La gran evasión

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Juan José Vijuesca

Hay una película clásica de los años 60 que me parece de lo más entretenida. Se trata de “La gran evasión”. Nos ameniza el film un buen número de soldados que lo pasan bien planeando su fuga dentro de un campo de prisioneros alemán. Con más toques de comedia que de drama transcurre la acción en donde conseguir huir de allí pasa por hacer un túnel, cosa que llevan a cabo de manera metódica y ordenada hasta que son descubiertos porque el pasadizo queda algo corto y a pesar de sortear las alambradas no es lo suficiente para alcanzar el éxito total.

El pasado domingo día 9 de los presentes algo parecido vino a demostrar en clave política que el túnel para salir del estado de alarma también se ha quedado corto. No me extraña por lo aficionado que es este Gobierno Central al cortoplacismo para todo lo que se menea. No había plan B, como de costumbre, porque en Moncloa carecen de otro programa que no sea el de la improvisación y la mentira; de manera que una vez más el juego de la bolita, ya saben, nada por aquí, nada por allá y que sean las propias CCAA las que apechuguen, y si no, pues que sean los jueces quienes gobiernen, total el criterio judicial tampoco es uniforme aunque la ley vigente sea la misma para ser aplicada, pero no así para ser interpretada. Total, un lio de togas y más madera para el enredo. En resumidas cuentas, que más de lo mismo y de nuevo las 17 Comunidades Autónomas al pie de los caballos, eso sí, menos en lo de abrir la cancela de los campos de concentración para el solaz frenesí de los irreflexivos ante la indiferencia de Moncloa.

Y así las cosas, salimos de un estado de alarma para entrar en una purga mental de lo más ilegítima, incierta y temeraria. No es cuestión de ser agorero, pero cuando lo pagano se antepone a la sensatez, mucho me temo que el becerro de oro se haya convertido en el icono de la lujuria gracias a los necios creadores de la imaginería de Davos, que en compañía de sus satélites sentados a la izquierda de la izquierda han puesto en marcha como único modelo mundial. Y de esta sinusitis mental tan poderosa emerge este nuevo fetichismo bajo el nombre de Lucifer, perdón, quiero decir Agenda 2030; y he ahí, que este será el camino hacia nuestras desgracias. Pero volviendo a las calles del fin del mundo, cuya hora mágica de las 12 de la noche festejó la llegada de la “libertad” en un indeseable acto de irresponsabilidad como si la rebeldía de unos cientos dándole al botellón quisieran emular la conquista de la LIBERTAD, esta vez en mayúscula, cuando cayó el muro de Berlín en aquél inolvidable 5 de noviembre de 1989.

La realidad del momento obedece a que hay mucha bilis reprimida y el personal está en un desaliño de ánimos que más que felicidad perdida me parece que se ha instalado en una disfunción mental de lo más preocupante. Diría que la peña está en un tris de entrar en lo que el nuevo sistema del engaño persigue, que no es otra cosa que instaurar un mundo distópico en donde premia un riguroso control estatal para garantizar una sociedad organizada, feliz y conforme, aunque es la tapadera perfecta de los regímenes totalitarios que reprimen al individuo y cercena sus libertades en función de un supuesto bienestar general. O sea, un estado del no tendrás nada y serás feliz. Y a eso lo han denominado Agenda 2030 y en eso trabaja la clase política de gama alta.

Los últimos catorce miserables meses acontecidos, y digo miserables pensando en todas las víctimas, sus familias y el esfuerzo por parte de la sociedad sanitaria en general, será una simple anécdota y saben por qué, pues muy sencillo: a los que mueven los hilos de toda esta trama les importamos menos que nada. No soy más que un empedernido buscador de razones que escribe no para coleccionar lisonjas, sino para celebrar las efemérides de mis propias ideas, entre ellas permitan que rescate la que vertí en mi artículo publicado el 26 de febrero de 2020 en este honorable periódico que me cobija: “Uno que no glorifica los males ajenos guarda con extrañeza la ausencia del coronavirus en lugares tan abatidos en males como lo son la India o ciertos países del África Central. Hay virus que son muy raros a la hora de viajar”. Quince meses ha tardado en llegar a la India la pandemia en su vertiente más catastrófica. Extraño, muy extraño, cuando en un mundo tan globalizado como el nuestro hasta los virus tienen pasaporte diplomático.

De esta saldrán cuantos hayan de ser, algunos bien y otros zaheridos por causas que no se podrá entender, más la especie humana se guardará en oportunidades para seguir tropezando en idéntica piedra, pues lo de salir mejores ya tuvimos ocasión en la primera oleada y fue todo un fracaso , después se nos hizo creer que éramos más fuertes y que los gobiernos nos cuidaban de todos los males y creímos en la falta de responsabilidad como remedio de un mundo mejor, pero todo quedó en falso juicio de la verdad. Y aquí seguimos, por un lado los que exageran, los que niegan, los que obedecen, los que saquean, los que se arrogan méritos, los que confinan, los que atemorizan, los que censuran, los que predican, los que mienten. Por otro lado, sencillamente los que estamos hartos de estar hartos y queremos empezar de nuevo para no olvidarnos de nuestros abrazos y besos en directo. Yo sigo haciendo mi propio túnel. Es mi secreto, pero se lo cuento a ustedes porque me caen bien.

Escritor español.

Publicado originalmente en elimparcial.es