Pedro Arturo López Obrador que se hiciera cargo de los intereses perredistas en Tlaxcala.

Pedro Arturo lo hizo con cierto enfado y no pudo decir que no al hermano que gozaba de la mayor influencia en el PRD. Prácticamente el tabasqueño era el dueño del partido del sol azteca. Hacía y deshacía a su antojo.

Ante la falta de arraigo, Pedro Arturo quien se quejaba de extrañar los pantanos de la Macuspana pretendía ocupar el cargo de diputado federal por Tlaxcala. A petición de Obrador, el exgobernador Alfonso Sánchez Anaya (actual funcionario federal de la Secretaría de Seguridad) influyó para que Pedro Arturo ocupara el lugar del candidato Eloy Sánchez Arellano por el primer distrito.

Pedro Arturo López Obrador implementó una campaña en medio de una demanda en su contra por Eloy Sánchez quien se asumió despojado. Pedro Arturo perdió el caso ante el Tribunal Federal Electoral y Eloy Sánchez fue derrotado pues compitió en desventaja cuando las campañas ya estaban notablemente avanzadas.

Pedro Arturo se fue maldiciendo a Tlaxcala. Renegó de su suerte y despotricó contra los tlaxcaltecas. Se fue sin pena ni gloria. Más tarde renunciaría al PRD junto con su hermano, lo acompañó, junto con los hijos de Obrador, a fundar Morena.

Los Obrador consideran que ahora están en condiciones de apropiarse de Tlaxcala a través de terceros.

Así, con la anuencia del presidente Obrador, en medio de la secrecía, desde los lúgubres salones de Palacio Nacional se decidió por encima de los estatutos y las más elementales reglas internas de Morenala precampaña, a todas luces ilegal, de Dulce Silva quien pretende ser gobernadora de Tlaxcala.

Dulce Silva es prácticamente un fantasma en Tlaxcala. Pocos la han visto, y quienes saben de su existencia están enterados de ella por sus escándalos. Muchos otros la ven distante, más identificada con sus vecinos de Puebla, donde ella ha vivido buena parte de su vida. Vaya, incluso la consideran más poblana que el mole.

De Tlaxcala son sus recuerdos de infancia, donde ella creció entre los establos y las porquerizas de los negocios familiares. Ahora se ha propuesto “conocer” a su estado natal y está dispuesta a dar un tour electoral por todo Tlaxcala con el único propósito de encaramarse en la silla del palacio de gobierno.

En realidad, Dulce Silva carece de la experiencia política que requiere un cargo de tal envergadura, además no tiene la sensibilidad ni el más mínimo compromiso social. Simplemente carece de una identidad real. Gobernar no es una chamba, aunque ella vive confundida. No se trata nada más de cortar listones en actos relevantes ni del glamour de los grandes eventos. Hay que ponerse el overol, no sudar calenturas ajenas y enseñarse a tragar sapos sin hacer gestos.

Su vida es un amasijo de contradicciones. Blanco sobre negro. Su as bajo la mango es el apoyo y la simpatía de Obrador, pero eso es insuficiente. Tlaxcala no es un virreinato. De entrada debe empezar por ser autocrítica y superar sus traumas político-emocionales.

Pisó la cárcel de San Miguel en la capital poblana durante más de un año por un litigio de bienes raíces y acusaciones en el manejo de recursos de procedencia ilícita (lavado de dinero) en la que estuvo involucrado su socio Edmundo Tiro Moranchel, quien fue procesado penalmente por fraude en detrimento de cientos de ahorradores.

Fue protagonista de una boda de ensueño. Su enlace con César Yáñez, uno de los colaboradores más cercanos de Obrador. A cambio del pago de una fuerte suma de dólares acaparó la portada de la revista Hola!, la famosa publicación de las frivolidades de la gente cursi y en la que no podía pasar desapercibida su boda fífi, con Obrador, invitado especial ya como presidente electo y como testigo de honor.

La fiesta fue inolvidable como el tiempo que estuvo en prisión. Un juez federal consideró que se cometieron “violaciones procesales” en la causa por la que se le dictó auto de formal prisión, sin que eso haya significado la inocencia de Dulce Silva.

Su familia tiene una fuerte ascendencia en Huamantla y son propietarios de una empacadora de productos cárnicos.

César Yáñez designado por Obrador como coordinador general de Política y Gobierno de la oficina presidencial está empecinado en que su mujer sea la candidata formal de Morena e incluso desde su oficina con la experiencia acumulada en veinte años de andar en la brega electoral como asistente del tabasqueñose ha diseñado la precampaña de Dulce Silva, equipo y gente del gobierno federal al servicio de la candidata bisoña.

Silva tiene ante ella a su compinche de partido Lorena Cuéllar, una política de larga trayectoria y experiencia, que es un auténtico costal de mañas. Cuéllar se inició como una Godínez cualquiera en la burocracia, y como los políticos chapulines ha brincado de partido en partido y ha ocupado cargos como alcaldesa, senadora, diputada y superdelegada federal.

En lo único en que Dulce Silva y Lorena Cuéllar coinciden es en su carencia de prestigio. Son personajes muy polémicas y controvertidas, muy devaluadas y con una pésima imagen pública.

Lo malo es que en Tlaxcala, como en muchas partes del país, Morena no tiene líderes prestigiosos y confiables. Y como la canción, “es más fácil encontrar rosas en el mar”.

En los próximos días desde la Ciudad de México se impondrá un “líder” de Morena en Tlaxcala para “meter orden”. Mientras tanto, Dulce Silva ha desplegado una millonaria campaña de publicidad de anuncios espectaculares, medios impresos y la difusión de videos en redes sociales y spots publicitarios en medios electrónicos.

Es una señal inequívoca de que cuenta con el respaldo presidencial, aun a sabiendas de que se está incurriendo en la violación de la legislación electoral. Ya vendrán después las multas y los castigos. Lo importante para ella es agandallarse a cómo dé lugar la candidatura.

Mientras tanto, el esposo de Dulce Silva, César Yáñez el frustrado aspirante a periodista que se convirtió el vocero de Obrador por muchos añostiene encima otras ambiciones.

Yáñez también alzó la mano para meterse en Colima, su tierra natal. Yáñez busca imponer a sus allegados.

En Colima el candidato más fuerte a gobernar el estado es Leoncio Morán Sánchez, alcalde de la capital, militante del partido Movimiento Ciudadano.

Morena tiene los ojos puestos en Indira Vizcaíno, la superdelegada del gobierno obradorista.

Yáñez ha calificado a Indira como “una ambiciosa vulgar” y reclama el derecho a imponer a uno de sus incondicionales. Y nadie mejor que su hermana Claudia Yáñez, actual diputada federal por el primer distrito de la capital de Colima.

De ese tamaño es la ambición de los Obrador y de los Yáñez. Repartirse el país como un botín político.

Hemos atestiguado la perversa lucha por el poder desde las entrañas de Morena. Las disputas por el control de partido son un reflejo de las ambiciones de los grupos que gravitan en torno de la figura del presidente Obrador.

Morena no es un partido, es una vulgar Agencia de colocación.